PARTE 1

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"La otra cosa sobre los adolescentes de Higgs, y tal vez la mayoría de los adolescentes, es que no se esfuerzan nada por el noventa por ciento de las cosas. No creo que eso sea malo, porque ya habrá tiempo suficiente para que nos «esforcemos» más adelante en la vida; hacer un intento excesivo en este momento es un desperdicio de energía que bien podría dedicarse a cosas maravillosas como dormir, comer o descargar música de manera ilegal." 


Solitario (Alice Oseman, 2016)




— Entonces— digo entre lágrimas. El nudo en mi garganta me está matando a paso rápido, no tengo vida por delante. Estoy vacio.—, ¿asi se queda todo esto?— continuó. 
    Hay veces en donde las cosas no salen como deberían. La vida no está estructurada para que todo esté de acuerdo a la moral al cien. Hay cosas que se irán desbordando de mi propia vida, cosas que antes no consideraba apropiadas. De todos modos, no hay manera de plasmar tu vida perfectamente, sin dejar un solo trazo de más.

— ¿Porque eres tan cruel?— dice ella. 
    Mi propia madre ni tiene las suficientes fuerzas para poder pararse y hablar. Lo sabía, era una completa farsante y se supone que toda esas mentiras me las tenia que tragar. Grave error. Yo no era tonto, menos era amable con muchos. Me sentía solo incluso si tenía a una pareja maravillosa y amigos los cuales amo mucho. El pequeño retoño estaba durmiendo arriba, como si estuviera viviendo en esos cuentos de hadas donde nada malo pasa. Realmente quisiera vivir ahí, sin embargo, la vida ya no sería una sin los problemas. Tenía que ser alguien. Tenía que ser fuerte.
    Se acabó. Esto acababa de destruirme parte del alma, ahora me tocaba hacer algo en contra. Algo que tenía sentido. Después de todo, ya tenía 16 años (casi 17) ¿podría conseguir un s como cajero? Tal vez. No terminaria la escuela porque cada vez que volvía a mi casa, no podia dormir. Toda la culpa que lo había cargado a la supuesta mujer que un hombre debe amar toda su vida, estaba siendo una completa desalmada.
    — Tesoro...— sollozaba mientras repentinamente, se arrodillo en frente mio—... no te vayas. Por favor— su voz estaba quebrada, tanto como su mente.
    Empiezo a reír. Me empiezo a reír como un completo desquiciado. Yo ya no me distingo más, ni por propia voz y menos mi reflejo. Creo que soy un monstruo.
    
    Y ahí seguía ella, llorando desconsoladamente. No quería hacer nada. No quería gritar. No quería reclamarle por todas las cosas malas que había hecho. Estaba consumido por mi propia ira, quería irme a un lugar muy lejos y luego, quizás, volver algún día. Mi mochila ya estaba ahí, había dinero y ropas para unas semanas. Ricky y yo habíamos acordado en cometer lo que planeabamos hace mucho tiempo. 
    Estaba cansado de todo. Coji mi mochila y las llaves. Fui a la puerta y la abrí con todas las prisas que podia.

Hacia mucho frio. 

— ¡No, Alex!— grita desconsolada.
    — No despiertes a mi hermano con todo este alboroto— digo. Sonrío porque todo esto acabara, al menos por un tiempo— Come muy bien. Hazle caso a mi hermano.
    — ¡Cariño! ¡No!— dice entre lagrimas— ¡Tu padre ya no está y no puedo hacer esto sola!
    Analizo esas palabras. Tiene razón, había sido lo suficientemente difícil criar a un pequeño que no tenía ni padre, ni una madre responsable. Solo un hermano. Un hermano que lo amaba con todo su corazón. Uno que lo adoraba.
    Suspiro. Respondo de la mejor manera que se me hubiera ocurrido. Necesitaba hacerlo. Después de todo, ella era mi madre.
    — Te amo.— digo. Su llanto incrementa— Por favor, cuidate.

Y cierro la puerta. Sus llantos se escuchan de todas maneras. Tiro las llaves por debajo de la puerta, devolviendola a mi casa. 
    Me sentía liviano. Me sentía tranquilo.
    Suena mi celular. Es Ricky.
    — Apurate.— dice antes de colgar.
    Tenía un mapa en físico para poder guiarme. En una esquina, había una farmacia. Esa un referencia para ir hacia la estación. El tenia los boletos para los dos. Era hora.
    Corro con toda la rapidez posible que tengo para poder llegar hacia aquella esquina. Mis brazos y mis piernas trabajaban en coordinación. Todo era como un sueño, un lejano sueño.
    Las hojas del otoño crujían bruscamente al momento que lograba el piso. Los árboles estaban calvos. Los castaños cuyas sombras te daban un respiro del sol, ahora eran árboles sin nada, acompañados con el simple frio de la estación. El calor corporal era lo único que me respalda.

The Orange JuiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora