Capítulo 7: Sobrevivir

10 3 1
                                    

Hubo un momento en que dejamos a los chicos en el departamento de Roni. Mientras, nosotros nos enfocamos en revisar a ver que encontrábamos en el edificio. Curiosamente, muchas habitaciones tenían la puerta abierta o sin seguro. Las personas se habían marchado de prisa. O no habían podido regresar...

Pero la verdad es, que aunque era necesario comenzar a planificar lo que íbamos a hacer, Roni y yo queríamos un momento a solas. En un cuarto donde no hubiese más más personas.

Solos nosotros dos, frente a frente, contemplandonos mutuamente con sentimientos que ninguno sabía cómo explicar.

Así que, cuando al fin estuvimos solos, dejamos salír todo el deseo y la pasión que habíamos estado guardando el uno por el otro. Se suponía que hiriamos lento, pero eso fue antes de que todo se viniera abajo. Ahora, no pensábamos desperdiciar ni un segundo.

Nos besamos, con un anhelo y una atracción indescriptibles. Explorando y saboreando cada rincón de nuestros cuerpos. Los tatuajes de Roni resultaron exquisitos. Mis lunares, su adicción. Nuestros aromas entrelazados y nuestros cuerpos fusionados entre gemidos y apretones furiosos. Él me hizo suyo con una  ferocidad incluso mayor a la de aquel día cuando estuvimos juntos por primera y única vez.

Esta vez, tampoco se contuvo en lo adsoluto. Tomó, disfrutó y probó todo de mí. Y en cada paso le correspondí. Porque yo quería todo de él. Su aliento, su sudor, cada parte de su cuerpo. Y él me lo dio. Un mar de olores y sabores que su ser podía ofrecerme, y que yo supe como disfrutar.

Después de lo que se sintió como una hora, nos quedamos recostados sobre la cama. Su brazo derecho cruzaba por detrás de mi cuello mientras con la mano me acariciaba el pectoral izquierdo. Una manta nos cubría del ombligo para abajo.

Había calor y estábamos sudados, pero eso no importaba.
Nuestras miradas se contemplaban. Con cariño y afecto. Nuestras frentes se tocaban con caricias y aveces,  nuestras narices se flotaban en un pequeño juego.

—Oye, Richard. Te quiero un montón, tio. Llegué a la conclusión de que tengo mucho tiempo amándote y ni siquiera me había dado cuenta. Es solo, que no sabía cómo era ese sentimiento. Y pensé que solo era cariño y aprecio, después de todo eres mi mejor amigo. Pero todo esto me ayudó a darme cuenta de que te necesito a mi lado, cada minuto, cada segundo, cada instante de mi vida.

Oír eso hizo saltar pequeños resortes en mi estómago.

—Yo también te quiero, Ronilo. La verdad es que lo que sentíamos iba más allá de lo que nos atrevíamos a decir. Durante meses fue así.

Él rió —No hace falta que me llames así. Mi nombre completo es raro.

—Es por tu abuelo, que era italiano ¿No? A mí me gusta.

Él negó con gracia—Solo tú piensas así.

—Oye, desde el primer día me fijé en tí ¿sabías?

Roni me miró extrañado—¿En serio? Sinceramente, yo no te veía como un tipo al que le gustarán los tíos como yo. Con cara de mercenarios, como dicen que me veo...

—No lo sé. Me gustan muchos estilos. Todo va en en la persona. Pero no niego que cuando te vi, de lejos, me pareciste un tío muy... caliente. Rudo y... joder, muy apuesto. Recuerdo que dije: Uff, quién será la mujer que se gasta semejante macho.

Roni soltó una carcajada.

—¡No te creo!

Me reí. Sentía un poco de pena por confesar mis pensamientos pecaminosos, pero dada la situación, que más importaba.

—De verdad. Desde ese día, me gustaste. Y cuando menos lo pensé, me topé con contigo. Recuerdo que yo estaba cenando en el barcon del sexto piso. Allí siempre se podía estar solo un rato.

—Y cuando llegaste yo estaba allí —Continuó Roni—Con mi cara de bulldog. Había tenido una tarde horrenda con más de 20 pacientes. Y mis colegas parecían estar en las nubes. Recuerdo que te acercaste y me viste. Nos saludamos sin más. Y luego te pusiste a cenar allí mismo. Yo estaba por irme, porque la verdad tenía mucha hambre y el olor de lo que comías era estresante. Yo anteriormente te había visto, eras popular por participar en las auditorias científicas y los foros. Te me hacías muy majo, y sexi. Aunque sí, te veía como arrogante. Pero también decían que no lo eras. En fin, que cuando ya me iba a ir, estiraste el brazo y me ofreciste de lo que comías. Eran... Papás rellenas con carne. Seguían calientes. Yo me quedé como un idiota sin saber que decir. Y gracias al cielo no fui un imbécil en ese momento. Te acepté la comida porque mi estómago pudo más que mi orgullo y vergüenza. Y la verdad fue la cosa más sabrosa que había comido alguna vez. O yo tenía un hambre brutal...  Lo curioso es que cuando te pregunté por qué me habías ofrecido de tu comida si no nos conocíamos como tal. Tú solo dijiste con un poco de ironía: "Somos colegas, y aunque no hablemos, nos une el camino difícil y noble de la medicina. Así que no eres un desconocido".  Luego nos presentamos y al final, me comí la mitad de tu almuerzo.

—En realidad te comiste mucho más de la mitad.

—¿En serio?

—See. Pero como te dije, me traías loco. Compartir ese momento contigo fue una meta lograda.

Roni acaricia mi rostro. Y me regala un beso en los labios.

—Eres como tonto, en serio. Yo me sentía extraño ese día. Nadie nunca me había tratado así sin juzgarme a la primera. Desde allí, nos veíamos siempre en el mismo lugar. Compartiamos comida, historias, experiencias. Y nos hicimos amigos. Yo... sabía que sentía algo por tí. Pero... no tenía la menor idea de si algún día iba a tener el valor de decírtelo.

Por un momento pensé en decir: Y justo ahora tenemos las horas contadas.

Pero no quería arruinar el momento.

—Lo importante es que al fin lo dijiste. Y aquí estamos.

Nos miramos. Ambos sonriendo. Pensé que Roni me besaría de nuevo.

—¿Quieres ser mi novio?—me preguntó, tomándome por sorpresa. 

Pero no había nada que pensar.

—Sí, sí quiero.

Y entonces nos besamos una vez más.




Parasomnia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora