C:12 | ¿NO MÁS DELIVERYS?

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Tenía el leve presentimiento de que Noah estaba por entrar por la puerta en cualquier momento, y puede que tuviera que ver con el hecho de que siguió pidiendo deliverys múltiples veces al día, cada día desde hace una semana hasta que no me quedó de otra que hacer algo al respecto.

En el último pedido envié a Eckerd en vez de mí, y por la cara de trauma que tenía cuando regresó me quedaba claro que Noah no se lo había tomado demasiado bien, y como aún no lo había desbloqueado no le quedaba de otra que venir hasta aquí.

Justo como lo presentí, llevaba algo así como siete minutos atendiendo la caja cuando la campanilla de la puerta repicó por todo el lugar, y el pedido de Noah volvió a estar sobre la mesada.

Respiré hondo, atendiendo a las personas que quedaban en caja y mirando la bolsa de papel antes de levantar la mirada hacia Noah, me fijé en que no hubieran más personas en fila y me saqué la gorra y el delantal bajo una distante mirada reprobatoria por parte de Eckerd, que no hacía más que juzgarnos y espiarnos en silencio.

Tomé la mano de Noah e intenté llevarlo a la cocina pero me detuve recordando lo que pasó la última vez que estuvimos ahí solos, contuve la respiración sintiendo como el calor subía por mi cara y dí la vuelta, empujando a Noah a una de las mesas del fondo, dónde era más difícil que la gente nos viera.

Lo dejé sentarse y miré el café medio vacío, apoyando ambas manos en la mesa e inclinandome un poco sobre ella. Noah pasó de estar notablemente irritado a reprimir una sonrisita de complicidad mientras observaba las cámaras detrás de mí.

Si el café hubiera estado vacío juro por Dios que le habría arrojado una cafetera encima, no se podía ser tan sinvergüenza.

«Pero fuiste tú quién le dijo que apagara…».

Basta. Se supone que mi conciencia tenía que estar de mi lado, ¿Por qué siempre me atacaba a mí?

Me pasé las manos por la cara fingiendo cansancio y lo miré tirar de mi mano mientras hacía un gesto para que me sentara con él, me quedé de pie, inmóvil mientras lo veía sacar la comida de la bolsa de papel.

Mi ceño se frunció automáticamente, incrédula.

—Estoy trabajando, Noah. No sé si sabes, pero es lo que la gente normal hace para sobrevivir.

—La gente normal también almuerza…

Deslizó una malteada hacia mí y la deslicé de vuelta, con decisión.

Por un momento sentí que tenía un déjà vu. Mientras aún estábamos envueltos en todo lo del reto, Noah solía obligarme a almorzar con él en la cafetería de la universidad, rodeados de todos sus amigos que me odiaban en secreto y probablemente también a él.

Me quedé en silencio un momento preguntándome qué habría pasado si nos manteníamos como en ese entonces, si nunca cruzabamos esa línea. ¿Aún tendríamos un arreglo o puede que ni siquiera hubiera nada que arreglar ahora mismo? ¿Si no me hubiese enamorado de Noah, seguiría odiandolo? Sentí una punzada en el pecho muy parecida al pánico al pensar que lo más probable es que si fuera cualquier persona menos la persona que amo ni siquiera podría verlo a los ojos ahora mismo.

Noah tocó mi mano sobre la mesa haciéndome volver a la realidad y cerré los ojos, apartandola como si quemara y cruzando los brazos sobre mi pecho, lejos de él.

—Ya no estoy a cargo, así que al menos que quieras verle la cara a Eckerd tres veces por día y almorzar juntos, no pidas más deliverys.

—Vale, si la comida no puede venir hacia mí iré hacia ella —dijo y hubo algo en el tono que usó que me hizo sentir que en realidad estaba hablando de mí.

SÍ A TODO CHALLENGE #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora