XXV

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Jack


Mi corazón se encogió y a la vez, sentí tanta paz. Porque lo sentí verdadero.

No supe hasta ese momento, que lo que necesitaba para sentirme bien conmigo mismo, con la muerte de mi hermano, con mi familia, era escuchar esa simple palabra.

El perdón de papá.

—Perdóname, hijo mío.

Sujeté su camisa con fuerza, devolviéndole el abrazo.

—Estás aquí —Dije aún sin creérmelo, conmocionado y conmovido. —De verdad estás aquí.

—Ven, salgamos de este horrible lugar —Dijo apartándose para tomar mi mano y sacarme de aquella horrible celda.

Caminamos hasta afuera, donde me hicieron firmar algunos papeles, papá les advirtió que sabrían de él y que aún quedaban cosas que hacer.

Pero yo estaba libre, por fin.

Cuando salimos de aquel lugar, caminamos hasta una estación de taxis.

—¿Por qué viniste por mí? —Murmuré. —¿Como lograste sacarme tan rápido de allí?

Papá sonrió.

—Tú eres un abogado increíble —Murmuró. —Pero nunca olvides quién es el mejor.

No pude evitar reír.

—Papá...

—De verdad lo siento mucho, hijo. Fui muy injusto.

—¿Mamá te contó todo? —Pregunté. —Le dije que no lo hiciera.

—¿Y como no lo iba a hacer? eres nuestro hijo, nos preocupamos de ti, Jack.

—Pero tú dijiste...

—Si, si, ya sé lo que dije —Interrumpió papá agitando sus manos. —Pero estaba molesto, y no contigo, conmigo mismo porque tenías razón, desde que Nick falleció nunca me enfoqué en ti ni en lo que podrías estar pasando. Me dio mucha rabia y frustración que fueras tu quien me desenmascarara, lo que dije fue solo producto de la rabia, estaba enojado y no medí lo que dije, ¿Crees que yo te dejaría a la deriva alguna vez? Te amo, eres mi hijo —Su voz se quebró. —El único que me queda y yo me muero si te llego a perder a ti también, Jack. Cuando escuché que estabas en una celda injustamente, de inmediato me dolió el corazón, Jack y supe que debía sacarte de allí lo antes posible.

Para cuando papá terminó de hablar, yo ya tenía los ojos inundados en lágrimas.

—Gracias, papá.

Él suspiró y volvió a abrazarme.

—Ya estás afuera, ya acabó eso.

—¿Como conseguiste las grabaciones? —Pregunté.

—Fue sencillo, hablé con un oficial de San Diego, me dio una orden y fui con el jefe policial de Sitka donde ese gerente de cuarta. No le quedó de otra que darme las grabaciones. Ya las vieron una vez y probaron tu inocencia, ahora las están analizando bien para culpar al idiota que te metió ahí dentro.

Abrí los ojos como platos.

—¿Pueden arrestar a Hans?

Papá asintió.

—Si fue un accidente o no, se ve muy bien en las grabaciones que fue su culpa, y el hecho de intentar inculparte a ti lo hará peor para ti, quedará visto como se intenta encubrir su atentado. Así que definitivamente ese hombre irá a la cárcel.

Memorias de una canción [JELSA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora