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A pasos lentos me dirijo a la habitación de Bill, mi roomie en la u y cuñado por parte de mi hermano. Di varios suspiros antes de golpear la puerta tres veces. Detrás de ella se escucha un "siga" medio arrastrado.
Agarré la manija para poder pasar.Lo que me recibe en su habitación es una espesa neblina con olor a marihuana.
Por supuesto que fui a abrir su ventana para que todo ese humo salga como si de una chimenea se tratara.
— Cielos, hijo... — murmura. Bill tiene los ojos rojitos y achinados de tanto fumar. — Estoy en un viajezote y vienes, mejor vete que en este estado no perdono a nadie.
— No. — quito las chanclas de mis pies para subirme a su cama y acostarme a su lado. Extiende el porro, lo recibí nada más para ahuyentar los nervios que sentía por lo que iba a pedirle.
— No vayas a decirle a tu hermano. — ríe divertido a carcajadas. — Me mata.
— Mierda. — expulsé el humo por la nariz y miro al techo. Le devuelvo el vareto empezando a marearme (ya que es primera vez). — Por poco y me parto de risa.
— Dios. — sigue riendo. — Ni al caso, cuñado... ¿para qué soy bueno?
— En este momento para todo. — nuevamente recibo el cigarro para fumarlo.
— ¿Qué es para todo, eh? ¿quieres que te venda, que te regale, que...?
— Ninguna de esas, Bill.
— ¿Entonces? — voltea para acostarse de lado y verme. A estas alturas ya no sentía nervios ni nada porque me pega rápido la hierba a mi.
— Voy a tener mi primera vez con un hombre y necesito saber cómo colocarla, como calentar... — remojo mis labios secos. Bajo la mano a su entrepierna y continuo: — ¿Me ayudas?
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— Claro. — rápido me levanté para ponerme sobre él, abrirle las piernas y acercarme con la intención de toquetearle pero sus nervios me hicieron detener. Lo miré a la cara con diversión. — ¿Eres virgen?
— Es que yo... ¡no quiero que me la pongas!
— ¿Acaso tú hermano te ha dicho que yo me dejo poner? — Tom niega con la cabeza, apenado y con el rostro sonrojado. — Yo le doy a él y en este caso si gustas también puedo ponerte a ti, no hay mucha diferencia, casi se parecen.
— ¿Qué tal los dos? — propone descaradamente. — Sería un secreto, Bill. Thiago nunca se enteraría, a parte somos amigos y los amigos se ayudan... pero para otra ocasión, este momento es de urgencia.