Sométeme... utilízame... luego déjame...
Forzado a entrenar a un talentoso pero rebelde joven, Bruce Dangerfield se ve enfrascado en las dos tareas más difíciles de su vida.
Moldear a un joven a su imagen y semejanza tanto en el ring como en la cama...
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BRUCE DANGERFIELD
Debía admitirlo, el niño tenía más potencial del que sospechó.
Incrementó su fuerza exponencialmente en poco tiempo. Adoptaba las maniobras y las técnicas rápidamente y su condición sobrepasaba sus límites más rápido que cualquier alumno que haya tenido.
Al principio se lo atribuyó a su juventud, pero con el paso de los días se dio cuenta de que cosas que a Bruce le tomó semanas dominar, el niño las estaba dominando en cuestión de días.
Eso no era juventud o suerte, era puro talento en bruto.
Entre más avanzaban los días, el chico más se acercaba a su nivel, quizás a superarlo.
Y eso era algo que Bruce simplemente no podía permitir. No le impediría crecer, su código de ética como peleador y como persona le impedía sabotear al mocoso (maldita sea), pero eso lo hacía mantenerse al filo de su capacidad física, lo hacía dar todavía más de lo que ya daba en el entrenamiento.
Zack no tardó en notarlo y, aunque no lo establecieron formalmente, cada entrenamiento pronto se convirtió en una silente competencia donde ponían a prueba una cosa.
¿La juventud superaba la experiencia?
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¿O la experiencia superaba a la juventud?
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