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— Quítale esa mierda, Gustav, ¿¡cómo es posible que le hayan puesto esa basura!?
— Yo no fui. — murmura ese Gustav. — Si la operación hubiera estado a mi cargo lo hubiera tratado como te gusta.
Estoy secuestrado y bajo el mando de Tom Kaulitz.
¿Cómo llegué a esta situación?
Pues entraron unos hombres con pasamontañas al spa de mi madre para llevarse todas sus pertenencias y tomarme a mí, ¿¡qué tengo que ver yo en todo esto!?
— Precisamente porque no quería que lo traten como a mí me gusta mandé a Georg. — respiraba aire puro cuando me quitaron la bolsa de la cabeza, me devolvieron la vista y la facilidad de mover la mandíbula tensa gracias a que quitaron la mordaza. Veo borroso, las luces de la habitación marean...
Parece que pasaron días sin poder ver.
— Buenas noches, Trümper. Que lastima que nos volvamos a ver de esta manera. La razón por la cual estás aquí es por culpa de tu madre, ¿entiendes? La zorra de Heidi tiene una deuda conmigo, es muy grande. Le facilité dinero para su prestigioso spa, dónde van personas de alta gama y no tuvo la concha de venir a dejarme un sueldo cada mes. — estaba rabioso, impotente pero no podía reaccionar, estaba ido. — ¿Recuerdas que fui a recibir unos masajes y tú me atendiste?
— Tom... — susurro levantando la mirada. Aquel hombre que tenía unas rastas preciosas tenía una mirada frívola, tanto que me erizaba la piel.
Vaya que olvidé la absurda explicación que me estaba dando y mi mente me llevó a la escena de hacia una semana atrás en dónde le hice masajes con escencias. Me ponía duro lo exhibidor que fue al momento de reposar su cuerpo en esa camilla, dejando ver su trasero redondo y lo mejor aún: la entrepierna.¡Le cuelga!
— ¿Qué culpa tengo yo?
— Acabo de tomarte como parte de un pago, joven Trümper. Eres mío hasta que la perra tome conciencia y venga a dejar el dinero o...
— ¡Pero usted se lo llevó todo! — exclamé. — ¡Dejó el local vacío!
— Y aún me debe. — esa risita sádica que tiene en los labios tenía ganas de borrarle a golpes o en el peor de los casos: a mamadas. — ...o, ¿acabo con su vida? esa me gusta más.
— ¡No! — grité sintiendo el miedo recorrer mi cuerpo, logrando que este cambie a una expresión de mal humor. — No quiero que le quiten la vida a mi madre, no lo soportaría...
— No me importa, Bill.
— Dios. — sollozo. Tengo un nudo atascado en la garganta, la rabia está acumulada en mi cuerpo. Remuevo mi cuerpo furioso tratando de soltarme de aquel agarre pero no puedo, solo me lastimo.