1.23 "Al borde de la muerte"

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-¿Pero cómo pudieron dejar que escapara? ¡Tiene solo 17 años, podría estar perdida ahora mismo y todo sería culpa de este hospital!- le grité al doctor mientras caminaba de un lado al otro por toda la habitación cuando estábamos reunidos con otras...

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-¿Pero cómo pudieron dejar que escapara? ¡Tiene solo 17 años, podría estar perdida ahora mismo y todo sería culpa de este hospital!- le grité al doctor mientras caminaba de un lado al otro por toda la habitación cuando estábamos reunidos con otras dos enfermeras tratando de resolver este gran problema.

-Señora, tranquilícese por favor, alterarse no llevará a nada bueno.- me pidió una de las enfermeras.- ya hemos pasado esto con su otra madre y en serio que no...- no terminó de decir su frase porque su compañera le dio un ligero golpe con su codo.

-¿Otra madre? ¿De qué está hablando?- inquirió mi esposo. Claramente algo estaban ocultando aquí.

-Señores verán- suspiró el doctor -aquí están los Señores Carrington, ellos tuvieron a Chloe estos 17 años, cuando se enteraron de que ella no era su hija y que su hija estaba en realidad muerta, la señora Amelia comenzó a alterarse y no quiso ver a Chloe, es decir, la rechazó, razón por la que creemos que huyó- explicó.

-¿Qué ellos qué? -me paré del sillón inmediatamente y comencé a caminar -¡Yo estoy aquí tratando de encontrar a mi pequeña, queriendo regresar el tiempo y estar con ella estos 17 años de su vida que me perdí y ellos que la tuvieron ahora la rechazan! Me van a escuchar esos desgraciados.- grité alterada azotando la puerta al salir de la habitación.

Caminé hacia la señora que me había atendido al llegar al hospital, ignorando los gritos del doctor detrás mío y la voz de mi marido atrás de él. Por suerte les llevaba ventaja en cuanto a la distancia.

-Buenas tardes, ¿me podría decir el número de la habitación de los Carrington por favor?- pregunté lo más serena que pude en ese momento. Escuchaba al doctor Marshall gritarle que no me hiciera caso pero la enfermera aún confundida me dio el número, la habitación 120. Seguí caminando por los pasillos apresurando mi paso para que nadie me detuviera, hasta que llegué a la sección de los cientos.

-¡Señora McGraw por favor, espere! Podemos solucionar esto, no hay necesidad de agrandar el problema.

-Solucionar esto las bolas que no tengo.- exclamé frustrada.

100, 105, 110... ¿Dónde estaba el 120? Recorrí dos puertas de madera más hasta encontrarme con el número que buscaba en grande. Sin pensarlo dos veces giré la perilla y me adentré a la habitación. En ella se encontraba una señora de ojos azules y cabello castaño, junto con un señor de ojos color miel y mismo tono de piel color medio tono, ni claro ni oscuro. Así mismo había una enfermera con una sonrisa, hasta que me vio irrumpir en la habitación de esa manera.

-¿Usted es la señora Amelia Carrington?- dije con un gesto neutral pero en los ojos se notaba mi rabia, de eso estaba segura.

-Así es, ¿quién es usted?

-La que viene a ponerla en su lugar.- dicho esto di un paso hacia ella con mis muñecas echas puño hasta que sentí unas manos en mi cintura que me impidieron avanzar. Giré mi cabeza y me encontré con mi esposo deteniéndome y el doctor Marshall entrando a la habitación en ese momento.

-¡Gracias al cielo que llegué a tiempo!- exclamó el doctor. -Señora Charlotte, con todo respeto, ¿en qué estaba pensando?

-En hacer pagar a esta desgraciada por todo lo que pasó mi hija.- comencé a sacudir mis manos pero mi esposo me sostuvo aún más, susurrándome que me tranquilizara.

-¿Su hija? ¿De qué habla? ¡Ni siquiera la conozco!- aclaró Amelia.

-Señora Carrington, ellos son los señores Mason y Charlotte McGraw, padres biológicos de Chloe, o Brooke, como ustedes la conocen.

-Oh, ya, lo lamento, pero ¡ella no tenía por qué huir!

-¡Usted no tenía por qué ser tan grosera con ella!- interrumpí.

-¿Sabe lo que es darse cuenta de que su hija no lo es más?

-¿Y usted sabe que se siente que le digan que su hija esté desaparecida y nunca haya tenido la oportunidad de conocerla?

-¡Si este jodido hospital no hubiera tenido la culpa de contratar enfermeras tan ineptas que cambiaran a las bebés!- parecía más reclamo para el doctor que para mí

-¡Pues si alguien hubiera tomado cartas en el asunto antes!

-Señoras, por favor, mantengan la calma. Nada ganan con pelear, así no regresará la chica.- dijo el doctor. Ambas guardamos silencio, hasta que Amelia lo rompió.

-Si le hace sentir mejor también me arrepiento.- confesó sinceramente.

-Solo quiero a mi hija de vuelta.- me dejé caer de rodillas en el piso y comencé a desahogarme por medio del llanto, y allí me quedé, sintiendo como me habían arrebatado lo mejor de mi vida.

*Chloe's POV*

Todavía me costaba trabajo aceptar que mi verdadero nombre era Chloe y no Brooke. Todo era tan confuso. Llevaba horas caminando sin rumbo, dando vueltas por varias cuadras intentando despejar mi mente. ¿Dónde estarían mis padres? ¿Cómo sería ser dada en adopción? ¿Mis padres me habrían estado buscando todo este tiempo?

Los carros pasaban rápidamente por la avenida y sabía que si quería cruzar tendría que pasar por el inmenso puente peatonal. Aunque me aterraba tener que estar arriba decidí hacerlo. Comencé a subir lentamente las escaleras mientras las miles de preguntas tomaban puesto en mi mente, pero esta vez no de una manera agradable. ¿Y si no encontraba nunca a mis padres? ¿Y si me tenían que dar en adopción y esa familia no me quería? ¿Y si mis padres biológicos no me querían más? ¿Y si me habían olvidado ya?

Algunas lágrimas habían comenzado a surgir y no me di cuenta de cuando llegué a lo más alto del puente, quizá todo sería mejor si yo no estuviera. Si no hubiera nacido. Me detuve a observar el panorama que me rodeaba, todo era tan bello, las montañas a lo lejos, la gente paseando por allí felizmente con sus familias, los carros a toda prisa por ver a sus familiares en casa. Todos estaban bien con sus vidas sin mí. Comencé a acercarme a la orilla del puente, a pesar que tenía barandales horizontales no sería difícil pasar por encima de ellos. Quise comprobarlo, me sujeté con ambas manos, tomé impulso y suavemente pasé un pie sobre él hasta quedar montada en el tubo. Afortunadamente el punte se encontraba vacío, al igual que las escaleras, y nadie sería testigo de si me aventaba. Nadie me detendría. Lentamente comencé a pasar mi otro pie hasta quedar sentada completamente en el tubo mirando hacia la calle. Todo era cuestión de un salto.

Un salto para acabar con todos mis problemas.

Total nadie en este mundo me necesita.


Familia equivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora