Capítulo: 1.5

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La guardia continuaba, y ya había revisado a uno que otro paciente. La mayoría por malestar general, fiebre y diarreas agudas. Presencié como mientras llegó un paciente con crisis diabética, un especialista humilló a un interno de mi grupo porque este había sujerido que le colocaran  insulina, de un solo golpe. Sin exámenes previos.

Una locura, cierto. Pero creo que el especialista se pasó un poco... en especial cuando lo llamo «parásito mediocre». Otro día más en la maravillosa vida de un estudiante de posgrado.

Hubo un momento en el que me pregunté cómo lo estaría pasando Kalum... Hace ya una semana que no sabía nada de mi hermanastro. Imagino que él también estará ocupado. Después de todo es R-2 en Neurología en el Hospital Portland.

Sin embargo, nuestra comunicación sigue siendo... difícil. Él nunca volvió a comportarse igual conmigo desde que nuestros padres murieron.

No importaba cuánto tratara de acercarme, él siempre mantenía una especie de pared entre nosotros.

Quizás debería llamarlo...

Las horas habían dado paso a la noche y ya eran las 10:30 pm. No había sabido nada de Roni. Y me preocupaba un poco, porque ya era demasiado tarde y debería haber regresado. Sin embargo, he oído que las calles están colapsadas por alguna razón.

—Dios mio—susurró una pediatra que acababa de hablar por teléfono.—Dr Richard, ¿se enteró de lo qué está pasando?

Presioné el atomizador que está en recepción y desinfecté mis manos con alcohol. Luego del desastre ocurrido por el Covid-19 hace 5 años la costumbre de usar antibacterial se me hizo imposible de dejar.

—No Doc, dígame ¿Qué está sucediendo?.

—Mi esposo me dice que hay choques por toda la ciudad y que las calles están trancadas. Y eso no es todo... Hay reportes de asesinatos y suicidios por toda la zona.

—¿Es broma?

Digo incrédulo.

—No mi niño, recuerda que mi esposo es policía. Y está al tanto de todo.

—Que raro, me extraña que no haya llegado ningún...

Y sí, usé una de las frases prohibidas en una guardia médica.

Gritos inundaron la estancia y yo solo fui capaz cubrirme, cuando las puertas principales estallaron y los cristales volaron en todas direcciones. El auto entró e impactó contra la pared que daba a la sala de rehabilitación. Casi se lleva al portero.

Algunos se acercaron y pronto la recepción se encontró llena de gente. La puerta del auto se abrió dejando ver a una persona. Parecía ser un hombre. Trastabilló y cayó al suelo mientras derramaba sangre por todas partes.

Mis ojos se abrieron y no reaccioné por unos segundos. La imagen frente a mi superaba por mucho los horribles momento vividos durante  mi carrera.

Aquel sujeto tenía cortadas por todo el cuerpo, desgarres y laceraciones. Estaba rojo como si se hubiese bañado en pintura. Pero no tenía vidrios en el cuerpo.

—¡Ayuuudaaaa!. No aguanto más, porfavor.... ¡HAGAN ALGO!

El hombre estába histérico, temblaba y sus ojos desorbitados miraban de un lado al otro. Entonces me vió y corrió hacia mí. Intenté retroceder, pero me detuve. Yo era doctor, después de todo.

No tardó ni tres segundos en caer de rodillas frente a mí para luego sujetarme por la bata marcando la tela blanca con marchas espesas de sangre.

Ignoré eso y lo escuché.

—¡Doctor, ayúdeme porfavor!

—¿Digame qué tiene, señor?

Traté de mantener la calma. Sin embargo, no me explicaba como ese hombre no se desmayaba por el dolor. O la cantidad de sangre perdida.

—¡¿No las ve?!  ¡Tengo gusanos enormes saliendo de mi cuerpo! ¡ME ESTAN COMIENDO POR DENTRO! ¡AYUDEME, SE LO RUEGO!

Sus ojos estaban inyectados en sangre. Eran azules, y en ellos pude ver que las pupilas se veían muy dilatadas, a pesar de las luz de la estancia. Algo le había pasado a este hombre. Una contusión o... estaba drogado.

—Está bien, amigo. Ya mismo lo atenderemos.

Ya los camilleros habían llegado. Y el guardia de seguridad.

—Ayudenme con el señor. ¡Todos habran paso!

Lograron subirlo a la camilla. Y de inmediato nos dirigimos al ascensor.

El hombre no dejaba de agitarse y decir que sentía como los gusanos lo destruían por dentro. Mientras el ascensor subía, sentí un momento de claustofobia a medida que los gritos eran más desgarradores y no había forma de que pudiera alejarme. Y de repente pude imaginar lo que estaba por venir.

El hombre comenzó a convulsionar.

Lo sujetamos y le introdujé un pedazo de tela en la boca entre los premolares para evitar que se mordiera la lengua. Se movía con fuerza, y sus sacudidas salpicaban sangre en nuestras ropas.

De repente, dejó de moverse.

Y de respirar.

Cuando salimos en el sexto piso, donde estaba la sala de quirófanos, de inmediato comenzamos la reanimación. Descarga tras descargar tensaban su cuerpo, pero no habia respuesta alguna. Ya un paramédico había ido tras el internista y el cirujano. Lamentablemente, no le dio tiempo de llegar.

Cinco intentos después, mire mi reloj.

Hora de la muerte: 10:37 pm.

A pocos minutos llego el director del hospital. Quería saber qué había pasado y por qué la entrada principal estaba destrozada. Le informé de los acontecimientos. No estaba nada feliz pero el culpable había muerto y ya no podía pagar por los daños.

Maldijo en voz baja y luego fueron a llamar al patólogo.

Uno de los vigilantes de la entrada trasera dónde está emergencia llegó, parecía agitado.

Se dirigió al director —Señor Winston, las ambulancias 1, 3 y 4 acaban de llegar con múltiples heridos. Y muchos autos están tapando todo el estacionamiento. Cada uno con personas heridas y... muy alteradas. Algunos golpearon al Internista y a dos residentes. Seguridad los contuvo pero están llegando más. ¡Es una locura!

El director y yo nos vimos las caras.

—Carajo—Espetó el director  Winston—Al parecer lo que sea que está ocurriendo en la ciudad, ya nos alcanzó.

Ahora nosotros también habíamos entrado en el campo de guerra.

Pusimos nuestras manos a la obra. No había tiempo que perder.

Ninguno de nosotros imaginaba, lo que estaba ocurriendo. No sólo allí, si no en toda la ciudad.

Y no podía evitar preguntarme ¿Qué podía haberle pasado a la ambulancia número 2?

A Roni.


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