Capítulo 2.5

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No podía esperar. Debía ir a servicio de medicina interna y seguir monitoriando a los pacientes. Allí necesitaban todo la ayuda posible.

Cuando me di cuenta, ya era la 1:30 am. Sentía el agotamiento rindiendo cuenta. No sabía nada de Roni y eso solo me hacía más difícil poder concentrarme.

Habían pacientes que mientras dormían comenzaban a gritar y sacudirse. De esos, algunos murieron con infartos; la mayoría, niños que habían llegado con vida.

Llanto, dolor y angustia, inundaban cada rincón. Había visto a más de un médico con las manos en la cabeza sin saber que hacer y otros lloraban en rincones donde nadie los pudiese ver. Yo quería llorar, pero mantenía mi postura por sobre todo. Nada de emociones. Debía mantenerte firme.

Me trasladaba de un lugar al otro, manteniendo mis propias congeturas. Esto, lo estaba ocurriendo, o sea lo que fuese que lo estuviese ocasionado, parecía estar ligado a los sueños. O los sueños parecían ser el síntoma principal de una conducta repentinamente psicótica cuyo origen desconocíamos.

Cuando pensaba que las aguas se habían calmado un poco, la locura volvía. Algunos médicos ya habían abandonado sus puestos, marchándose a ver a sus familias.

Algo extraño acontecía y sentía que la respuesta ocultaba justo frente a mí.

Pero el miedo de todos era tan grande, que al igual que a mí, les impedía verla.

Entonces sucedió.

Me encontraba en una de las habitaciones del cuarto piso, donde descansaban algunos pacientes recién operados y otros en espera, listos para entrar al quirófano. Entre ellos se encontraba una vecina que conocía desde hace algún tiempo. Las puertas de las habitaciones estaban cerradas para proteger a los pacientes del disturbio. Y ninguno de los ingresados psicóticos de esa noche estaba en ese cuarto. 8 camas, cuatro a la derecha y cuatro a la izquierda, se ubicaban en los costados. Todas ocupadas, más uno que otro familiar acompañante.

Varios habían logrado dormirse. Pero 5 seguían despiertos, más tres familiares que los cuidaban, todos con el miedo vislumbrando en su mirada.

Me fijé en aquel hombre que dormía. Y mientras lo hacía, noté que bajo sus párpados cerrados sus ojos se movían inquietos. En todas direcciones. Clara señal de que estaba soñando. Parecía ser solo eso. Pero entonces comenzó a crugir los dientes, algo que los médicos conocemos como bruxismo.

Abrí los ojos. Podía, desde donde estaba, oír con claridad aquellos chirridos crujientes.

—¿Eso es normal en él?— le pregunté a la mujer que lo cuidaba. A simple vista imaginé que el paciente era su esposo. El sujeto había sido operado de apendicitis este mismo día.

—No Doctor. Su sueño suele ser muy pesado y casi nunca se mueve.

Algo en mí, una alarma, se despertó.

—Despiertelo porfavor.

Parecía que se iba a oponer, pero debió ver en mi expresión que no se trataba de un simple capricho. Era por un motivo serio.

Ella lo llamó. Mauricio se llamaba, y cuando le dijo "Mi amor" confirmé que en efecto, ella era su esposa. Lo agitó, pero aquel hombre parecía atrapado en un sueño profundo y muy pensado.

—¿Por qué no despierta?—me preguntó preocupada su mujer.

—Eso es lo que quisiera saber ¿Sabe si le dieron algún sedante?

—No Doctor. Solo la anestesia en la mañana cuando entró a la cirugía. Después le colocaron Ketoprofeno creo, pero solo eso.

—Entiendo. Siga tratando de despertarlo.

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