Quinta grieta: ¿quién soy? I

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La vida y yo nos hemos dado una paliza y la muy cabrona se ha ido
dejándome desangrando con el susurro de “tú puedes” instaurado en la yugular.

Mi cabeza esta destrozada, mis memorias vacías y recuerdo duele tanto que se ha quedado estancado.

Mis pies están cansados, mis brazos fracturados y mi cuerpo sigue dañado junto al tiempo y el espacio.

Quedé tan fragmentado que a cada parte le dieron su propia voz. Una voz que hablaba más fuerte que la mía, una voz que, a veces y en contra de mi voluntad, se volvía la mía.

Llega a dar miedo cómo aprendes a correr antes que a caminar.

Como es que aprendes a sobrevivir antes que a vivir, a fingir antes que a sentir y a abrazar a la muerte antes que a la vida.

Y yo, yo nunca fui bueno corriendo ni fingiendo ni viviendo y por eso no
supe qué hacer.

Porque cuando ellos aparecieron no entendía nada y sigo sin hacerlo.

¿Quién soy? Esa es la pregunta que siempre queda para mi. Porque yo nunca fui bueno corriendo ni fingiendo ni viviendo y por eso la
abracé, buscando paz en su frío más abrigador.

Pero mi nunca no fue mucho. Mi nunca vino y me arrebató lo único que me quedaba: esperanza. ¿Qué hace un crío de doce años sin esperanza en el mundo?

Encerrarse en su cuarto y crear el suyo propio con la fe puesta en que
mientras que él estuviera ahí, entre esas cuatro paredes, estaría seguro y a salvo.

Toda mi cabeza es una gran casita rodeada de fuego que arde mientras hay gritos o llantos en las habitaciones, es como si caminaras por una cuerda floja sin miedo a caerte porque sus voces y ellos te sostienen.

¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?

Abro la puerta, ellos no me ven, pero yo sí, están conversando consigo
mismos en una gran mesa con un montón de papeles regados encima con información.

Yo me siento y solo escucho.

Ellos siguen sin mirarme, pero él empieza a hablar.

GABRIEL: En mi cabeza no hay nada y ese nada es mi todo. Me aferró a él como si no hubiera un mañana porque es todo lo que tengo y todo lo que conozco. No sé cuántos años tengo o si los he vivido todos. No sé todas las cosas sobre mí y a la vez tampoco quiero saberlo. No sé si soy este, aquel, tal vez este y tal. No sé si quiera si existen en verdad.
Llevo toda mi vida mirándome, pero no de una manera introspectiva, si no de la manera en la que tú ahora puedes ver este libro. Desde allá.
Para mí yo no soy el protagonista, yo soy el que mira. He ido caminando en círculos y me he estancado, he caminado en línea recta y me he quebrado, he caminado por muchos lugares y me ha jodido.
He caminado, siempre lo he hecho. No por esa mierda de que soy valiente o resistente, que va, lo he hecho porque sé que no voy a durar.

(Gabriel parpadea. Solo un segundo. Cambia).

LUCA: Buah, chaval, es que este tío siempre es un intensito y parece que te está diciendo algo interesante cuando la verdad es que todo eso lo
podemos resumir fácilmente en un "estoy en la mierda". En fin, ¿cómo estáis? ¿os están gustando las grietas? Me llamo...

GABRIEL: Siempre me corta. Estoy hablando y se mete. Habla mucho porque no se quiere escuchar y su sonrisa me irrita mucho.

“¿No es la misma que tienes tu?”, me pregunté para mis adentros.

LUCA; Tío, que les estaba conociendo, hostia. Hola, ¿qué tal? (guiña un ojo) Mira, a él le irrito porque quisiera estar tan feliz como yo.

GABRIEL: No estás feliz.

El niño que miro a la muerte y le dio un abrazo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora