6. Hierbas, lapiceros y decepciones

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— Pensé que ahora lo ensuciarían con más gentileza— dice Philip mientras levanta el cubo verde que contiene agua—, pero esto me hace perder fe en la humanidad

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— Pensé que ahora lo ensuciarían con más gentileza— dice Philip mientras levanta el cubo verde que contiene agua—, pero esto me hace perder fe en la humanidad. Malditos pubertos.
    Son las cuatro de la tarde. Ambos estamos parados frotando los vidrios con un paño seco de color amarillo. Yo tengo los guantes y he traído prácticamente todo el material para limpiar la parte trasera de la escuela. Desde que los bromistas empezaron a molestar, el equipo de limpieza voluntario ha parecido reducirse cada vez más. ¿A quién le gustaría limpiar mocos pegados en pizarrones o chicles con bolas de pelos en pupitres? Eso es lógico y razonable. Ningún niño debería hacer esto. Sin embargo, ofrece algunas ventajas que me podrían servir: notas, reputación entre los profesores, puntos de conducta y... bueno, gastar tu tiempo si no tienes nada que hacer. Ya que yo tengo muchos materiales de limpieza y prácticamente tengo un pasatiempo por limpiar mi casa, es algo a lo que le puedo sacar el jugo.
    Philip se harta y exprime el trapo mientras suelta un grito de frustración.
    — Está mierda no sale. ¡Carajo! ¿Por qué la gente se molesta en hacer estas suciedades tan complejas?
    Me encojo de hombros. No tengo mucho que decir al respecto.— Adolescentes.— digo, como si fuera un viejo de cuarenta quejándome de la juventud.
    Sigo limpiando cada parte. Se me hace entretenido por un tiempo hasta que noto que el color permanente naranja no está saliendo. Si lo vieras desde mi punto de vista, verías algo similar a un collage hecho con todo tipo de basura. Sin embargo, el color anaranjado parece formar una figura algo peculiar. Sigo la raya con mi mano y el trapo pretendiendo que lo quiero sacar, pero solo sigo el rastro.
    — Mi nota baja de matemática no vale esto— comenta.
    Empiezo a pensar en los exámenes de matemática y en los de ciencia: soy una basura en cualquier cosa que implique inteligencia, el tipo de inteligencia que la escuela demanda y las universidad también. Ese es mi problema con casi todo el mundo y la forma de funcionar.
Creo que, después de todo, yo soy el principal problema.
Me empiezo a preguntar acerca de lo que estoy limpiando y luego pienso en porque llegué aquí. Me repito a mí mismo que esto vale la pena. De todas maneras, mi madre vendrá mañana a la casa y todo volverá a ser normal. Al menos mi hogar no se sentirá tan desolado como suele ser estos últimos días. Empiezo a humedecer el trapo otra vez con esperanzas de disolver el tinte naranja que se aferra a la pared hecha de ladrillos que, por desgracia, son parte de la fachada y dan mala imagen a la escuela. En vez de verse como una decente, pareciera como si un grupo de vagabundos y adolescentes mal comprendidos vinieran a hacer una interpretación bizarra sobre todas las pinturas alguna vez creadas. Creo que quieren transmitir arte, sino no habría explicación para este garabato bien estructurado. Para mí mala suerte y creo que para mala suerte de todos, esto no viene con algún extra beneficioso. Diría que hasta esto incomoda los horarios y las clases normales, y movimiento y rotaciones en los salones. No se como llegamos aquí. Si tan solo la gente se hubiera dado cuenta y por primera vez le hubiera puesto importancia, tal vez no estaríamos aquí, arrepintiéndonos y quejándonos de los errores cometidos en el pasado.
— ¿En qué piensas tanto, Clov?— interrumpe mis pensamientos el chico de buen porte y cabello corto que tengo al lado.
Philip es de ese tipo de personas pretenciosas que llegan a ser algo molestas. Pero luego te sientes culpable porque no te hace daño alguno directamente. Diría que su sola existencia me incomoda; su forma de hablar, sus participaciones, su forma de caminar, sus chistes, sus interrupciones en clases, los cumplidos que los profesores le dan, y diría que otros más.
— En nada particular— digo mientras alzo el balde para remojar una parte de la pared la cual parece muy maltratada—. Simplemente en cuando terminaremos esto.
El me da una mirada de fastidio mientras gira sus ojos como desinteresado pero a la misma vez frustrado. Me empiezo a preguntar si mi odio tiene justificación alguna o si solo soy un patan egoísta por excelencia.
— Supongo que es verdad. Aunque debo resaltar que te ves realmente abstracto— comenta. Se me queda viendo un rato pero yo no digo nada. No tengo palabras para continuar. Solo quiero terminar esto e irme a casa.
— No lo sé.
Chasquea la lengua.— ¿Qué no sabes?
— Digo, si esto está pasando, si esto realmente está pasando— hago énfasis en el "realmente" para luego dejar caer la esponja accidentalmente— entonces, ¿cuál es el propósito?
Philip deja de hacer su limpieza para luego darse una mitad de vuelta para dirigirse hacia mi.
— ¿A qué te refieres?
— A todo el rollo de la escuela. Las bromas, los mensajes, esto... todos lo saben.
Dejo que un suspiro invada el ambiente y me agacho para recoger mi esponja del suelo. Y luego remojarla para seguir forrándolo contra la pintura.
Esto es tan tedioso.
— Yo tampoco lo sé— responde—, pero si tuviera que especular sobre ello, diría que son unos trolls, como esos de internet.
— ¿Solo eso?— respondo con insatisfacción— ¿Y toda la mierda dónde queda? ¿A quienes les juegan la puta broma? Digo, no tanto esfuerzo para decidir joder a toda la secundaria para terminar en "Es solo una broma." ¡Maldita sea! Que excusa tan floja.
Hay silencio. Se que dije muchas de esas cosas en voz alta, las cuales me arrepiento inmediatamente de decir apenas veo a mi compañero y su gesto de indignación. Como lo odio. Como me odio por odiarlo. ¿Que siquiera es el odio? ¿Otro sinónimo para "disgusto"? En mi mente, realmente quisiera que lo fuera, porque de lo contrario, he odiado a tanta gente en toda mi vida que es poco sano.
Solo deseo que se Ian palabra. Y ya.
— Vocabulario.
Finjo hacer un gesto de vergüenza para que se quede tranquilo.— Lo siento, Philip.
Ambos nos quedamos mirando mientras vemos como un camión con troncos pasa en la pista principal— algo incómodo para la ocasión—. Aunque ambos estemos en el mismo grado y en la misma clase, no parece como si viniéramos de mismas escuelas. El es tan quisquilloso con la ropa y en los demás, como si fuera un maldito príncipe o un rey. Yo, por otro lado, soy un completo perdedor. Soy un acosado. Soy alguien que prácticamente es un desperdicio para el planeta. Soy una mierda.
Soy una mierda.
Soy una mierda.
— En parte, tienes razón.
Abro mis ojos con cautela mientras mi cabeza se torna a la misma altura de la de él. Sus gafas son exageradamente grandes con un grosor negro que lo hace ver como un completo nerd sacado de alguna película de los '80. Creo que algún productor de Hollywood puede llegar a contratarlo. El es todo un personaje.
— Me refiero al punto de todo eso— continúa. Su brazo se dirige estratégicamente al balde y remoja la esponja, y hace una maniobra para frotar los restos de la pintura desvanecida.—. Al menos un niño pequeño tiene razones para derramar una jarra de agua; un accidente. Sin embargo, este grupo parece simplemente hacer vandalismo...
— Supongo que solo son rebeldes, ¿no?
— Si, pero mi punto es que debe haber razón. Todas las revoluciones pasan por algo. La revolución francesa, la revolución Iraní... ¡incluso la revolución industrial! — toma un suspiro y me mira fijamente.— ¿Entiendes? ¡No tiene sentido!
Empiezo a reflexionar sobre aquello. Una parte de mi le da la razón. La otra, se va por el camino de revolución y el progresismo. Tal vez el anhelo por un cambio en una sociedad donde nadie ve el problema— excepto las minorías—. También me pregunto si algún profesor tiene alguna pista. Los problemas y el acoso siempre ha pasado en mi institución. Siendo honesto, parece más un espacio donde todos se pueden echar odio sin ser atrapados por más de un año. Es el infierno, al menos, eso es para mi.
— No lo se— murmuro.
Y la conversación se cierra.
No tuvo sentido. Creo que casi nada lo tiene.








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