los petalos de la rosa.

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Tus manos se posicionaron sobre las mías con una semilla en tus palmas. Ambos cerramos las manos y salimos a caminar, de esa semilla una flor broto: una rosa roja.

Una hermosa flor roja había comenzado a nacer, crecía cada vez más rápido y más fuerte, así se sentía nuestro amor. Hasta que a la rosa le creció espinas.

Me estaba lastimando seguir sosteniendo a la rosa con mis manos, pero a vos no te dolía. Nunca te dolió mantener esa rosa, por eso quise ignorar mi dolor, solamente por vos y por nuestra rosa.

Pensé que yo era el problema, pero fui presente de como a la rosa se le cayeron algunos pétalos.

Te quise advertir sobre la flor y su decadencia, quise hablarte y contarte que me dolía seguir manteniendo la rosa, pero no me miraste o escuchaste en ningún momento oportuno.

La flor cada día se iba quedando sin pétalos, se encorvo y no hubo manera de salvarla.

Tus manos se soltaron de las mías, y me culpaste de que la flor se haya muerto.

Lloré, mucho. ¿Por qué me culpaste?

La flor la cultivamos los dos, yo no tenía la culpa, quería que siguiera floreciendo, incluso que tuviera hijos. Aguante el dolor y reprimí mis sentimientos, mientras que vos nunca estuviste presente.

Ahora mis lágrimas hacen que crezca un tulipán en mi mano, un azul y precioso tulipán.

Lo abracé fuerte, y juré que jamás lo mataría.

Pensamientos transparentes de una mente complicada - poemarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora