Capitulo 28

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Aunque sé que Carlos no está en casa, no me emociona precisamente acercarme a su casa

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Aunque sé que Carlos no está en casa, no me emociona precisamente acercarme a su casa. Si no estuviera tan interesado en ayudar a Liam, esperaría a las noches en que Sergio pueda venir a verme. Pero como me dijo cuando me contó la ridícula pelea que tuvieron en el entrenamiento del otro día, acordaron que no me acercaría a ver a Sergio, y técnicamente no lo estoy haciendo.

Si resulta que está en casa después del entrenamiento para cuando yo termine, no se me puede responsabilizar de ello, ¿no?

Me alegro de que las cosas estén al descubierto. Todo el mundo lo sabe, y una vez que Carlos se acostumbre a la idea, seguramente entrará en razón. Eso espero.

Sólo tengo que llamar una vez antes de que Liam abra la puerta principal. —No estaba seguro de si ibas a venir hoy—, dice a modo de saludo.

—Los martes y los jueves, ¿no?

—Sí, pero después de la rabieta de Carlos, no sabía si te interesaba seguir viniendo.

Paso al interior y cierro la puerta tras de mí antes de seguir a Liam hasta el comedor. Maite me saluda con la mano mientras saco la silla.

—¿Dónde está la señora Peterson? —Pregunto, mirando a mí alrededor como si esperara que saltara sobre mí.

—Los gemelos estaban haciendo ruido, y ella sabía que yo estaba intentando estudiar, así que los llevó al parque.

—Mujer inteligente. Deberíamos aprovechar la tranquilidad y ponernos a ello—. Deslizo el papel delante de él hacia mí. —¿Cómo te fue con estos?

—Hubo dos que me resultaron un poco difíciles, pero las demás fueron fáciles.

—¿Dos?

—Sí—. Se frota el cuello, pareciendo inseguro.

Casi me río. —Deberías haberte atascado en más de dos—. He puesto a propósito algunas difíciles y otras que aún no habíamos cubierto para ver si podía resolverlas por sí mismo. Las corrijo y le devuelvo el papel.

—Estoy impresionado—, digo.

Liam se ilumina. —¿De verdad?

—Sí. Pronto pasaremos a los diferenciales.

—Claro que sí—. Su teléfono se ilumina y una sonrisa aparece en su cara.

—¿Novia?

—Sí. Llevamos unos meses juntos. Le conté que me disté clases particulares y le parece genial.

Le señalo el teléfono con la cabeza. —Puedes contestar. No estamos en clase.

—Gracias—. Pasa rápidamente el dedo para contestar, luego se levanta de un salto y sale de la habitación. Le oigo decir: —Sí, Max está aquí ahora...— antes de que desaparezca, y esas cinco palabras me llenan de calor.

Drills &  Thrills 2° [CHESTAPPEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora