"¡Aquí no es hotel!"

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⚠️ ADVERTENCIA⚠️
ESTE CAPÍTULO TIENE UN POCO DE LENGUAJE VULGAR
ESCENAS SUBIDAS DE TONO
Y TEMAS DE ADULTOS
LEER BAJO SU PROPIA RESPONSABILIDAD.



¿Te ha pasado que pruebas algo por primera vez y te haces adicto a eso?
Como que tu cuerpo comienza a creer que lo necesita sin importar el lugar.
Buscas más y más y no parece ser suficiente.

Pero no, no estoy hablando de drogas.
Tiene que ver con algo más... Intimo.

Y es que aún si Roier tenía las hormonas alborotadas, después de su primera vez con Spreen, estás se desataron peor.
Ya no podía pasar ni veinte minutos a solas con él cuando ya se estaban besando y metiendo mano.

Ya habían sido contadas las ocasiones donde esto casi los mete en graves problemas.

No solo era en la casa de alguno de ellos, se habían atrevido hasta a hacerlo en lugares públicos.
Claro, no hacían un show, pero cuando menos se daban cuenta ya estaban metidos en algún closet o aprovechando que la oficina de Luzu estaba sin llave.

Al empezar con esto claro que Roier habló con Spreen.
No quería hacerlo sentir obligado a ayudarle en eso.
Pero pronto se dió cuenta que no era el único en ese estado.

Los besos más tiernos se volvían atrevidos cuando sus lenguas se tocaban.
Labios hinchados y respiración acelerada por negarse a apartarse.

Después de cada encuentro descubrían más cosas uno del otro.
Como aquellos fetiches del moreno que fueron la gloria para Roier.

Mordidas, rasguños.
Puta mierda.
Era un masoquista de lo peor.
Las bufandas y cuellos largos se volvieron una parte importante de su closet para poder disimular un poco lo salvajes que llegaban a ponerse.

Eso sí, seguía sin poder disimular el cojeo que le quedaba al final.

Ahora estaban en la casa de Roier "estudiando", claro.
Si es que así se le puede llamar.
Los libros ya estaban incluso en el suelo.

Sus cuerpos unidos en un apasionado beso que era dominado por el híbrido.

Sus colmillos rozándose contra esos labios, lenguas entrelazadas y unas traviesas manos debajo de la ropa.

- Mhh~ Spreen...- jadeo con las mejillas completamente rojas.
El cuerpo encima suyo le hacía sentir tan caliente que la ropa le molestaba.

- ¿Querés que te haga sentir bien?~-  susurró comenzado a desabrochar el pantalón ajeno.
Su mirada no se apartaba de él.
Era hipnotizante, erótico.
Solo él tenía la suerte de verle en este estado.

Apenas estaba bajandole la prenda cuando el agua fría cayó sobre ellos.

Asustados se alejaron, siendo que Spreen terminó en el suelo y Roier sintiendo como la temperatura se le bajaba de golpe.

- ¡Aquí no es un pinche hotel para que hagas sus cochinadas!- gritó muy molesto Quackity con un balde de agua en sus manos.- Sabía que andaban de puercos cuando note la puerta con llave, ¿Pero que creen?
Siempre tengo una copia extra.

Ambos chicos estaban avergonzados, intentando acomodarse la ropa y agradeciéndole a los Dioses que apenas estaban empezando y no les encontraron tal cual vinieron al mundo.

- Mira osito Bimbo quemado. A tí no te puedo agarrar a chingazos, bueno, puedo, pero no debo, así que mejor te vas o pasas al baño, te bajas esa casa de campaña que tienes en el pantalón y te me vas a tu casa. ¿Entendido?

Spreen asintió cubriéndose con un cojín esa parte de su anatomía que estaba más que despierta en estos momentos.

- Y tú, pinche chamaco cochino.
¿Mínimo tenían condones?
¿O te los ibas a tragar?

Ante esa pregunta la cara de Roier se puso más roja que la nariz de Rodolfo el reno.
¿En serio hablarian de eso?
Mejor que solo le castigue, le pegue con la escoba o lo que sea.
Pero por favor.
Que no tengan esa charla.

- Mamá... - se llevó ambas manos al rostro.

- Ay sí, ay sí, mucha pena. Pero no fuera al estar cogiendo porque hasta de gritos das y le haces caras de mona china al oso pulgoso.

Se quiso hacer más bolita en el sillón pero pronto Quackity ya le estaba jalando de las orejas.

- ¡Me estás mojando los muebles!- lo jaloneo un poco más como su fuera un niño travieso- Ve y bañate con agua fría porque aún andas caliente y luego te me enfermas.

Roier asintió de camino al baño, ¿Las cosas podían ser peor?

Y claro que la vida era una hija de puta, porque al apenas abrir la puerta vio lo que sería su perdición.

-¡¿Roier?! - jadeo avergonzado el moreno mientras notaba como este entraba y cerraba la puerta detrás suyo.

- Pensé que sabías que mi mamá decía con sarcasmo lo de calmarte.- se arrodilló frente a él dispuesto a ayudarlo.- Pero podemos hacer caso.

Vio aquel brillo en sus ojos y sabía lo que se venía.
Bueno... Ustedes entienden.

- N-no Ro... Tú mamá puede entrar, vernos así, decirle a mis viejos y...

Solo basto con volver a sentir esos labios para que todas sus neuronas junto con su sentido común se fueran a la mierda.
Colocó sus manos sobre el cabello de Roier y se dejó llevar.

Bueno, más jodidos no iban a estar.



Karmaland Next Gen: Little adventure.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora