JACOB ELORDI

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"Born To Die"

4 of July 1887

El golpeteo en mi ventana me despertó, hacía frío y no se avistaba ninguna señal de el amanecer, entró en mi habitación por aquella ventana y acarició mi mejilla, mientras yo apenas podía avistar lo que sucedía, era hora.

Me puse mi vestido de bodas, blanco y largo, cepille mi cabello y junto a mi amante nos dirigimos a los adentros del bosque, el me tenía de la mano, llevándome al lugar donde terminaríamos con nuestra miseria.

Mi prometido seguramente se preguntaría ¿donde estaba?, pero el hombre de 50 años no es ni en mil  vidas el esposo perfecto para mí, nuestro compromiso arreglado por mi madre, nos traería en su mayoría, gran cantidad de ventajas económicas, pero a mi corta edad, lo último que quería era casarme con un hombre 40 años mayor.

La noche anterior, mientras mi madre cepillaba mi cabello  y fanfarroneaba sobre los preparativos para la boda, le hice la pregunta que definiría mi acción futura.

—¿Es mejor morir por amor, o vivir por miseria?.—

Me hubiera encantado una mejor respuesta de su parte, pero es una mujer tan inconsciente que apenas escuchó mi interrogante.

—Que cosas dices niña, no hay nada más grande que el amor por el esposo.—

No le respondí nada, en cambio , la abracé, con tanta fuerza para que se diese cuenta que la amaba, por más de que fuese una mujer superficial, era mi madre, la que me había cuidado toda la vida.

Luego fui hacia la oficina de casa de mi padre, a darle las buenas noches.

—¿Pero que haces despierta a esta hora Emeline?, mañana tienes tu gran día.— hablo en el momento que pasé por la refinada puerta.

—Quería desearte las buenas noches padre—

Me acerqué y le abracé como nunca antes, entre el y mi madre, su sensatez era más evidente ante lo que ocurría, también le dolía mi compromiso con el Sr. Laurent.

Estos recuerdos rondaron mi mente un rato, mientras la mano de Jacob me guiaba, comenzaba a admirar con mayor claridad a mi alrededor, aquel bosque el cual habíamos visitado ya varias veces, se veía magnífico, apenas había luz, lo cubría una capa de neblina y era más verde que cualquier prado.

—El bosque nunca había sido tan hermoso.— dije.

—Tienes razón querida— respondió.

Llegamos a una cumbre bastante alta, a nuestros pies se encontraba el gran océano, oscuro y profundo, lleno de rocas letales, la caída de tal lugar sería mortal.

Si mirases un poco más arriba, te encontrarías con un paisaje realmente hermoso, las montañas con una leve capa de nieve en la punta superior, y el cielo, que apenas iluminaba la tierra en aquel amanecer, más allá en el horizonte, una leve oscuridad sucumbía el pequeño pueblo y alguna que otra ave volando al rededor.

Nuestras manos estaban aún juntas, me acercó hacia el y acarició mi cabello con cariño, ambos no podríamos vivir sin el otro, escogimos en efecto, nuestras mejores ropas, mi vestido de boda, y el, lo que usó el día en que me conoció.

En mi mano derecha no se encontraba aquel anillo de diamante que mi prometido me había regalado, una pieza de raíz de árbol, envuelta en una preciosa flor acogía mi dedo anular, me lo había regalado hace tiempo, de forma curiosa, aquella flor no marchitaba, y cuidaba aquella pertenencia como si fuese el más brillante de los diamantes.

—No hay nada en el mundo que deseara más que esto.— dijo sosteniendo mis mejillas entre sus manos.

—No hay nada en el mundo que deseará más que esto, querido.— repetí.

Le besé, mucho más fuerte de lo que le había besado nunca, mientras lo hacía, sentía unas cuantas lagrimas bajando por mis mejillas, nos separamos y acaricié su cabello con ternura, sería la última vez que lo hacía.

—Hemos nacido para estar juntos.— dijo .

Dado a que aquello era imposible, no viviríamos una vida separados, sería la miseria pura, el flagelo diario, la soledad infinita.

— No, hemos nacido para morir juntos.— dije.

Nuestras manos aún juntas no se separaron en ningún momento , caímos en la profundidad de aquella cumbre.

Si viviese otra vida, y fuese a retornar de la misma manera en la que transcurrió esta, me tiraría de aquella cumbre a la mano de mi amado una y otra vez.

— Elizabeth

𝙊𝙉𝙀 𝙎𝙃𝙊𝙏𝙎; 𝙢𝙪𝙡𝙩𝙞𝙛𝙖𝙣𝙙𝙤𝙢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora