Sométeme... utilízame... luego déjame...
Forzado a entrenar a un talentoso pero rebelde joven, Bruce Dangerfield se ve enfrascado en las dos tareas más difíciles de su vida.
Moldear a un joven a su imagen y semejanza tanto en el ring como en la cama...
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BRUCE DANGERFIELD
Su puño aplicó más fuerza contra el cabello en su posesión, provocando que el chico bajo él gimiera con deliciosa necesidad.
Sus caderas lo embestían al ritmo de sus acelerados latidos, sin darle tregua ni misericordia.
Pecho en la cama, culo al aire, Zack Faraday recibía el sexo más irrespetuoso de su vida, la clase de sexo que llevaba tu dignidad al suelo pero tu placer hasta el cielo, que reducía tu orgullo a cenizas pero provocaba incendios por todo tu cuerpo.
Todo mientras Bruce Dangerfield se servía de su cuerpo como un buffet.
El mayor jaló aire entre dientes y lo dejó salir a través de ruidos y maldiciones. Nunca había sentido un interior tan apretado, tan perfectamente diseñado para su polla.
Y jamás había visto un cuerpo tan perfecto como el que Zack Faraday portaba todos los días, fino y ligero y a la vez cargado de músculo y poder. Le excitaba saber que, en cierta medida, él había contribuido en moldear semejante anatomía.
A base de entrenamiento.
A base de cogidas.
Zack se contrajo alrededor de su polla y Bruce no pudo evitar cerrar los ojos un instante, saboreando esa larga y deliciosa ráfaga de placer que se desembocó por su cuerpo.
Aun sin ver, podía sentir la necesidad de su mirada recorriendo su piel, las ganas del chico eran tan palpables como las suyas.
Abrió los ojos y Zack desvió los suyos, sabía que no tenía permitido mirarlo, no hasta que hiciera que su mentor se corriera.
Porque ese era el objetivo de Bruce, vaciar su esencia en lo profundo del cuerpo de la persona que más deseaba.
Saber que durante las próximas horas estaría escurriendo de Zack.
Que su joven pupilo estaría marcado con su esencia.
Continuó con sus embestidas, a veces mirando ese apretado anillo de carne estirado al máximo alrededor de su gruesa erección, a veces mirando esos sólidos músculos en su espalda contrayéndose con cada embestida y a veces mirando el rubor en las orejas del chico.
Por varios tortuosos minutos, se permitió saborear de un placer que no podía describirse con palabras. Bajando el ritmo cuando sentía el éxtasis peligrosamente cerca y acelerándolo cuando su deseo sobrepasaba su paciencia.
La frente de Zack se hundió en la cama, sus hombros temblaron y sus muslos se estremecieron. Bruce alcanzó a divisar una manca de humedad creciendo por ambos lados de la cadera el chico, empapando las sabanas de su cama.
