Un aroma familiar mezclado con café provocó que sus ojos se abrieran. No recordaba nada, o recordó todo cuando su mirada se centró en la figura que se movía en la cocina, ajena a estar siendo observada.
Alicia se revolvía en la comodidad de su hogar. Abría los armarios, sacaba el menaje, regresaba a comprobar el café. Se preguntaba qué hora sería o cuanto tiempo la mujer llevaba despierta porque esta vestía impoluta, preparada para comenzar un día del cual, él prefería continuar acostado.
–¡Ay!
Alarmado por el pequeño grito de Alicia, se incorporó y no tardó en posicionarse junto a ella, esta se aprisionaba un pequeño corte en la palma de la mano.
–Déjame ver.
–No es nada –dijo mientras le mostraba una pequeña línea roja de la que brotaba un poco de sangre.
–Eso lo determinaré yo, que soy el doctor –tomó con delicadeza la mano y comprobó que no necesitaba sutura alguna–. Creo que sobrevivirá.
Alicia le regaló una enorme sonrisa, de esas que iluminarían hasta el día más oscuro.
–¿Café? –preguntó ofreciéndole una humeante taza.
–Por favor.
El día anterior apenas había probado bocado y ahora estaba famélico.
–Hay pan, mantequilla... Y mantequilla y pan –Alicia miraba avergonzada–. Disculpa, pero la cocina es territorio de Gaby.
Soltó una carcajada, una genuina, una real.
Hacía cuarenta y ocho horas que su vida cambió de forma radical. Pensó que jamás se recuperaría, sin embargo, ahora no sentía dolor u odio... Alicia era una brisa de aire fresco que regulaba el día más caluroso o el sol en una mañana de lluvia.
–Me decantaré por el pan y la mantequilla.
–Excelente elección, caballero.
Desayunaron en silencio, disfrutando de la necesidad de no tener que hablar. Con Julia se sentía en la obligación de sacar un tema de conversación, de divertirla, de impedir que se aburriese... Con Alicia no le ocurría, aunque en muchas ocasiones eso era debido a que su amiga era una alma vibrante que no cesaba de hablar.
Hoy era diferente.
Alicia estaba extrañamente callada.
–Tienes un sofá muy cómodo.
Alicia miró por encima de su hombro hacia el artículo y se encogió de hombros.
–Eso dice Gaby.
Definitivamente, algo la incomodaba. No sabía si era su presencia o...
–¿Santi, estás bien? –preguntó Alicia con preocupación haciendo a un lado su taza de café.
La miró confuso.
–¿Por qué no debería de estarlo?
–Por lo de... Por lo de que Matías no es tu hijo –Alicia contestó en voz baja, como si temiera que alguien la pudiera estar escuchando.
Se estaba llevando un pedazo de pan a la boca cuando su mano se congeló en el aire.
Lo había vuelto a olvidar.
Por un momento desapareció de su mente el drama con la infidelidad de Julia, la traición de Cristóbal... Y Matías, un chico al que había criado como un hijo.
Se había dejado llevar por los sentimientos que le producía estar compartiendo espacio y tiempo con Alicia, recreando una estampa doméstica que le hubiera gustado que fuera real. Si los astros se hubieran alineado, puede que aquel café fuera una rutina habitual en su vida.
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Efecto Mariposa (Mentiras Perfectas)
Fiksi PenggemarSi el simple aleteo de las alas de una mariposa puede provocar una catástrofe sin precedentes al otro lado del mundo... ¿Qué caos podría traer para dos amigos cuando esa misma mariposa decide mover las alas delante de sus ojos?