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"¿Qué es lo que le preocupa, Orochimaru-sama?", Suigetsu habló con clara preocupación.

El sannin se encontraba en medio de un bocadillo, su mirada enfocada en sus pensamientos.

Se encontraba en un pequeño pueblo dentro del país del fuego. En el pequeño local en el pararon a un refrigerio parecía que no pasaba el tiempo.

Todas y cada una de las personas ignoraban despreocupadamente la situación tan crítica en la que se encontraba en el mundo Shinobi.

El sannin se detuvo su mano a medio camino de su comida y miro con molestia de sirviente que tenía, de no ser porque era el único, lo hubiera matado desde hace tiempo.

"Básicamente la humanidad puede desaparecer, y con eso los recursos que necesito para mis experimentos".

"Pero usted ya no tiene laboratorio, Orochimaru-sama", la voz de suigetsu denotaba una gran curiosidad.

El sannin pareció masticar con más furia, todavía no se había recuperado de las heridas que le habían infligido Uchiha Itachi y el Hoshigaki Kisame.

Aunque sus heridas no eran muy graves, lo que realmente lo golpeó fueron la destrucción de todas sus bases.

¡Ese maldito de Kabuto!

Sinceramente el sannin pensaba en ponerle un sello de control a todos sus subordinados.

Suigetsu sudo con la breve mirada que le dió su maestro.

"Cómo me hubiera gustado mirar su muerte", el sannin se lamió los labios con larga lengua. "Y a manos de su propia hermana", sus ojos parecieron perderse. "La batalla del país del hierro...

"No me hubiera gustado estar ahí", murmuró él pelo blanco, la sola mención de esa batalla le mandaba escalofríos a su columna vertebral.

En palabras del propio Suigetsu era una batalla de monstruos.

"Incluso se las arreglaron para quitar del camino a dos Kages", el sannin bebió con solemnidad una taza de té. "El que Minato haya muerto a manos de su hija fue casi poético".

"Ya han pasado tres semanas", murmuró Suigetsu. "Y aún se siente la tensión de la batalla".

"Es que nunca terminó".

Suigetsu se sacudió al oír el tono de su maestro. Era como si estuviera recordando viejos recuerdos.

"Todas las aldeas están en alerta máxima", Suigetsu comentó tratando de distraerse de esa pesadez que se instaló en sus hombros. "¿Qué haremos?. No podemos entrarle a cualquier aldea".

"¿Por qué crees que estamos en el país del fuego, Suigetsu?", el sannin dijo con irritación.

"¡¿Qué?!", El peliblanco lo miró con horror. "¿Ha perdido la cabeza?. La aldea está forrada por árboles sensores. No podemos poner un pie en ella sin que la senju se de cuenta"

"La nueva Hokage si que es un problema".

"Ella me da escalofríos", murmuró él peliblanco con un suspiro de alivio. "Lo bueno que no tenemos que enfrentarnos con ella"

"Claro que no", Orochimaru le dió la razón haciendo que su subordinado sonriera. "Después de todo no tiene que enterarse. ¿No es así, Kiyomi?".

Suigetsu funciona el ceño, y miró a su maestro con extrañeza. ¿Al fin había perdido la cabeza?

"Si es que tienes lo que necesito", una suave pero imponente voz habló a espaldas de los dos.

Suigetsu se volteó tan rápido que casi se cae del banco. Lo único que pudo ver era una espada casi desnuda, solo unas vendas se miraban atadas.

𝐌𝐨𝐧𝐬𝐭𝐞𝐫𝐬 𝐝𝐨𝐧'𝐭 𝐜𝐫𝐲  || 𝐔𝐳𝐮𝐦𝐚𝐤𝐢 𝐍𝐚𝐫𝐮𝐭𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora