IX

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T R A I T O R

"¡Mocoso, insolente!"

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A petición de Sersi, Phastos comenzó a decirles cuál era el plan para controlar la mente del Celestial que estaba a punto de nacer. Según Frost llegó a entender, ellos eran contenedores de energía cósmica que los regeneraba constantemente, y que también era la fuente de sus poderes. Sin embargo, tenían un extra de esa energía que unida mediante brazaletes sería capaz de hacer a uno de ellos, en ese caso Druig, lo suficientemente poderoso como para controlar al Celestial. 

—¿Unimente, de verdad? —preguntó Frost al escuchar el ridículo nombre que le había puesto. 

Entonces cada uno comenzó a dar su opinión sobre la misión. Quienes estaban de acuerdo con dormirlo y buscar otro lugar para los humanos luchaban contra el sarcasmo de Sprite y sus constantes comentarios que no aportaban mucho apoyo. Kingo tampoco estaba seguro con la idea de Sersi, incluso se refirió a Ikaris como "jefe" cuando dio su opinión. 

—Di algo, Ikaris —le pidió Sprite —. No crees que debamos hacerlo. 

Todos se quedaron en silencio, esperando su reacción. Era obvio que si decía algo que se oponía a Sersi estaría compitiendo con ella por el liderazgo, pero tampoco estaba en su naturaleza, ni en su arrogancia, quedarse callado cuando más de uno estaba de su lado. Quizá Frost hubiera intervenido si no supiera lo vital que era para el grupo saber la opinión de Ikaris, después de todo significaba tener a Kingo y Sprite además de al más fuerte de los Eternos. 

—Ajax eligió a Sersi como líder —dijo finalmente, complaciendo a la mayoría, en especial a Frost que le habría cortado el cuello de decir otra cosa —. Ella debería decidir.

—Olvida a quién eligió Ajax —insistió Sprite, caprichosa como siempre que se trataba de Ikaris —. Eres el más fuerte. Deberías tomar esta decisión —él no dijo nada —. Bien. Sigue mintiéndote —entonces la pelirroja se fue, siendo seguida a los pocos segundos por Ikaris que intentaría enmendar la situación. 

—Yo no iré —dijo Frost inmediatamente al ver que Kingo también se había ido —. Estoy harta de siempre unirlos a todos. 

—Nadie te pidió que vayas —contestó Druig, mirándola con una fingida indiferencia hacia ella que la hizo caminar amenazantemente en su dirección —. Oye, era broma. ¡Thena, ayuda!

Antes de que Frost pudiera siquiera tocar la chaqueta de cuero del pelinegro, Thena la tomó de la cintura y la alejó, sonriendo en el proceso. 

—¡Mocoso, insolente! 

—Está bien, está bien —decía Thena mientras la llevaba hacia el pasillo —. Vámonos de aquí. 

Con esfuerzo, logró alejarla del laboratorio hasta el punto en que empujarla ya no era necesario. Aunque sí que se mantuvieron tomadas de la mano. El Domo era un lugar hermoso, como también nostálgico. Habían pasado tanto tiempo allí que cada centímetro estaba grabado en su memoria. Quizás por eso Frost se dirigió inconscientemente a la habitación de Ajax. 

El lugar era enorme, puede que la habitación más grandes de todos ellos, seguida de la de Thena. Pero su punto allí no fue comparar los tamaños, sino volver a sentir el aroma de su mentora, de su madre, su hermana, su amiga. Volver a estar en el mismo lugar que ella. Recordarla. Estar en esa habitación, observando todo, cada detalle que pudiera hacerla recordar algo de Ajax, se sintió como estar un poco más cerca. 

—¿La extrañas? —le preguntó Thena, mirándola desde el umbral de la puerta. 

—No recuerdo su voz, T —soltó con un sollozo reprimido. Se llevó una mano a la boca para no llorar, pero las lágrimas advertían que ya era demasiado tarde —. No la recuerdo —inmediatamente Thena se acercó para abrazarla por detrás —. No entiendes, Thena. No lo entiendes. Yo tenía que haberla protegido. Era mi deber. Pero fui todo aquello que siempre odié de los humanos; egoísta, caprichosa y obstinada. Si tan sólo... si sólo la hubiera escuchado todo sería distinto. 

FROST «thena»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora