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— Bill, tienes que ayudarme. — escucho a Georg hablar mientras me arreglo para salir. No tenía un destino asegurado pero quería gastar.
— ¿Qué sucede, amigui?
— Tuve una pelea con Gustav, fue bastante fuerte y me siento mal.
— Oww. — dejo de lado la mascarilla de pestañas para poder levantarme de la peinadora e ir a abrazarlo. Unas cuantas lágrimas saltaron de sus ojos bonitos. — ¿En qué te puede ayudar la amiga Bill? Hará lo que sea por ti.
— Bueno... hay un bar gay en dónde chicos se visten de mujeres, tu me entiendes por dónde va la cosa, ¿no?
— Ajá...
— Me enteré por medio de una amiga que trabaja en el pub que... Gusi llegó con uno de tus exs. — remojé mis labios pensando. Miro cada uno de los anillos que se encuentran adornando perfectamente mi mesita de noche.
Cada anillo le pertenece a cada idiota que ha tratado de comprometerse conmigo, menos uno. El más tacaño de todos. — No tengo problema en que vaya porque se que él no me sería infiel.— ¿Entonces? — levanto una ceja, confundido.
— El problema es que fue con Tom, el hijo de perra que te engañó y lo va a convencer de acostarse con una de esas, Bill. Tengo miedo, lo amo en serio.
Ese mismo tacaño que no logré sacarle ni un centavo, fue toda una perdida de tiempo.
Suspiré con pesadez dejando de lado a mi amigo de bonita cabellera. Le doy la espalda sintiendo mi corazón latir desesperado. Tom me dejó dolor hasta para repartir, no quería verlo, me costó mucho superar su engañó y desde entonces soy así.
Un casa fortunas que pensaba que el dinero puede quitarte la tristeza y los problemas.
Me quitaba todos menos el de extrañarlo.
Mierda.
— ¿Y qué hago, Geo?
— Acompañarme para yo sacar a Gustav de ahí mientras tú lo distraes.
Estar cerca una vez más...
Quiero morir.
— Bill... — recogí mi bolsa de salida donde tenía cosas para arreglarme, las llaves de la casa, un perfume de emergencia y jalé la mano de Georg para salir del departamento. Nos subimos a su auto. En el trayecto terminaba de maquillar de forma temblorosa.
Es increíble que vuelva a sentirme así...
Masticaba algunos caramelos de menta para la boca en por si las dudas.
Al llegar estacionó bien el coche y entramos a gran velocidad. Ahí nos recibió un hombre que le quedaba demasiado genial el traje de policía.
Me gustaba mucho su cuerpo.