basada en un hecho real.

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Abandono.

La música llenaba el lugar, luces brillando y movimiento por todos lados a donde mires.
Aquella noche otoñal de abril disfrutabas en un fiesta, una hermosa noche.

Ibas con tu acompañante a todos lados, eras feliz. Feliz de que nada podía ser tan perfecto.
Hasta que te fuiste del lugar.
Tu amigo te abandonó, te perdiste en la oscuridad de la noche, el viento azotaba contra tu cara. Tenías miedo, y como no tenerlo si, luego de perderte, no sabrías que aquel hombre iba a  lamer tu alma.

Estabas confundida, un desconocido toco tu centro. "¿Por qué me pasa a mi?" te preguntaste.

Esa noche, de ser calurosa y alegre, paso a ser una muy helada y trágica. Querías llegar a casa lo antes posible.

Te sentías sucia, culpable de lo que había pasado. Aterrada de que alguien pudiera tocar tu alma otra vez.

Pocos días después, tus desmayos comenzaron a ser más recurrentes, tus náuseas y tu luz, todo cambio desde aquella noche. La gente que te amaba ya no podía leerte como lo hacían con tanta facilidad, te encerraste.
Formaste una barrera para el resto, tenías miedo.

Miedo a que pudieran ver a través de tus ojos lo que había pasado, lo que te habían hecho; lo que habías sufrido.
El terror, la soledad y el deseo de acabar con todo.

Acabar con él.

Tu madre sintió tu pesar, y te pidió que te des un vistazo a vos misma.

Y lo descubriste.

Ahora no solo cargabas con tu existencia, sino con la de otro ser vivo.

Te odiabas, no querías que esa persona te haya dejado a su hijo en tu interior. Querías deshacerte de él a toda costa, no querías tenerlo, no querías criarlo. No querías ser mamá siendo tan jóven.

Lloraste y sufriste en silencio, no querías engendrarlo, pero no querías matarlo tampoco.

Nació en noviembre muy sano, era el primer ser vivo al que dabas a luz. Pero, tus ojos no brillaban cuando lo veías, todo lo contrario, esa luz se apagaba y tus ojos solamente se inundaban de lágrimas.

Tu familia no te comprendía, nadie lo hizo. Desde aquel momento en el que la mentira dejó de tener patas cortas y la verdad la alcanzó, todos te dieron la espalda y te abandonaron con tu persona y tu hijo.

No sabías que hacer, pero habían personas que te querían y te ayudaron a sobrevivir. A intentar encender la luz de tu ser.

No lo querías, sin embargo lo criaste.
Trabajaste de noche, dobles turnos, pagando un alquiler y llevándolo a la escuela. A tus 35 años querías saber y conocer, no estar ligada a una vida que no deseaste; a una persona que no deseaste.

Un día, conociste a alguien que fue capaz de encender tu luz, de hacerte revivir y recordar que lo que habías perdido alguna vez se podía volver a encender, y te escapaste con él, dejando todo atrás. Incluso a él.

Te alejaste tan de a poco que él nunca se terminó de amoldar, esperaba que algún día ibas a volver con los brazos abiertos y brillo en tus ojos.
Te esperó, pero el tiempo ya es tarde.
Te esperó, pero el reloj no se detuvo cuando huiste.
Te esperó, esperó y esperó, recordando tu rostro y llorando por las noches, pensando en cuando volverás a casa.
Te esperó, y nunca llegaste.

María.

Pensamientos transparentes de una mente complicada - poemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora