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A la mañana siguiente otra vez fue Tom el primero en despertar, solo que mucho más tarde que la vez anterior y ahora con una sorpresa esperándolo en la ventana.

Había un pequeño gato negro golpeando la ventana, Tom se preguntaba como un cachorro había llegado hasta el techo de su casa hasta que llego a la conclusión de que probablemente su madre lo dejo ahí por error.

Se levanto con cuidado de no despertar a Bill, quien seguía descansando, y abrió la ventana dejando entrar al gatito que cayó directamente en su escritorio.

"Es tan pequeñito, ¿Por qué su madre lo habrá dejado aquí?"

Pensó el trenzado tomando al gatito en sus brazos, cerro la ventana y se dirigió de nuevo a su cama, dejando al gatito acostarse en una de sus almohadas. No tenía collar ni nada que indicara que tenia dueño, aunque estaba seguro que era solo un cachorro que se le había perdido a su madre.

A Tom le parecía adorable la vista que tenía, el gatito había elegido la almohada que él había usado durante la noche y ahora estaba acostadito muy cerca de Bill. El pelinegro probablemente se llevaría una sorpresa al ver al pequeño gato acostado a su lado.

De repente escucho un ligero toque en su puerta, era su madre, seguramente quería hablar con él sobre lo de anoche. Se levanto nuevamente dejando a su novio y al gatito en la cama y salió de la habitación.

Tom salió de la habitación con cuidado para no hacer ruido y cerró la puerta detrás de él. Al encontrarse con su madre, notó la preocupación en su rostro.

— ¿Tom, estás bien? ¿Qué pasó anoche? — preguntó su madre en susurros, tratando de no despertar a nadie más.

Tom tomó su celular y escribió un mensaje para su madre.

"Bill tuvo un problema en casa, no podía quedarse allí. Le presté ayuda y pasó la noche aquí. Ahora hay un gatito en mi habitación, parece que se perdió. ¿Puedo quedármelo?"

La madre de Tom sonrió y asintió. Tom le agradeció y regresó a su habitación. Al abrir la puerta, encontró al minino lagueteando la cara de su novio como si intentara despertarlo y le causo gracia.

Bill se despertó algo desorientado, confundido por sentir una pequeña lengua rasposa por su cara.

— ¿Tom... te convertiste en un gato? — preguntó Bill medio dormido, con un toque de confusión en su voz.

Tom sonrió y negó con la cabeza, escribiendo en el programa de voz de su celular. Bill aún estaba adormilado así que sería más difícil hablar con él utilizando señas.

— No Mäuschen, no me convertí en gato. Encontré a este pequeño fuera de la ventana esta mañana. Creo que se perdió. ¿Te gusta? —

Bill, con una mezcla de sorpresa y ternura, acarició al gatito.

— Sí, me encanta. Pero pensé... bueno, fue extraño despertarme y verlo aquí, junto a mí. — admitió

Tom le dio una mirada cómplice y escribió.

— Es una sorpresa. Espero que te guste nuestro nuevo integrante, se llama Lucifer y sera nuestro hijo — con esto último Tom soltó su típica risa.

Bill también se reía con ganas, Tom había mejorado considerablemente su estado de animo esa mañana y estaba agradecido por ello.

— Bueno, no pensaba ser padre a los diecisiete pero quién puede decirle que no a esta criaturita — dijo Bill dejando un besito en la cabeza del minino, quien se había quedado dormido hecho bolita en la almohada de Tom.

El trenzado miraba la escena con cariño, sintiendo un calorcito agradable en el pecho. Muchos podían decir que su relación era apresurada por llevar cerca de cinco meses saliendo solamente, pero apenas convivió con Bill fuera del Instituto y con el pelinegro fuera de su papel de chico problema no pudo evitar desarrollar sentimientos intensos por él, su conexión fue casi instantánea y se termino de afirmar el día de la presentación que tuvieron en compañía de Georg y Gustav.

Obviamente les quedaban muchas cosas por vivir, también sabían que lo suyo podría no ser para siempre y ser solamente una relación emifera llena de amor por ambas partes, una linda experiencia que atesorarian en sus corazones por el resto de sus vidas.

Tom le había enseñado a Bill lo que era el cariño, lo que era que alguien se preocupara por ti, lo que era ser cuidado, lo que era ser amado.

Y Bill le había enseñado a Tom lo que era amar a alguien con intensidad, una intensidad de esas que hacen doler el pecho, de esas que te hacen suspirar con solo ver a la otra persona y que sientes que te va a reventar el pecho de tanto cariño que sientes por el otro.

Al final, ser mudo no era tan malo después de todo.

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Nos vemos!

MUTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora