🖤​FRAGMENTO 11🖤​

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Disparador: voz, alba y veneno

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Disparador: voz, alba y veneno.

Escrito por: 3rramos33

Fragmento:

Fue su bella voz la que acabó con nuestra historia de amor al decir "sí, acepto" y unir su vida con la de mi mejor amigo.

Con los colores del alba resplandeciendo en mis ojos y las suaves melodías de marimba a mis espaldas, saqué la rosa que había comprado para ella y la tiré al suelo polvoriento. Destruí la flor con mi zapato, ya nada tenía sentido.

Una gruesa lágrima bajó por mi mejilla mientras bajaba la mirada, tratando de tapar mi rostro con mi sombrero. Pensé por un momento en todos los sueños a los que había renunciado por estar junto a ella.

Un juguete, para Josefina solo fui un juguete con el que se divertía en la ausencia de Rómulo.

—Don Felipe, qué desagradable sorpresa encontrarlo aquí.

Escondí entre la tierra la flor destruida. No hubo necesidad de darme la vuelta para saber a quién pertenecía esa voz chillona. Azucena jamás se molestaba en ocultar su desagrado hacia mí.

—¿No deberías estar bailando con todos los invitados? Tal vez encuentres marido, uno que no estire la pata antes de entrar a la iglesia.

Eso salió de mi boca sin pensarlo. Trataba de fijarme en las desgracias ajenas para no enfrentar las mías.

No era secreto que todos los pretendientes de Azucena morían de forma extraña antes de casarse con ella. Eso había teñido sus días de una tristeza profunda. En el pueblo rondaban las habladurías de que mi vieja enemiga estaba maldita, de que el diablo la quería como su mujer.

—Cuide sus palabras, Don Felipe. No querrá que todo el pueblo se entere del frasco de veneno que guarda en su cinturón y que planeaba vaciar en la copa de su buen amigo Rómulo.

Tosí un par de veces y la angustia se apoderó de mí cuando la silueta de Azucena se mezcló con los primeros rayos del sol.

—No... no sé de qué hablas.

—Es increíble lo que puede hacer un corazón roto, corrompe hasta el alma más pura. ¿No lo cree?

Bajé la mirada, lleno de vergüenza. El veneno lo había comprado en un ataque de ira al enterarme de la traición de Josefina. No planeaba usarlo... o más bien, no tuve la oportunidad de hacerlo.

—Me ayudará con un par de asuntos y nadie se enterará de ese veneno —dijo Azucena, con la maldad destellando en sus ojos.

Me pasé ambas manos por la cara, sin poder creer cómo arruinó mi vida ese falso sentimiento que antes llamaba amor. Le cedí a Josefina mi casa, perdí mi trabajo, dejé ir muchas amistades leales y lo peor de todo: estaba a punto de convertirme en el cómplice de la arpía más despreciable del pueblo.

Y todo por entregarle mi corazón a la mujer equivocada.

Y todo por entregarle mi corazón a la mujer equivocada

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