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Oscuridad. Eso era lo que me rodeaba en un momento como este, y eso me hacía sentir demasiada inquietud. Sentía que estaba atrapada en un vacío sin fin, sin poder distinguir ni siquiera mi propia mano frente a mí.
—¿Mamá...? ¿Papá...? —llamé esperando oír sus voces, pero no hubo nada de ellos—. ¿Boruto...? ¿Kawaki...? ¿Hay alguien por aquí?
La sensación de estar sola y perdida comenzó a invadirme, y luché por mantener la calma.
De repente, una luz tenue comenzó a brillar en la distancia, rompiendo la oscuridad que me envolvía. Con pasos indecisos, me acerqué a ella, sintiendo una extraña atracción hacia su resplandor. A medida que me aproximaba, la luz se intensificaba, revelando una flama naranja que flotaba en medio del lugar.
Observé la flama fijamente, sintiendo una tranquilidad y calidez que se me hacía conocida. Comencé a acercar mi mano hacia la flama, pero, de repente, todo mi cuerpo se paralizó cuando estuve por tocarla.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí una mano tocar mi hombro derecho. Quería girarme y ver de quién se trataba, pero no podía hacerlo porque mi cuerpo estaba paralizado.
De repente, una voz siniestra resonó en la oscuridad, rompiendo el silencio que me rodeaba
«Me has traicionado, Kyoko», susurró la voz, cargada de odio.
Traté de responder, pero mi garganta parecía estar sellada por completo, incapaz de producir sonido alguno.
«Vas a pagar», continuó la voz, esta vez más clara y cercana.
La mano que se encontraba en mi hombro fue rápidamente dirigida a mi cuello, donde comenzó a hacer una fuerte presión. Aquello me hizo entrar en pánico debido a que no podía moverme para apartarme o defenderme.
Justo cuando sentía que la presión en mi cuello se volvía insoportable, la flama naranja que flotaba cerca de mí me rodeó completamente y evitó que continuara sintiendo dolor. Entonces, mientras me encontraba envuelta en la calidez de aquella flama, me giré para mirar a la persona que me estaba ahorcando; encontrándome de esa forma con la mirada de odio de una mujer.
—¡Kyoko!
Abrí mis ojos de golpe pudiéndome encontrar con la mirada preocupada de Kawaki. Lo miré fijamente unos segundos para luego mirar a mi alrededor donde ya no se encontraba aquella mujer.
—¿Estás bien, Kyoko? —preguntó Kawaki, con evidente preocupación en su voz mientras sostenía mis manos—. Por un momento comenzaste a asfixiarte.
—¿Uh? Ah, así —dije confundida mientras me incorporaba—. Estoy bien. Solo he tenido una experiencia extraña.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Kawaki, confundido y sin dejar de sostener mi cuerpo entre sus brazos—. ¿Qué fue lo que te sucedió?
