VII

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Elsa

No sé si es un sueño, mi imaginación o algún tipo de magia.

Pero me veo.

Y oigo la melodía. La suave melodía. Primero, parece ser la canción que papá amaba colocar cada navidad. Luego, parecía ser la misma melodía de esa mañana en casa de Anna. Luego parecía ser la melodía de la caja musical que compré en el mercado.

Era preciosa.

Suave, melodiosa, angelical y delicada. Me quedaría oyéndola una eternidad.

Me veo tocando el piano, y es cuando descubro, que aquella melodía que oigo, yo misma la estoy interpretando. En piano. Y también en guitarra.

Y en canto.

Oigo mi voz, pero no distingo las palabras.

Me acerco.

Me acerco más.

Me acerco hasta casi tocar mi propia espalda.

Pero tan pronto estiro mi brazo, todo se desvanece. Las partituras salen volando quien sabe a dónde y el piano comienza a caer a pedazos.

Y yo...

Yo me esfumo como pequeñas partículas de agua volando sin gravedad hacia el espacio.

...

—... Just listen my voice.
A silent scream in my song.
A silent scream in my soul.
I don't wanna to be alone.
I don't wanna to be a ghost....

—¿Estás cantando una de mis canciones?

—Elsa.

Jack estaba junto a mí, logré reaccionar y ver que estábamos en la camioneta de Jack, pero quien conducía, era Kristoff.

Tragué profundo. No sé por qué, pero me sentía nerviosa. Quizás era porque estaba recostada en el torso de Jack, o porque él jugaba distraídamente con mi cabello. No lo entendí muy bien en ese momento, pero todo en mi temblaba.

O quizás también era por el reciente acontecimiento traumático que había vivido.

Carraspeé y me incorporé, pero en seguida un dolor punzante vino a mi labio y luego a la mitad de mi rostro.

—Tranquila, no te muevas mucho —Dijo Kristoff mientras me miraba de reojo para conducir con cuidado. —Ya estamos llegando a casa, tranquila.

Volví a carraspear y sentí ácido en mi garganta.

Cierto, había vomitado.

—¿Te duele? —Oí la voz de Jack a mi lado. Volteé a verle y asentí.

—Un poco —Murmuré.

Mentira, dolía horrible. Pero no lo iba a admitir.

—En casa hay lo necesario para curarte, esperemos a llegar, no toques la herida —Me dijo.

Asentí, y percaté el hecho de que Jack no respondió a mi pregunta. Pero lo dejé estar, porque la verdad, el rostro me dolía horrible.

Entonces todo comenzó a pasar en mi cabeza como bucle. La mano del hombre en mi boca, el jalón de cabello, su mano en mi rostro, la... la caja musical destrozándose.

Mis ojos se inundaron en lágrimas, más no permití que cayera alguna.

Debía ser fuerte.

—Elsa. —Volteé a ver cuándo Jack me habló. —Estás bien ahora, no hay peligro.

Memorias de una canción [JELSA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora