(Ɔ ˘⌣˘)♥ - ♥(˘⌣˘ C)
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— Baja el arma. — entro apuntando a Tom con la pistola negra logrando que se tensara ante mi voz. Para cuidar mis huellas usaba guantes del mismo color.
Dos tipos temidos juntos en un mismo lugar era algo de asustarse y en el peor de los casos, que estos se hayan relacionado de una forma poco profesional para buscar formas de deshacernos.
Cómo quien diría, al enemigo hay que tenerlo cerca pero Tom estaba demasiado.
Iba a olvidarme por completo la razón por la cual me acerqué a Tom, tenía el objetivo de acabar con su vida para tomar posesión de sus propiedades, lujos, drogas... si no me hubiera echo sentir cosas que jamás esperaba. Se sentía bien estar protegido entre sus brazos, tanto que asustaba y me daba miedo sentir más allá, por eso era mejor no involucrar los sentimientos.
Un día desapareció de mi vida, dejándome mal y a penas me enteré que volvía le tendí una trampa para hacerle pagar mi sufrimiento. Ahora estaba aquí, indefenso y con todos sus hombres sin movimiento.
El rencor llenaba mi cuerpo, me cegaba pero primero quería oírle rogar por su vida.
Caminaba a su detrás, sin bajar el arma pero con el pulso a mil. Respirando agitado y sin controlar las lágrimas inoportunas que salían sin parar.
— Bill.
— ¡Cállate!
— Joder.
— ¡No te muevas! — quité el seguro de mi pistola justo cuando volteó a verme. Tom me miraba con una sonrisa y yo sentía que mi estómago se contraía del asco. — Hoy voy a disfrutar mucho acabar contigo. — sonreí ladeando la cabeza sin despegar mis ojos de los suyos. — Pero primero ruega por tu vida, sucio perro. ¡Hazlo!
— Necesito decir unas palabras.
— No.
— Es necesario, Bill.
— Solo cállate, dios.
— Gracias por dejarme hablar. — cruza los brazos, muy tranquilo el tipo. — Uno de mis hombres tiene una bomba, si nos matan también nos van a seguir atrás, derechito al infierno a si que es mejor que bajes tú el arma y les digas que nos dejen solos, para dialogar como personas civilizadas.
— ¿Por qué debería?
— Digo la verdad... — la sincera mirada que me daba me hizo dar unos escalofríos horribles, por alguna extraña razón le creía. Levanté la mano en señal de que salgan junto a los hombres de Tom pero que se mantengan alerta en caso de actuar. No quería arriesgarme demasiado cuando se trata de él, es igual de tramposo que yo. — Ahora ven aquí, deja de fingir y di que me extrañaste.
¿¡Pero quién se creía!?
— Te aborrezco, Trümper.
— Mentira. — muy confiado da pasos lentos hasta que el arma toca su pecho, justo en la parte de su corazón, así le va bajando, haciendo que explore su abdomen hasta posar en su entrepierna, la cual se puso dura de inmediato por los movimientos que hacía con esta. Las manos me estaban temblando solo por tenerlo así de cerca, me olvidaba hasta como se pronuncia una palabra, la forma de pensar y como reaccionar.