VI.-Presagios

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Mina pensó que nunca volvería a ser feliz. Ella creía que su vida estaba acabada. Que ya no habia nada más. Que estaría sola hasta su hora de muerte, y que nadie sabría de ella nunca más. Después de todo lo que pasó ¿Que esperanza tendría de poder volver a confiar otra vez en alguien más?

Lo pensó una y otra vez, pero no había nadie más. Ni siquiera sus padres, o su hermano. Ni la que fue su mejor amiga. Ni aunque se encontrara con su alma gemela. Nadie podría ayudarla con su sufrimiento. Ella no podría abrir su corazón con ninguna de esas personas. Estaba tan encerrada en si misma y sus problemas, que no dejaba entrar a nadie más.

Se miraba así misma, con el cuerpo cansado y unas increibles ganas de dormir, dentro del elevador que bajaba de forma casi imperceptible. Y a su lado estaba Chaeyoung. Con una pequeña sonrisa.

¿Como resulto ser esa pequeña chica la que tendria la capacidad de ablandar su corazón? ¿Como las cosas resultaron de tal forma?

La mujer que no sonreía, se sentía extrañamente feliz. Y antes de demostrarlo, oculto sus sentimientos al ver la puerta del elevador abrirse.

—Lamento haberte hecho perder el tiempo, Chaeyoung. —Dijo Mina.

—No hay problema, Señorita Mina. —Respondió con una sonrisa.

—Ahora mismo me encargaré de que los supervisores te hagan la inducción, para que puedas continuar con tu trabajo.

—Muchas gracias. —Agachó su cabeza hacia Mina.— ¿Y que ocurrirá al final sobre lo que conversamos?

—Cuando termine la jornada, lo hablaremos.

Chaeyoung asintió.

—Bien. Entonces volveré a mi puesto. —Agachó su cabeza una vez más, pero ahora para despedirse. Esta vez mina asintió.

La pasante giró su cuerpo hacia la sala y comenzó a caminar. Pero antes de haber dado el primer paso, notó el como la mayoría de los trabajadores de la oficina las observaban de reojo a lo lejos. Se mantenían en silencio, pero con una mirada juzgadora que las analizaba de pie a cabeza. Son se sintió un poco avergonzada, aún así, siguió andando, esta vez clavando su mirada en la punta de sus zapatos.

Llegó hasta su escritorio, saco la silla de su lugar, y se sentó, manteniendo a cada momento cuidado de no hacer algún movimiento involuntario. Y la chica a su lado lo notó, pero fingia estar concentrada en la pantalla de su computador.

Chaeyoung había estado más de dos horas fuera de la oficina. Kim Dahyun, su compañera, no pudo evitar sentir curiosidad. ¿Que había estado haciendo Son Chaeyoung todo este tiempo junto a la señorita Mina?

—¿Tuviste algún problema? —Preguntó finalmente, desviando su mirada a Chaeyoung.

—No... ¿Por qué?

—Estuviste mucho tiempo fuera. Te perdiste la induccion. —Dijo con una ceja levantada.

—Ah... —Chaeyoung sintió un poco de vergüenza.— No fue nada. Es solo que la señorita Mina tenia algunas dudas sobre mi contrato.

Dahyun suspiró, y mantuvo su atención otra vez en la pantalla de su computadora.

—Lo entiendo. Espero que se haya solucionado.

—Creo que si se solucionó. —Son sonrió internamente.— Por ahora, solo debo esperar que el supervisor venga.

—No es que te quiera asustar, pero es bastante trabajo lo que hay que hacer. Cuando ese hombre te termine de explicar las cosas, debes dar tu máximo esfuerzo para lograr terminarlo hoy día.

—Voy a dar mi máximo esfuerzo. Aún así, espero que la señorita Mina entienda si no logro terminar. —Son tenía la confianza de que así sería.

—De igual forma, si termino esto antes de tiempo, intentare ayudarte. —Dijo Dahyun sin alguna expresión.

Chaeyoung finalmente mostró su sonrisa.

—Gracias. —Respondió Son.

—No hay de que. De ahora en adelante seremos compañeras. Hay que apoyarnos mutuamente.

La pequeña asintió. Se sintió bien al saber que no estaba sola en aquel lugar. Su nervios se fueron, y más calmada, espero en silencio a que el supervisor llegara.

Por orden de Mina, aquel hombre no tardó en llegar.

Una vez que Mina entró a su oficina, se dispuso a descansar en su silla. No estaba Minnie, y tampoco habia tantas tareas que hacer. Y si las habia, podría obligar a uno de sus trabajadores a hacer horas extras.

Por mucho que surgieran después de tanto tiempo aquellos calidos sentimientos en su interior, seguía siendo la jefa. Tenia que actuar como tal. Pero llevaba tanto tiempo en ese papel, que lo hacía de forma inconsciente. Como una rutina que seguía automáticamente tras cada posible situación que ocurriese en la oficina. Estaba programada para ser la jefa, y solo eso. A menos que alguien lograra sacarla de esa posición por unos momentos.

Sentada en la silla, se pusó a pensar nuevamente en todo lo que habia sucedido con aquella chica. Aún seguía siendo algo irreal. Probablemente llegaría a su casa, y dormiría pensando en lo que ocurrió. Su mente estaba saturada. Necesitaba descansar. Pero se obligaba a si misma a aguantar hasta que terminara la jornada. No podía mostrar signos de debilidad.

Con la computadora prendida, comenzó a revisar los pendientes que quedaban. Comprobó minuciosamente cada archivo, clasificando lo importante, para terminarlos en ese momento. Debido al tiempo que dedicó para solucionar su problema con Chaeyoung, no iba a poder terminar la cuota de trabajo que diariamente se exigía, pero tampoco iba a suponer un problema muy grande. Podría alcanzar el ritmo al día siguiente.

Mientra seguía analizando los documentos, una pequeña notificación se asomó en una costado de la pantalla de su computador. Era el aviso de que un correo había llegado. En su labor como jefa de oficina era habitual recibir todo tipo de correos, provenientes de distinto lugares dentro y fuera de la empresa. Sin embargo, el contenido de ese correo era de mayor relevancia que cualquier otro que haya recibido durante ese día.

En primera instancia, debido al enfoque que tenía en el trabajo que realizaba, dejó que el email se acumulará juntos a los otros más que mantenia sin leer. Pero como también era parte de su tarea el responder con especial prioridad los mensajes que le enviaban, no tardó en abrir aquella página en Internet, y comenzar a revisar con cautela cada una de las correspondencias que aparecían en pantalla, hasta llegar al último correo que había recibido.

No aparecía el nombre del emisor. Y la dirección del correo no le parecía particularmente familiar. Es más, entró en cierta desconfianza al pensar que podía ser un correo malicioso. Pero al momento de leer su contenido, se dió cuenta de inmediato del origen de ese mensaje.

"Tengo información importante. Dentro de la empresa solo el dueño y su familia lo saben. Por un tiempo pensé en que no deberias saberlo, porque también estoy involucrada en esto y podrias hacer algo que no esté dentro de lo que tengo planeado. Pero me veo en la obligación de contartelo, porque creo que no podre protegerla de él."

Como si de secretos de estados se tratase, Mina borró de inmediato el correo, pero no sin antes haber memorizado hasta la última palabra. Era algo no solo importante dentro de su labor como jefa, sino también para su vida personal. Si utilizara de manera correcta esta información, podría estar un paso más cerca de lograr su objetivo.

Con aquel mensaje en su mente, volvió una vez más a repetirlo en el interior de su cabeza.

"Dentro de mi oficina, hace un mes entró a trabajar la hija ilegítima del señor Minatozaki. Su nombre es Sana, y a pesar de que no lleva el apellido de su padre, ellos aún mantienen contacto. Ella es el primer hijo que tuvo, pero como nació mujer, y fue concebida fuera de su matrimonio, el señor Minatozaki la despojó de su derecho como hijo primogénito de ser la heredera de la empresa. Pero esto sólo si ella no muestra ser capaz de convertirse en una profesional. Como debes estar suponiendo ahora, Hirame está tras ella. Pero aún no sabe quién es. Aún así, tengo miedo de que ella muera sospechosamente un día producto de un accidente".

Ella esta mal - Michaeng Donde viven las historias. Descúbrelo ahora