IV

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A U S T R A L I A

"¡karum, deja de tocar ese cadáver!"

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Allí estaba Thena, sentada debajo de un árbol. La luz del día se oponía sobre ella mientras los otros eternos, cautelosos por las palabras de advertencia que les dijo Gilgamesh, se acercaban manteniendo una distancia prudente.

Frost era la última del grupo, ocultándose detrás de Ikaris como un niño avergonzado se escondía detrás de su padre. Buscando soporte, porque estaba segura de que se caería si Thena volteaba y la miraba a los ojos, apoyó su mentón en el hombro del moreno y le tomó la mano. En ese momento ya no le importaba que hacía seis años que no se dirigían la palabra. Sólo quería el apoyo y la seguridad que sabía que él le daría sin pedirle nada a cambio.

Era irónico que ella había sido el sostén de todos durante milenios, pero siempre que se trataba de Thena eran los otros eternos quienes la sostenían para que no se cayera en mil pedazos. 

—Thena, mira quiénes están aquí —dijo Gilgamesh, avanzando con cierta lentitud. 

Tenochtitlan - 1521 d.c

Desde el cielo Frost era testigo de lo que estaba ocurriendo en la ciudad. Los colonos españoles arrasaban a los nativos de la manera más atroz existente. No les importaba si eran niños o adultos, hombres o mujeres. Los exterminaban como una plaga lo hacía con una ciudad. Y ellos tenían que verlo todo, sin hacer nada. 

La ciudad ardía, gritaba, suplicaba por su ayuda. Sus ídolos religiosos eran quemados e insultados. Las mujeres eran maltratadas antes de ser asesinadas, claro que era un eufemismo, y los hombres que se oponían morían de formas horrorosas. Nunca, en todos sus años de existencia, Frost había visto algo tan vil y cruel como las colonizaciones. Todo el cariño y apreciación que había construido por los humanos desaparecía mientras más miraba. 

Sus manos temblaron con la furia de un poder y una voluntad contenida. No podía intervenir. Ajak se lo dijo, y siempre le obedecía a ella. Por lo que a lo lejos miró a Thena y Makkari caminar, decidido a unirse a ellas. 

¿Estás bien? le preguntó la sordomuda cuando aterrizó junto a ella. Apretaba con fuerza su tridente y su caminar era pesado, ni hablar de su ceño fruncido. Esos eran los detalles que probablemente la llevaron a preguntarle.

—Los odio —respondió, simple y cortante, pues Ajak los estaba esperando delante. 

Sersi, Druig, Phastos y Sprite también estaban allí, pero los ignoró por completo. No estaba de humor para nada, y Thena lo sabía. Por más que Frost se obligaría a estar bien sólo por ella, no quería que lo hiciera. Cuando se detuvieron, la guerrera puso su mano en su hombro y lo frotó con cariño, demostrándole que estaba con ella, incluso le dio un beso en la mejilla cuando los demás no veían. No les gustaba las demostraciones frente a los demás. 

—¿Dónde están los demás? —preguntó Ajak.

Tuvimos que separarnos le respondió Makkari, casi de inmediato. 

—Había más desviantes de los que dijiste —comentó Thena a Phastos. 

—Seguro que fue muy divertido para ti. 

—Lo fue —dijo con una sonrisa complacida la rubia, aún aferrada al brazo de Frost.

Phastos comenzó a hacer cosas con sus manos hasta formar la imagen de la Tierra con su magia. Un círculo azul señalaba en dónde estaban, o mejor dicho, en donde se encontraban los desviantes. 

FROST «thena»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora