Capítulo 10 - Experta mentirosa

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Sonrió de forma nerviosa, tomó una gran bocanada de aire y...

–Necesito ponerme algo de ropa y alistarme.

No podía hablar de algo tan serio cuando ambos se encontraban en la cama, desnudos y con sus vergüenzas cubiertas por una fina tela.

–¿Qué le parece si le preparó un buen baño? Aunque con una condición, que me deje compartirlo con usted.

Deseaba soltar esa secreto que llevaba tanto tiempo ocultando, pero era incapaz de negarse a una petición tan atractiva. Asintió pensando que aquello le ayudaría a ordenar sus pensamientos.

Santiago le regaló una sonrisa e ingresó raudo en el baño. A los pocos minutos, escuchó el agua correr y el vapor saliendo por debajo de la puerta. Cuando entró en el lugar, una pequeña risa se escapó de su boca.

Estaban en la madrugada.

A punto de tener una conversación que cambiaria sus vidas.

Y Santiago acababa de preparar un baño de la más de apetitoso.

–Permíteme que la ayude.

Santi le ofreció su mano para entrar dentro de la bañera. Él la siguió y juntos se introdujeron en esa agua ardiente que relajó la tensión de sus músculos en cuanto adoptaron una posición cómoda en la que Santiago se sentaba tras ella y la abrazaba con ternura.

Su lugar favorito.

Ajenos a los problemas del mundo que les rodeaba.

–¿Te estás quedando dormida? –preguntó Santiago con una media sonrisa.

–Casi –sonrió de vuelta–. Necesitaba mucho un baño como este.

Santiago no habló, solo besó y acarició su cuerpo como respuesta.

Perdió la noción del tiempo, siendo el agua fría el que indicó que debían de salir de aquella realidad y regresar al mundo real. Se alistaron y Santiago decidió preparar algo rico de comer.

No tenía mucho apetito, su estómago estaba cerrado.

–Me vas a odiar.

La lastimaba el ver como ese hombre se preocupaba por ella y la cuidaba con cariño y amor.

–Jamás podría odiarte –contestó Santiago mientras disponía sobre la mesa varios platos con diferentes alimentos.

Lo hará.

Aquello era muy importante como para ignorar lo que suponía.

Hasta ahí llegó.

Gaby merecía conocer sus orígenes.

Santiago merecía conocer a su hija.

–Me asusté –comenzó cuando Santiago y ella tomaron sus respectivos asientos–. Deseaba hacerlo y estuve muy cerca de ello, pero cuando hablamos aquel día en el parque y me confesaste que Julia estaba embarazada y que se casarían...– Aún dolían esas palabras. –No pude hacerlo. No quería romper una inminente familia ni arruinar su felicidad.

Santiago la escuchaba con atención, sin perder la sonrisa y estirando su brazo para que sus manos pudieran unirse.

–Solo te ruego que no la castigues a ella por mis actos.

Santiago parecía confuso.

Respiró profundamente y...

–En la noche que compartimos quince años atrás, yo... Quedé embarazada –no esperó a la reacción– Gaby es tu hija.

Efecto Mariposa (Mentiras Perfectas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora