Detrás de la puerta

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La llamada desesperada reverberaba en el pequeño apartamento de Saúl, como un eco de la catástrofe que se desataba en el exterior. Saúl, con el corazón palpitando con fuerza, se acercó cauteloso a la puerta. Por sus gritos, Saúl pudo darse cuenta de que se trataba de una mujer.

Al asomarse por la mirilla, Saúl se encontró con una figura borrosa, empapada en sangre debido a la lluvia escarlata que caía del cielo. La mujer, de cabello oscuro pegado a su rostro y ojos desesperados, clamaba por refugio.

—¡Por favor, ábreme! ¡Necesito ayuda! —gritaba la mujer.

Saúl, con la mano en la cadena de seguridad, miró fijamente a la mujer a través de la mirilla,  evaluando la urgencia en sus ojos.

—¿Quién eres? ¿Por qué debería abrirte? —preguntó Saúl, con la prudencia marcada en su tono.

Con la mirada tensa y el cuerpo tembloroso, respondió rápidamente:

—No tengo tiempo para explicaciones largas. Si no me abres esos tipos me atraparán.

En ese momento, el sonido distante de un motor resonó en el aire, acercándose rápidamente. Saúl, con el corazón acelerado, pudo sentir la inmediatez de la amenaza.

—Por favor, necesito un lugar seguro. El mundo allá afuera se volvió una pesadilla —insistió la mujer, cada vez más nerviosa.

Saúl, con la incertidumbre aún presente en su expresión, tomó una decisión rápida. Deslizó la cadena de seguridad y abrió la puerta, permitiendo que la mujer misteriosa ingresara antes de que la amenaza que se aproximaba pudiera alcanzarla.

Un Cadillac se acercaba disminuyendo la velocidad poco a poco mientras pasaba por la calle Lunar. Un modelo que en otras circunstancias hubiera destacado por su elegancia, en se momento su presencia solo añadía un aire siniestro a toda la situación cargante. Avanzó lentamente frente al número 13, el apartamento de Saúl. El vehículo, cubierto en su totalidad por la lluvia de sangre, se deslizaba silenciosamente, como una sombra manchada por la violencia del caos exterior. Los hombres en su interior, enmascarados por la oscuridad del coche, redujeron la velocidad mientras examinaban la calle, pero no notaron la presencia de la mujer.

Saúl y la mujer, con la respiración contenida, se mantuvieron en un silencio incómodo hasta que el sonido del motor se desvaneció en la distancia. El peligro había pasado por el momento, y el apartamento volvió a sumirse en la calma tensa que acompañaba a la nueva realidad.

Con el suspenso disipándose, Saúl rompió el silencio.

—¿Quién eres? —preguntó Saúl, esta vez con menos desconfianza, pero con un deje de preocupación en su voz.

La mujer, aliviada por el escape momentáneo, tomó un respiro profundo antes de responder.

—Mi nombre es Morena Blume — le respondió a Saúl.

Morena Blume, era una prestigiosa y reconocida periodista, se había labrado un nombre en el mundo del periodismo por su valor y coraje incomparables. A lo largo de su carrera, había desmantelado varios carteles de drogas, destapado redes de corrupción política y desenmascarado a líderes empresariales corruptos. Su compromiso con la verdad y su habilidad para adentrarse en los rincones más oscuros le habían valido numerosos premios y reconocimientos en la industria del periodismo.

— ¿Espera, eres... eres Morena Blume? ¿la famosa reportera? —preguntó Saúl con incredulidad pintada en sus ojos.

Morena, con una sonrisa modesta pero llena de confianza, asintió mientras se quitaba parte de la sangre seca que la cubría.

— Sí, soy Morena Blume. Aunque en estos momentos, simplemente soy una mujer agradecida de estar a salvo. —respondió con la calma de alguien acostumbrado a los giros inesperados de la vida.

Con toda la sangre que cubría su cuerpo, Saúl no había podido reconocerla. Se detuvo por un momento a fijarse en ella. Sus ojos se posaron en cada detalle, en la cicatriz apenas perceptible en la mejilla izquierda, en el brillo astuto de sus ojos oscuros, oscuros como la noche que se cernía en ese momento, y en la elegancia con la que movía su figura esbelta. En ese instante, Saúl se sorprendió y pensó para sus adentros.

—¿Cómo esta mujer, que parece tan pequeña y delicada, ha podido realizar tantas hazañas como las que he leído en internet?.— Era una contradicción intrigante, una muestra de que la verdadera fuerza yace más allá de las apariencias, una lección que la presencia de Morena Blume en su apartamento le estaba enseñando de la manera más sorprendente.

— ¿Por qué te estaban persiguiendo esos tipos? — preguntó Saúl mientras veía a Morena con un gesto entre miedo y alivio.

—Estoy investigando una serie de asesinatos que han estado ocurrido de manera frecuente en los últimos meses aquí en Eclipsis.

Saúl oía atentamente mientras Morena seguía con su historia.

— Me dirigía a una reunión con una de mis fuentes mas fiables. La información que iba a recibir era crucial para avanzar en mi investigación.— Dijo Morena con un tono firme. — Pero antes de llegar al lugar que habíamos acordado, estos tipos me interceptaron. Fue justo en ese instante cuando se oyó el estruendo y empezó a caer esta lluvia asquerosa. Intenté perderlos entre las calles, pero eran persistentes. Corrí lo más rápido que pude, escondiéndome y dándoles esquinazo durante casi dos horas. Estaba realmente agotada, llamé varias puertas y nadie me quiso abrir, nadie salvo tú.

Saúl, sorprendido por la repentina intromisión de Morena en su vida, se encontraba en un dilema. Por un lado, la incertidumbre del apocalipsis y, por otro, una periodista perseguida que buscaba desesperadamente refugio. Lo que él aun no sabía es que ambas cosas estaban relacionadas.

Reflejos del apocalipsis: un diario en ruinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora