Morena no se esperaba ese recibimiento. — ¿Estabas esperando nuestra visita? — Preguntó.
Mi nombre es Luana Smith, es un placer conocerlos. — Se presentó mientras estrechaba la mano a cada uno.
Luana era la directora del colegio San Claret de la caridad desde hacía 8 años. Con su esfuerzo y mano dura, había conseguido que el instituto se posicionara entre los quince mejores del país, ocupando el puesto número doce. Las alumnas que allí se graduaban, eran admitidas con honores en la universidad y conseguían dejar muy alto el nombre de su profesorado, destacando entre las mejores de sus respectivas promociones.
A la edad de 48 años, dirigía el colegio más grande de la ciudad de Solaria. Una mujer tenaz, necia como ella sola. Alta, con el pelo rojo incandescente. Complemento perfecto para su gran carácter. Vestía un traje blanco, confeccionado en tejido de lana y algodón, hecho a medida. La señora Smith reunía todas las características que una líder debía tener.
—Si, los estaba esperando. — Repitió Luana.
— Dos chicas muertas, jóvenes, con edad de estar aún en el instituto. Era cuestión de tiempo que empezaran a ir por los colegios buscando información útil. — La capacidad deductiva de la señora Smith sorprendió gratamente a ambos.
— Entonces, sabrá a qué hemos venido. — Respondió Morena.
— Adelante, pueden preguntarme lo que deseen. — Dijo mientras se acomodaba en su silla.
—¿Alguna de las jóvenes asesinadas estudiaba aquí? — Comenzó el interrogatorio.
— En caso de que así fuera, ¿por qué debería compartir con ustedes esa información?. — La señora Smith se mostraba desafiante.
A pesar de que el asesinato de las dos jóvenes, ya era una noticia conocida en todo el país. Las familias afectadas decidieron no revelar ningún tipo de información a cerca de las víctimas para respetar su intimidad.
— ¿Esa es su forma de decir, que no tiene nada para nosotros que nos pueda ser de utilidad? — Contraatacó Morena.
— En ese caso no le hacemos perder más el tiempo. Muchas gracias. Vámonos Adrián.
—Esperen, esperen. — Contestó Luana al tiempo que les invitaba a sentarse nuevamente.
— Me hago entender. De los dos, que yo sepa, ninguno es policía. A no ser, que el guapo de su compañero tenga una placa bajo su ropa que quiera enseñarme. — Respondió Luana guiñándole un ojo a Adrián.
Adrián intimidado tragó saliva. — No señora Smith, no soy policía.
— Aclaradme pues. ¿Qué ganó yo colaborando con ustedes? Si es que fuera cierto que de alguna manera pudiera ayudarlos. — Luana Smith cruzó los dedos y se apoyó sobre sus manos, mirando fijamente a Morena esperando su respuesta.
— Ayudar con la investigación de dos personas que quieren justicia. ¿No le parece suficiente? — Ambos estaban aterrados con la frialdad que desprendía aquella mujer.
— ¿Justicia? — Preguntó Luana. — Dígame señorita Morena. ¿Qué es para usted exactamente, lo que está defendiendo como justicia?
Morena pensó bien su respuesta y contestó:
— Luchar contra aquello que ninguna persona debería sobrepasar y castigar a todo el que se atreva a hacerlo. — Morena se empezaba a sentir incómoda con la conversación.
— ¿Usted tiene la capacidad de castigar a aquellos que sobrepasan esos límites? — La señora Smith tomó la delantera en la conversación.
— Yo no, pero la verdad sí y para eso estamos aquí. Para poder reunir información de aquellas personas que crean en la misma justicia que yo creo. Y usted me hace pensar que tenemos posiciones diferentes.
— Defendió Morena su argumento como buenamente pudo.— No recuerdo haber mencionado, no estar de acuerdo con usted señorita Blume. Es más, le aplaudo ante lo que acaba de decir. — Dio un par de palmas que parecían bastante sarcásticas.
— De igual manera, siento desilusionarla pero ninguna de las dos muchachas estudiaba aquí. — La señora Smith giró su asiento, dándoles la espalda.
La paciencia de Morena estaba a punto de agotarse.
— Vamos Adrián, aquí estamos perdiendo el tiempo. — Dijo levantándose del asiento.
— Pero eso no quiere decir que no sepa dónde estudiaban — Habló Luana mientras levantaba la mano.
Se levantó del asiento y se dirigió hacia a ellos. Se apoyó en el escritorio, metiendo ambas manos en los bolsillos de su pantalón.
— No somos muchos colegios religiosos en este país, ¿sabe usted? Y lo que ocurra en cada uno de ellos, sea bueno o sea malo, nos afecta a todos de igual manera.
Festejamos los logros de nuestros compañeros, de la misma forma que lloramos sus penas. — El tono de voz y la cara de Luana habían cambiado completamente.— ¿A dónde quiere llegar? — Preguntó Morena sin entender sus intenciones.
— Las dos chicas que murieron, no estudiaban en Solaria. Ambas estaban matriculadas en colegios de la ciudad vecina, en Eclipsis.
—¿Le puedo hacer una pregunta? — Dijo Morena dirigiéndose a ella.
— Adelante. — Respondió.
— Los colegios a los que estas chicas iban, ¿son solo para mujeres?
— Todos los colegios que pertenecen a una orden religiosa en Luminara, practican la educación diferenciada, es decir, clases solo de hombres o solo de mujeres. Con esta separación lo que conseguimos es mejorar las oportunidades para cada sexo. Tratando específicamente a cada uno. Por lo tanto, si, eran colegios de señoritas.
—¿Podría darme el nombre de los colegios? — Continuó Morena con las preguntas.
— La joven de 15 años estudiaba en el Santa Dorotea y la de 17 en el Santa Teresa de las ánimas. — La señorita Smith empezaba a cooperar con Morena.
— ¿Me puede dar más información de los colegios? Por favor. ¿Dónde se encuentran ubicados? ¿Cuál es su horario de clases? Ese tipo de datos.
— El colegio Santa Dorotea, se encuentra al sur de la ciudad y tienen un horario escolar de 8:30 de la mañana a 14:30 de la tarde. Y el Santa Teresa de las ánimas está al lado contrario, al norte de Eclipsis. El horario escolar es exactamente el mismo.
Luana volvió a sentarse en su silla y continuó hablando.
— Hay algo más que puedo añadir. La muchacha de 15 años no llegó una mañana a clase y seis días después apareció muerta en el vertedero, al sur de Solaria. Y la joven de 17, no volvió a casa al salir del instituto y seis días después hallaron su cuerpo en los bosques del Norte.
—¿Qué la hizo cambiar de parecer y colaborar con nosotros? — Morena estaba confundida con el cambio tan drástico de actitud de Luana.
— ¿Te puedo hacer yo una pregunta? — Preguntó Luana.
— Claro. — Afirmó Morena.
— Te ves joven. No debes tener más de 35, 37 años. Lo que me hace pensar que, si tienes hijos, como mucho tendrán unos 7 años. —
— No tengo hijos. — Respondió evitando su mirada.
— Casi me creo tu cuento de la justicia. — La señora Smith que habían conocido volvía a aparecer en escena.
— Simpatizas mucho con esta situación. ¿Una sobrina? ¿Una hermana pequeña? Cuéntame Morena, cuál es tu gran ambición tras la verdad de este caso.
— Gracias por su colaboración Luana Smith, no tengo más preguntas que hacerle. — Morena le hizo un gesto a Adrián para irse.
— A sí que no estoy alejada de tu supuesta justicia, Morena Blume. — Insistió Luana.
— Que tenga una buena tarde señora directora.
Morena y Adrián salieron del despacho de Luana y se marcharon.
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Reflejos del apocalipsis: un diario en ruinas
AventuraEn las páginas de "Reflejos del apocalipsis: un diario en ruinas ", los destellos de una narrativa extraordinaria centellean. En el tranquilo día de descanso de Saúl Borth, las trompetas celestiales irrumpen con un estruendo apocalíptico, desencade...