Capítulo 21. Lágrimas de sal

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A veces la vida es hermosa, a veces tienes dos novios hermosos, una mamá y 3 hermanos que te aman con su vida, otras veces, la vida es horrible, no siempre tiene sentido, a veces solo te abruma tanto el mundo que te vuelves loca y empiezas a llorar por tres días.

Llego un martes cualquiera, llego como una visita no deseada, sin avisar y para quedarse más tiempo del que quisieras. Llego porque no había razón para que no llegara.

Era la tarde, después de un día muy largo, cuando simplemente me rompí, no supe exactamente por qué, tal vez solo era porque necesitaba llorar, tal vez simplemente era el estrés, tal vez el enorme miedo que tenía a fallar, porque a nadie le gusta fallar cuando todo le está yendo bien.

Tome una mala decisión ese día, bueno, varias malas decisiones. La primera fue encender mi viejo celular; la segunda, ver la conversación antigua con Jaxon; la tercera, responder su mensaje más reciente; la cuarta, decidir ir a verlo; la quinta, ir a verlo sola; la sexta, no irme en el segundo que me di cuenta de que estaba drogado.

—Hola, Els.

—Jax, estás drogado.

—No es relevante, ¿quieres sentarte?

Me senté justo a su lado en el pasto de aquel parque. Podía verlo mientras me sonreía, lo conocía lo suficiente como para saber que estaba tratando de decirme algo, siempre que quería decirme algo hacía una cara extraña.

—¿Para qué fuck me dijiste que viniera?

—Te extraño, te fuiste de mi vida y comenzaste a ignorarme como si no te importara para nada, como si todo lo que habíamos vivido no importara para nada.

Su voz se había vuelto más rasposa desde que lo había visto la última vez, posiblemente por el alcohol y las drogas, también lucía más delgado, sus ojeras eran enormes.

—Sabes que no es eso, Jax. Jax, violaste a una chica, de hecho, violaste a muchas chicas.

—No, yo jamás haría eso.

—Jax, no soy la policía ni vengo con un fiscal para arrestarte, no tienes que mentirme, te conozco.

Tardo unos 5 minutos en volver a hablar, mientras lloraba me di cuenta de dos cosas, la primera es que él no lo sabía, genuinamente no fue consciente a la hora de hacerlo, aunque eso no lo hacía menos culpable.

—Tal vez debí preguntarles si querían, yo, no me di cuenta de que no querían, no lo sabía.

—Jax, tienes que entregarte a la policía.

—No puedo, no puedo ir a prisión.

—¡Jax, violaste a muchas chicas!, tienes que entregarte, les hiciste lo mismo que me hicieron a mí, viste lo que me hizo a mí, viste como me destruyo, ¿cómo puedes ser tan egoísta para pensar primero en que tú puedes ir a prisión cuando hay una chica que se suicidó por tu culpa?

—Yo... lo sé, sé que soy horrible, lo siento.

Ninguno de los dos dijo algo más por un buen rato, él simplemente me vio por un buen rato. No sé por qué me quede, no sé por qué me quede con él, no sé porque espere a que hiciera algo, pero no lo hizo. Paso un rato largo antes de que las cosas comenzarán.

—Voy a entregarme.

No le creí, no le creí cuando lo dijo, no le creí cuando me pidió acompañarlo a la comisaría, no le creí cuando entramos, no le creí cuando se fueron a tomar su declaración, no le creí cuando lo esposaron y lo llevaron a una celda, no le creí porque de alguna forma sabía que él no había aprendido de eso, sabía que él no entendía el daño que nos había hecho, no le creí porque en ese momento recordé cuando me llevo a su casa, cuando me beso, cuando me hizo bailar, cuando tuvimos sexo, cuando lloré después de haber tenido sexo, porque en realidad, no quería tener sexo, pero el me convenció.

Tarde demasiado en darme cuenta de lo que había pasado, tarde demasiado en darme cuenta de las cosas que él me había hecho, tarde demasiado.

Cuando llegue a casa me fui a mi habitación sin poner atención a los chicos que me preguntaron a donde había ido, no preste atención a los golpes de Damon en mi puerta, ni a los de Ethan llevándome la cena.

Me dejaron dormir. Desperté por la luz del sol, a las 8:50, era tarde para ir a la escuela, pero en realidad no quería ir.

Me quedé en casa llorando, hasta las 10:56 no me atreví a bajar. Cuando bajé me sorprendí por un descubrimiento. Damon estaba ahí con su asistente, la cocinera y dos señores más. No sabía quiénes eran ellos, no sabía qué hacía Damon en casa, él tenía que trabajar.

—Elsie, que bueno que estas aquí.

—Solo vine por mi desayuno, miau creí que no había nadie.

—No te preocupes por eso, quiero presentarte a los enfermeros. Él es Erik. —Señalo a un hombre rubio, joven pero no tanto. —Y él es Jordan.

—Hola, ¿para quién son los enfermeros?

Tardo un buen rato viéndome, antes de soltar por su boca las palabras que me harían llorar otra eternidad.

—Son para ti y Ethan, ambos tienen que seguir ciertos tratamientos para los que les vendría bien ayuda, ellos cocinaran, se encargaran de sus medicamentos, les ayudaran a hacer ejercicio y a... bueno, a curar las heridas en caso de que se lastimen sin querer.

Ese momento, me hizo sentir infinitamente inútil, odiaba con mi alma sentirme así. No me gustaba llorar, no me gustaba estar enferma, no me gustaba que no pudiera decirle que no lo necesita, porque había días en los que se me olvidaba tomar mis medicamentos. 

Holap, gracias por leer. 

Últimamente me cuesta encontrar tiempo para escribir, así que disculpen por la inconstancia de las publicaciones.

La Chica de ArcillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora