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La cocina no era precisamente el mejor lugar para ocultarse, aún en verano y con las brisas oceánicas todavía muy lejos. Una vez que estuvieran en el mar sería más agradable, pero, por el momento con los enormes hornos de ladrillo que irradiaban calor desde el alba, y con el vapor que brotaba de las ollas, resultaba más agobiante que un infierno.

El cocinero y sus dos ayudantes ya se habían quitado la mayor parte de la ropa cuando la tripulación empezó a entrar para desayunar rápidamente. Se presentaban de uno en uno o de dos en dos como máximo para ahorrar tiempo, pues las horas previas a la partida eran las de mayor trabajo. Taehyung contempló durante un rato la actividad de la cubierta, mientras se terminaban de cargar las provisiones y el equipamiento para el barco, y se los trasladaba a la bodega o a la cocina. Pero el espectáculo le resultaba familiar y no le interesó demasiado. Por otra parte, ya había visto lo suficiente de su odiada Inglaterra.

Por eso permanecía en la cocina, fuera de los lugares de paso y sin llamar la atención, encaramada en un banquillo; en el rincón opuesto estaban colocando barriles, toneles y sacos de harina y cereales, en tal cantidad que finalmente ya no hubo sitio y fue preciso llevar el resto a la bodega.

A pesar del calor, Taehyung se sentía a gusto allí. Era realmente la cocina más limpia que había visto en un barco. En realidad, todo el buque tenía un aspecto radiante. Por cierto, le habían dicho que acababan de repararlo de punta a punta.

Entre los hornos y la cocina había una carbonera honda, llena hasta los bordes. En el centro de la habitación había una mesa larga, pulida, y con una tabla de carnicero en el extremo esperando el momento de cubrirse con la sangre de los animales vivos alojados en la bodega. Estos eran en verdad muchos, los suficientes para asegurar la provisión de carne fresca durante todo el viaje. El cuarto estaba tan atestado como cualquier cocina, lleno de especias y ollas, arcones y utensilios. Y todo estaba cuidadosamente clavado en el suelo, en las paredes o en el techo.

Mandaba allí un irlandés moreno bajo el dudoso nombre de Shawn, el cual no albergaba la menor sospecha sobre la identidad de Taehyung. Shawn era un tipo cordial de unos veinticinco años, que vigilaba constantemente sus dominios con alegres ojos verdes. Había autorizado a Taehyung a quedarse allí, aunque con la advertencia de que la podía poner a trabajar. A él no le molestó; de vez en cuando le encargaban alguna tarea, si los dos ayudantes estaban ocupados. El cocinero, hombre conversador, no se oponía a las preguntas, pero él también era nuevo en la tripulación y no pudo decirle gran cosa sobre el barco ni sobre el capitán. Taehyung no conocía aún más que a unos pocos tripulantes, aunque la noche anterior él y Sung habían dormido a bordo. Pero en realidad, apenas durmieron. Teniendo en cuenta que los hombres entraban en el castillo de proa a todas horas y trataban de hallar sus hamacas medio borrachos y en la oscuridad, dormir no formaba parte del programa, a menos que uno estuviera lleno de alcohol hasta las orejas. A juzgar por lo que había visto hasta el momento, los tripulantes constituían un abigarrado grupo de diferentes nacionalidades, cosa habitual en un barco que viajaba mucho, pues se perdían y se conseguían marineros en todos los puertos del mundo. Desde luego, eso significaba que entre ellos siempre habría unos cuantos ingleses.

Uno de ellos era Eunwoo, el primer oficial, a quien conocían afectuosamente por el nombre de Woo, aunque hasta el momento él solo había visto a un hombre que se atreviese a llamarlo así. Hacía gala de una dicción impecable, casi como uno de esos condenados aristócratas, y no parecía hombre de andarse con rodeos. En realidad, Sung había descubierto que era imposible negociar con ese hombre. Si no trabajaban a bordo, no podían embarcarse en el Maiden Anne. Taehyung lo prefería así, pero Sung había cedido de muy mala gana.

Amable y tirano - KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora