Capítulo 7.5

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Abrí los ojos de golpe.

Me había quedado dormido.

Siento el cuerpo y los brazos de Roni cubrirme. Me libero de su agarre con brusquedad. Lo veo y abro los ojos perplejo. Está dormido.

Se que teníamos minutos en silencio. Pero me había mantenido despierto mientras solo me concentraba en su olor y presencia. Aunque el sueño me atrajera con fuerza.

—¡Hey, Roni!—lo llamé en voz alta sacudiendolo. —¡Despierta!

Traté y traté pero Roni no despertaba.

—No no no no. ¡Maldición, no!

Lo detallé con cuidado. Y noté un como sus ojos se movían bajo sus palpados. Ya era tarde. Estába siendo influenciado por las pesadillas. Poco a poco su respiración comenzaba a acelerarse.

Me paré y me puse la ropa tan rápido como pude.
Abrí la puerta y salí disparado al departamento de Roni donde aún seguían los chicos. Bajé hasta el tercer piso y llamé a la puerta.

No abría nadie. Volví a llamar. Nada.

«Qué mierda...»

—¡Kalum, Brison! ¡Habrán la puerta! ¡Es una emergencia!

Nada.

Comencé a desesperarme.

Alguien abrió la puerta. Y cuando esta se deslizó hacia una lado, la imagen frente a mí se robó toda la esperanza que algún día pude haber tenido.

—Kalum... tú...

Frente a mí estaba Kalum. Manchando de sangre haste el rostro. Un cuchillo de carnicero apretado en su mano. Su ojos dilatados inyectados en sangre dejaban a la vista una expresión de locura y miedo. Pero lo peor era lo que había detrás.

Al fondo, tirado y echo pedazos estaba el cuerpo de Brison. Sobre un chanco de sangre y órganos. Y sus ojos permanecían abiertos mientras miraba el techo y se reía. Aún estaba vivo, inmerso en su conciencia. Mientras se desangraba.

Sentí náuseas, vértigo. Y pensé que iba a vomitar.

—Hermano, esa cosa se metió a la casa y logré matarla. Eso es lo que está enfermando a las personas ¡No es un virus! ¡Son monstruos!

Ver su rostro sonriendo de esa forma, hizo que se me erizara la piel.

Iba a seguirle la corriente y buscar el medicamento en mi mochila. Tenía que salvar a mi hermano y a Roni.

Recordé a Roni, y me propuse entrar.

Pero entonces creí haber oído algo y de pronto un fuerte golpe soldo me hizo darme la vuelta. Miré sobre la baranda.

Al final, en el patio central, yacía el cuerpo de Roni. En una posición imposible, completamente muerto.

Grité. Una y dos veces. De dolor, de impotencia. Las lágrimas brotaron solas, ardientes.

Esto no estaba pasando. No podía ser.

—Hermano. No te preocupes... si quieres puedo ayudarte.

Entre las lágrimas, levanté la vista y vi a mi hermano. Él me mirada con una risa macabra en su rostro.

—Puedo llevarte a donde él fue. Al infierno.

—Kalum, pero qué estás...

«¡Richard!»

Oí una voz.

—¡Despierta maldita sea!

Abrí los ojos de golpe. Respiraba con fuerza. Sentía frío y humedad por todo mi cuerpo. Mi corazón latía como si se fuese a explotar. Y temblaba sintiendo el miedo quemarme los huesos.

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