Aprecio como el subdirector desliza su viejo dedo sobre la pantalla del celular de Sam. Mientras que el señor viejo y regordete traía de acceder a la página con insistencia y desesperación, en lo único que pensaba Sam era suplicar para que no encontrara las fotos de mujeres encueradas en su celular. Lo gracioso es que no es la primera vez que le pasa algo así. Recuerdo bien una vez cuando la profesora de Español lo atrapo viendo algún video para adultos. Estoy seguro que se llevó la regañada de su vida— y los golpes en la casa—. De todas maneras, ese no es el foco de concentración aquí.
— ¡Malditos aparatos!— exclama el señor Richard.
Richard es uno de esos señores de la epoca antigua donde los chicos no podian tener el pelo largo o las chicas el pelo corto. Menos pintarse el cabello. A lo que voy; vieja escuela y conservador. Pero hay ventajas. Cada día de la juventud nos da pizzas para disfrutar y nos deja salir temprano de esta carcel educativa. Son de esos señores que, ignorando toda la mierda machista y sexista que hay debajo, son como un repuesto para los abuelos.
Aunque todavia no estoy seguro si el durará unos cinco años más. Esperemos que sí.
— Ya le dije, señor. El enlace lo lleva a donde esta. No hay ninguna encuest, ¡ni siquiera algo que tenga que ver con eso!
Sam se ve cada vez más nervioso e intenta persuadir a Richard a toda cosa. Pero no lo logra.
Richard coje el telefono de Sam con más fuerza.
— ¡Aquí esta! ¡Todos lo vieron!— dice señalando la pequeña pantalla que apenas podemos visualizar. Por lo que puedo ver, es la misma publicación que todos tienen— ¡Esa es su confesión, ellos son criminales! Y ustedes son su presa... ¡¿No han notado el peligro en el Enternet?!
"Es 'internet'" quiero decir, pero me arrepiento al ver la vena que palpita en su frente.
— Ese señor esta definitivamente loco— me susurra Carla. Yo solo asiento mientras veo todo el espectáculo. Es algo gracioso e interesante, si sabes de donde mirarlo.
— ¡Ustedes no deben tener contacto con este tipo de organizaciones! ¡Y menos seguirlas! ¡Les ordeno que los bloqueen! ¡Ya mismo!
Apuesto que el grito se debio escuchar a través del todo el pasillo.
Ante la orden del señor Richard, todos parecen obedecer al instante. No creo que sea porque el, en efecto, es nuestro sub director. Mas bien, parece que lo hacen para que finalmente se calle y no gaste su voz— ya desgastada— en cosas inmundas como esa. Es eso o los estudiantes han sido sometidos a algun tipo de lobotomia manejada por la institución.
Agarro mi celular. Estoy a punto de picarle a los tres puntos y luego bloquear.
Pero algo me interrumpe. Un sonido.
Mejor dicho, un sonido NOS interrumpe. Y no viene del salón; es de afuera, del pasillo.
Un simulacro.
— ¿Pero que demonios? ¿El simulacro no estaba planificado para el jueves?
Bueno, al menos Richard se molesta en avisarnos las cosas.
Antes de darme cuenta, los chicos en el salón corren como liebres hacia la puerta de salida que da al pasillo. Veo que otros salones tambien corren en dirección donde viene el sonido. Hasta los profesores corren rapidamente.
— ¿WTF esta pasando?— Carla expresa un disgusto demasiado evidente en su cara porque la botella de esmalte rosa acaba de ser derramada por el grupo de chicas que estaban detras de nosotros— ¡Carajo! Mi mamá me trajo ese maldito esmalte de París.
No se que decir. Estoy abrumado. Acaban de pasar tantas cosas en tan poco tiempo. No se en que pensar primero; si en Carla, en el simulacro, en los ataques o en mi mismo. Infiero que ninguna de las opciones me llevan a ningún lado. Estoy empezando a sentir algo confundido.
Así que corro hacia la puerta.
— ¿A donde....— escucho a mi mejor amiga decir mientras el ruido y el ritmo al que corro hace desvanecer y focalizar mi atención en mi meta: el patio de futbol.
Para explicar un poco más, el patio de futbol es malditamente enorme. Es usado para obras de teatro, conciertos, olimpiadas escolares e incluso para las evacuaciones y simulacros. Supongo que es mejor uso que acumular a un grupo de chicos fanaticos de futbol para que luego hagan un desastre que no se ha visto nunca. Es una decisión algo inteligente, más no totalmente perfecta. Ese lugar es un recordatorio de que no importa cuando o quienes, siempre serán chicos los cuales querrán jugar futbol sin importar la gravedad del asunto. Supongo que el universo los hizo así.
¿Pero por qué no a mi?
Por fin logro llegar al campo.
Hay una gran multitud que se esparce por el inmenso campo verde, acompañado por la cancha atletica que lo rodea. Si me lo preguntas, es como ver algun concierto local donde se utiliza un espacio improvisado, como bien podría ser un estacionamiento abandonado, o ese tipo de cosas. Dirijo mi cabeza por todos lados, logro ver a casi todos en grupos de cinco a más. Todos tienen a un grupo de amigos a quien recurrir. Me percato que si no fuera por Carla, entonces no tendría a nadie con quien hablar, ni a quien pedir ayuda en clase. Solo soy un fracasado social.
Me acercó algo más hacia el otro extremo de la cancha, donde puedo observar a algunos profesores que mantienen la expresión seria acompañados de micrófonos y parlantes. Se ve que lo han hecho en último minuto. Se ve que esto no ha sido planeado. Quizás fue un accidente. Un accidente no calculado por ellos.
En los espacios más cercanos donde estan los adultos, estan los populares. Son los más entrometidos. Esta Duke— capitán del equipo de futbol—, Drake— un baterista-futbolista que siempre anda en fiesta en fiesta, Janet— la popular que se ha metido con mitad de los chicos más guapos, y un par de cretinos más. No se porque los odio tanto. Tal vez es un problema mío. Por otro lado, no veo respuesta alguna al llamado. Todos hablan. Puedo ver al otro grupo de profesores con expresiones preocupadas y algo alarmadas. Decido rodear al denso grupo de personas que se encuentran adelante mío, pero desgraciadamente choco con alguien.
El chico suelta un quejido de dolor. Abro los ojos para segurarme que este bien. Y, al instante, desearía no haberlos abierto nunca.
Ahí esta. Alvaro. Otra vez. ¡Mierda!
— ¡¿Cual es tu proble— se interrumpe cuando me ve de cabeza a pies. Como si estuviera fascinado, abre su boca y deja soltar una carcajada, pretendiendo asombro.— Oh, Clover. No te esperaba ver aca.
No digo nada. No digo nada. No quiero decir nada. No se que hacer.
— Hola— digo a secas. Me doy media vuelta y trato de esconderme en la multitud, pero uno de sus amigos me coje por el hombro. Es Alfred.
— Hey, hey hey... nenita. No sabia que las putitas andaban por aquí— dice, y como si se tratase de algo sacado de una fantasía, su lengua frota mi cuello levemente. Empieza a carcajear.
El frío y el asco que siento por su lengua me hace retraerme. El la mueve. Trato de alejarme pero sus brazos empiezan hacerme daño. Nadie me escucha, siempre ha sido así. No hay nadie que pueda ayudarme ahora. Nadie se esta dando cuenta.
Esto no está pasando. Es mi culpa
Esto no hubiera pasado si les diera un puñetazo.
Pero no puedo. No quiero eso.
¿Por qué me siento raro? No debería sentirme así.
No, no, no. No quiero que se repita lo del año pasado.
Por favor, no—
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The Orange Juice
Ficção AdolescenteDesde que Clover entró a tercero de secundaria, la vida se ha tornado algo más oscura. Tareas, bullying, peleas con amigos, rebeldía, peleas con su madre... ¿ataques escolares? Como sea, el año no está siendo fácil desde que un grupo de estudiantes...