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BRUCE DANGERFIELD
La tarde de catarsis en el patio creó un antes y un después entre los dos, fue como derretir lo último de la pared de hielo que los separaba, como romper el último eslabón en la cadena que los mantenía en lados opuestos del límite.
Ahora, el chico comenzaba a hacer pequeños gestos de apoyo más evidentes para Bruce, como el otro día, cuando Bruce estaba agonizando de dolor después de un entrenamiento particularmente intenso.
Aun con pastillas analgésicas en su sistema, no paraba de gruñir y retorcerse en dolor, se acostaba de un lado, del otro y sólo no encontraba alivio a la tortura contenida en su espalda. Se puso una bolsa de hielo sobre su espalda y se sentó en la orilla de la cama esperando a que el dolor remitiera... no funcionó.
Su espalda seguía doliendo como el infierno y Bruce tendía a ser muy bocal ante las sensaciones fuertes.
Cuando pensó que el dolor lo desmayaría la puerta de su habitación se abrió y de esta apareció Zack
—¿Por qué estás aquí? —se las arregló para pronunciar.
—Porque tus gruñidos no me dejan dormir, porque los vecinos comenzaran a pensar que te estoy torturando y porque las lesiones crónicas no se tratan con frío —dijo cambiando la bolsa con hielos por una manta humedecida con agua caliente.
Los músculos en sus hombros se relajaron inmediatamente, un gruñido retumbó detrás de sus labios, uno lleno de testarudo alivio.
—¿Mejor?
Bruce respondió con otro gruñido, detestaba cuando le demostraban que estaba equivocado.
—Ven date vuelta, voy a tratar de repararte la espalda.
Sin chistar, Bruce se movió a la esquina de la cama ofreciéndole la espalda, sintió el peso de las rodillas del chico hundiendo el colchón detrás de él y agradeció que el joven no pudiera ver su rostro que se sentía cada vez más caliente.
Zack mojó el trapo en más agua caliente y lo exprimió en un balde antes de aplicarlo en el centro de su espalda, minutos después repitió el proceso en su espalda baja solo para volver a empezar en la cima, aplicando presión con sus pulgares en esta ocasión.
—Mierda... eso se siente bien.
El chico no respondió, eran las tres de la mañana, probablemente por eso no era el parlanchín de siempre. En serio, Bruce a veces lo escuchaba en sueños, su voz estaba constantemente en su cabeza, y su rostro detrás de sus párpados. Resultado esperable, considerando que pasaban la mayor parte del día juntos.
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SOMÉTEME (YAOI HARD)
RomanceSométeme... utilízame... luego déjame... Forzado a entrenar a un talentoso pero rebelde joven, Bruce Dangerfield se ve enfrascado en las dos tareas más difíciles de su vida. Moldear a un joven a su imagen y semejanza tanto en el ring como en la cama...