VI

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T H E  T R E E

"quiero vivir por ti, y en su defecto morir por ti"

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Amazonas - 1489 d.c

Después de un almuerzo aparentemente normal en familia, Frost llevó a Thena a un lugar especial bajo la excusa de realizar una ronda de vigilancia en el bosque, consciente de que la amenaza de los desviantes siempre acechaba.

—Estamos dando vueltas hace media hora, ¿estás perdida? —preguntó con una sonrisa, observando su prisa—. Puedes decírmelo, no me burlaré —ella no respondió— ¿Frost?

—¡Aja! —exclamó, deteniéndose y volviéndose hacia ella para tomarla de la mano y llevarla apresuradamente hasta los pies de un árbol—. Aquí es.

Cuando Thena prestó atención, se percató de un lugar cubierto por paja con un círculo de flores alrededor. En un costado, una bandeja exhibía frutas y algunas preparaciones de la tribu con la que convivían. Ella la miró extrañada, y Frost la invitó a sentarse.

—¿Qué es esto? —inquirió, aunque aceptó la invitación sentándose en el suelo de paja.

—Tardé cinco mil años en descubrir lo que es el amor, Thena —ella se sentó a su lado, tomándola de las manos —. Intentaba saberlo viendo a los humanos tenerlo. Padres con sus hijos, hermanos, parejas. E incluso creí tener una idea básica de lo que era. Estaba seguro de cuánto amaba a Ajak, Ikaris, Sprite, a todos. Pero estos últimos siglos, contigo, me han dado algo que jamás creí que existiera, una razón —le quitó algunos mechones rubios del rostro para poder apreciar mejor sus ojos. La dejaban sin aliento, tanto que necesitó respirar profundo para poder continuar —. Jamás creí que para mí hubiera algo mayor que mi deber con la misión, Arishem, con proteger a los Eternos, pero ahora sé que hace mucho tiempo dejé de sentir eso, esa razón por la cual vivir, porque tú eres mi razón por la cual vivir.

—Frost... —Thena quiso interrumpirla, no sabía con qué, no sabía porqué, pues ninguna palabra fue capaz de salir de su boca.

—Quiero vivir por ti, y en su defecto morir por ti —puso una mano suavemente en su mejilla, acunando su rostro con ternura —. Soy tuya y sólo tuya, de ahora en más, hasta el fin de mis días. Tal vez no te de la boda que Ikaris le dio a Sersi, pero puedo prometerte esto aquí, con nosotros como testigos, que te amo y te amaré por siempre. Y...

Thena no lo dejó terminar, pues acercó su rostro al de él hasta el punto en que sus labios se tocaron. Pronto ese suave y tierno roce se trasformó en una urgencia que crecía en los dos con una rapidez a la que debían responder. 

Actualidad

Llegaron a la pequeña aldea que Druig dirigía. Estaba en medio de la selva amazónica, en aquel lugar en donde no habían estado hace demasiado tiempo, por lo que tuvieron que caminar algunos minutos desde que bajaron del bote hasta por fin ver la primer estructura. Al principio eran tiendas de campaña y fogatas en el medio. Y poco a poco las antorchas los dirigían a un conjunto de chozas con personas trabajando, vestidos como si fueran de un siglo pasado.

Frost, que se mantuvo desconfiada desde que bajó de la embarcación, lideraba el grupo con Ikaris, instintivamente colocándose delante de Thena, aunque entonces ella prefería pensar que no lo había notado. 

—Esto me causa escalofríos —dijo Kingo al ver cómo las personas se giraban a verlos. 

Hombres, mujeres y niños vivían allí, los miraban analíticos e incluso los saludaban. También tenían animales de campo. Era como un viaje al pasado, realmente, de no ser por la electricidad que alimentaba sus luces. 

FROST «thena»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora