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Taehyung tiritaba sentado al pie de una escalera que conducía a un sótano. No había luz que atravesara la intensa penumbra de esos últimos escalones. El edificio, fuera lo que fuese, permanecía silencioso y oscuro. También la calle había quedado en silencio a esa distancia de la taberna.

Si temblaba no era exactamente de frío. Después de todo era verano y el clima en aquel lugar se parecía mucho a Corea. Probablemente se trataba de una reacción tardía de conmoción, resultado de una gran ira repentina, demasiado miedo y demasiadas sorpresas. Pero ¿quién habría pensado que el muro de ladrillos era así?

Aún veía sus ojos, mirándolo desde aquella cara: ojos severos, ávidos, claros como el cristal. Y eran de color verde, no de un verde espectacular, pero aun así brillantes y tan... tan... intimidadores fue la palabra que se le ocurrió, sin que pudiera determinar por qué. Eran de la clase de ojos que podían atemorizar a un alfa, y mucho más a un omega. Ojos directos, temerarios, implacables. Se estremeció de nuevo.

Se estaba dejando llevar por su imaginación. Aquellos ojos solo habían expresado curiosidad al mirarlo... No, no solo eso. Había en ellos algo más, algo con lo que no estaba familiarizado, algo que era incapaz de nombrar por falta de experiencia, algo innegablemente perturbador. ¿Qué era?

¡Bah! ¿Qué importaba? ¿Y a qué venían esos intentos de analizar a aquel hombre? Gracias a Dios, jamás volvería a verlo. Y en cuanto dejaran de molestarle los dedos del pie, doloridos por la última patada que había logrado asestarle, también dejaría de pensar en él.

¿Cuál era su nombre o su apellido? No importaba. Y esos hombros, Dios mío, qué anchos. Un muro de ladrillos, sí, un gran muro de ladrillos, pero de ladrillos encantadores. ¿Encantadores? Rio como un niño pequeño. Bueno, ladrillos atractivos, muy atractivos. No, no, ¿en qué estaba pensando? Aquel hombre era un gorila de facciones interesantes y nada más. Por otra parte, era inglés, demasiado viejo para él y, peor todavía, uno de esos odiados aristócratas, probablemente rico, con posibilidades de comprar lo que deseara y la temeridad de hacer lo que se le antojara. A un hombre así, las normas nada le importaban. Ese sinvergüenza, ese asqueroso...

—¿Taehyung?

El susurro voló hasta él, no muy cercano. Respondió sin molestarse en bajar la voz:

—¡Aquí abajo, Sung!

Durante algunos instantes solo se oyeron los pasos de Sung; luego apareció su sombra en lo alto de la escalera.

—Ya puedes subir, niño. La calle está desierta.

—Ya me había dado cuenta de que estaba desierta —gruñó Taehyung, mientras subía—. ¿Por qué has tardado tanto? ¿Te han entretenido más?

—No. He estado esperando junto a la taberna para asegurarme de que no te seguían. Creo que el castaño tenía intenciones de hacerlo, pero su hermano se rio tanto de él que le obligó a pensarlo mejor.

—¡Como si hubiera podido alcanzarme, grandote y torpe como era! —bufó él.

—Alégrate de que no haya probado a hacerlo —repuso Sung, mientras la conducía calle abajo—. Puede que la próxima vez me escuches cuando te diga que...

Amable y tirano - KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora