EVAN PETERS

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"Teacher's Pet"

Alcé mi vista hacia el hombre que dictaba la clase de literatura, acababa de escribir algo en el pizarrón, de lo cual no le prestaba mucha atención, mordí mi labio en el momento en que su mirada conectó con la mía, aquel recuerdo en la biblioteca, rondó por mi cabeza por unos segundos, aquella vez que me hizo suya, por más de que me llevase unos años, era un hombre totalmente irresistible.

Para mi mala suerte, sonó el timbre de cambio de clase, todos empezaron a recoger sus libros para irse.

—Para la próxima clase, quiero el ensayo de "cumbres borrascosas"  listo.— dijo con voz firme, apenas había empezado a realizar aquel ensayo el día anterior, no lo tendría listo para la próxima clase, ideé un plan, pedirle al Profesor Peters un plazo de tiempo para poder terminarlo, al final de la jornada.

Me levante de mi sitio y me fui de aquel salón, no sin dejar una mirada al aire hacia mi profesor.



—📚


Las horas parecían interminables, el sonido del reloj casi estallaba mi cabeza mientras la Srta. Miller exponía su clase de biología, la célula aquí, el flagelo allá, flagelo era lo que sentía en ese momento, sufrimiento interminable, solo deseaba que sonase el timbre para dirigirme a la oficina de el Profesor Peters.

Dios escuchó mis plegarias, y la tan esperada campana de salida, empezó a sonar, ya tenía mis libros recogidos, y de un salto, llegue a la puerta, fui al baño a retocar mi labial y acomodar mi cabello, por alguna razón, tenía unas irremediables ganas de lucir perfecta para él, mis mejillas sonrojadas y aspecto de niña de 15, le atraían, de alguna forma logré que cayera, pero desde lo sucedido, se había comportado indiferente conmigo, como si me evitase, aquello no lo permitiría, por su puesto , lo amo, soy plenamente suya, no me interesaba el hecho de que estaba casado, o algo así, era mío, tenía que serlo.

Me paré enfrente de la puerta, decidiendo si tocar o no, me atreví a hacerlo.

—Pase— se escuchó una voz masculina detrás de la puerta.

La abrí, para encontrarlo ojeando algún libro, concentrado en él, aquella imagen lo único que hacía era excitarme más, no alzó su vista hacia mí en ningún momento, dí un paso adelante, acercándome más a él, era lo único que quería realmente, sentir su aroma, sus labios, sus manos y su cuerpo, todo en una armonía perfecta que combina con mi persona.

--Profesor Peters, vine para pedirle un favor de gran importancia-- dije con voz delicada, con miedo de su enfado.

--¿Que clase de favor sería ese?, Srta. Bennet.-- preguntó levantando la vista de su libro hacia mí, su mirada fue tan penetrante que sentí mis piernas temblar, pude caer, pero tuve fuerza de mi parte y me mantuve en pie.

--Necesito más plazo para el ensayo que dejó, verá usted, la próxima clase es en tan solo 2 días, y no creo terminar mi ensayo para entonces, profesor.-- dije, explicándole mi situación.

--Si 30 estudiantes, Srta. Bennet, pueden terminar tal ensayo en dos días, ¿porqué usted no?--

--He estado un poco distraída en clase, profesor-- confesé, temía el decir la verdadera razón de mi poca atención a la clase, pero, ¿como iba a decirle yo, que no prestaba atención a lo que salía de su boca, más sí a su boca?...

--¿Se puede saber la razón de su poco compromiso con mi clase?-- dijo de una forma tan seria que pensé que caería de nuevo.

--Usted, Profesor Peters, usted es la razón.-- confesé, mi corazón latía tan rápidamente que podría jurar que se me saldría del pecho, de alguna forma, empecé a sentir calor.

--¿Acaso me deseas? Srta. Bennet.--

--¿Usted me desea a mí? profesor.-- dije con un tono de voz tan bajo que podía parecer un susurro.--

--Cada día que la veo caminar por los pasillos de esta institución-- dijo.

Solo eso necesitaba, saber eso, era mi boleto de viaje hacia sus labios, aquellos que tanto deseaba,pero no podía abalanzarme hacia sus fornidos brazos  de esa manera, necesitaba antes saber algo, ¿Porque era yo un secreto, si tanto me amaba?, ¿Porque se había separado de su esposa semanas antes, para estar conmigo, si me iba a ignorar?.

--Si es así, ¿Porqué no estás conmigo?, ¿Porqué dices que me amas, y luego te vas como si nada?, necesito saberlo-- musité.

--No lo entiende Srta. Bennet, usted es una menor, me despedirían de la institución.--dijo acercándose más a mí, tanto que podía sentir su aliento en mi rostro.

--¿Creerán que es usted, un pedófilo?-- pregunté.

Lo que sucedió después, no era algo que tenía que dar por sentado pero lo hice, me abofeteó, haciendo arder mi mejilla, después tomó mi rostro con algo de brusquedad entre sus manos, haciéndome lagrimear, mientras gritaba en mi cara:

--¡NO SOY UN PUTO PEDÓFILO!,¡¿ME ENTENDISTE?!!-- gritó con voz severa, casi escupiendo sus palabras, tal vez no lo era, a pesar de su edad, se veía joven, y mientras yo, me veía mayor para mi corta edad, si alguien nos viese juntos en un entorno que no fuese escolar, creerían que somos una pareja corriente.

--¿acaso no recuerdas como te hice disfrutar en aquella mesa de la biblioteca?, eras tan ruidosa que tuve que poner mi mano en tu boca para que te callaras-- dijo más tranquilo, soltando mi cara.

Lo que acababa de decir me hizo sonrojar como nunca, tal recuerdo había rondado tantas veces por mi cabeza, que ahora, estaba más cerca que nunca. No respondí nada, seguía conmocionada por la reciente bofetada.

--Disculpa, discúlpeme Srta. Bennet-- dijo acunando mi rostro con sus manos y acariciando mi mejilla.

Me tomó en brazos y se sentó en un sillón cercano, aún estando en sus brazos, sentí un ardor en mi estómago, fundiéndose con el nudo en mi garganta, hasta que lo solté, aquel momento en el que te das cuenta de que estás enamorado de alguien, es en el que lloras en sus brazos, me desmoroné donde estaba, hundí mi ardiente rostro en su cuello, mientras sus manos acariciaban mis cabellos, me sentía segura, no quería irme nunca más de aquella cómoda residencia, agonizante estaba mi frágil cuerpo, mientras lágrimas recorrían mis mejillas.

--Tranquila bonita, yo estoy aquí, ¿sabe que nunca le haría a usted daño, verdad?, lamento lo que hice, se lo recompensaré.-- dijo acariciando mis piernas, y así cesando mi llanto.

--Promete que nunca hará usted, una cosa igual-- dije con voz entrecortada.

--Jamás lo haré bonita.-- dijo.

Procedí a unir mis labios con los de él, la mezcla de aquel flagelo reciente y el amor que crecía en mí, hizo que nuestros labios se movieran con tal majestuosidad, que en aquel preciso momento, perdería el conocimiento.

Estuvimos así un rato, después, sin darme cuenta, me dormí en sus brazos, aquel cómodo lugar, no tenía comparación alguna, ¿como podía, abofetearme, cuidarme y besarme?, tantas facetas crean en sí, a este hombre al cual amo, ¿era esto sano?, no lo sabía, no había en mi cabeza, espacio alguno para responder estas preguntas, solo sabía que le necesitaba, más que a nada.




—Elizabeth

𝙊𝙉𝙀 𝙎𝙃𝙊𝙏𝙎; 𝙢𝙪𝙡𝙩𝙞𝙛𝙖𝙣𝙙𝙤𝙢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora