XV

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Elsa

Navidad había llegado.

Jack y yo nos fuimos de aquel mirador cerca de las 3 de la mañana, estábamos cansados y nos dormimos en seguida, a pesar de que mi mente tenía mil ideas, y le daba vuelta a todo lo que había pasado esa noche.

Jack había pronunciado aquellas palabras.

Dos palabras muy simples, pero con un significado intensamente especial.

Te quiero, pequeña cantante.

Mi mente no dejaba de reproducir en bucle el momento en que Jack las pronunció. Y quería decírselo. Quería gritarle que yo también le quería, que estaba sintiendo algo muy fuerte por él.

Pero mi shock y mi miedo fueron mayores. No fui capaz de decir nada, y Jack, riendo, me abrazó diciendo que esperaría el tiempo necesario para oírme decir aquellas palabras.

Era el tiempo, pero no fui lo suficientemente valiente, y ahora no sabía cuánto tiempo más tendría que esperar para tener el valor de decirle que también le quería.

Definitivamente, lo hacía.

Quería a Jack Frost.

—Elsa.

Volteé al oír la voz de Jack.

—¿Si?

—Feliz navidad.

Fruncí el ceño al ver que había extendido su brazo. Tenía una en su mano una bolsa de regalo.

—¿Y eso?

—Un regalo —Dijo con obviedad.

Sonriendo, lo recibí.

—Jack... —Murmuré.

—Anda, ábrelo.

—¡Sí! ¡Que lo abra! —Exclamó Anna emocionada.

Solté una risita y todos voltearon a verme, emocionados.

Estábamos todos en casa de Carl. Literalmente todos, incluso los padres de Anna ¡Por fin les había conocido! Eran gente muy amable y simpática. Estaba el hermano de Carl y también Maren con su familia. Éramos un grupo numeroso, pero nada nos hizo falta.

—Vamos ¿Qué esperas?

Reí ante la impaciencia de todos, y abrí el regalo.

Al hacerlo, me quedé completamente atónita.

—J-Jack...

—Hasta que encontraste la melodía, pequeña cantante —Dijo divertido.

Me miré aún más asombrado y en seguida abrí el regalo.

Era una cajita musical. Y no cualquiera, era exactamente igual a aquella que perdí el día del asalto, pero la diferencia, era que esta, estaba tallada en madera, como si la hubiera hecho un artesano.

Abrí la tapita y en seguida la melodía comenzó a sonar.

Y era esa melodía.

La melodía que sonó a penas me desperté ese día en casa de Anna, desorientada y perdida.

Todo este tiempo y Jack había tenido la melodía con él.

Era esa melodía. Con notas y acordes que vibraban en mi alma, que encendían mi alma y me hacían sentir emoción. Era como si alguien tocara las teclas de mi alma, aquellas cuerdas viejas y desgastadas.

Y Jack lo había logrado.

Mis ojos se humedecieron y llevé mis manos a mi rostro, avergonzada.

—Ey ¿Qué pasa? —Preguntó Jack preocupado, acercándose.

Memorias de una canción [JELSA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora