Capítulo 9: Viajeros

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Sentía que todo se había llegado a su fin.

Este camino. Esta batalla. Esta catástrofe. Todo.

La vida me estaba quitando lo único que me había motivado a seguir adelante.

Richard no lo sabe. En realidad no nunca se lo dije.

Meses atrás había pensado en irme. Dejar la carrera y comenzar a trabajar en cualquier otro lugar. Estaba cansado, sólo, y era uno de esos momentos en los que todo me valía una mierda. Ser médico no era fácil, ver todos los días tanta muerte y dolor. Ser humillado constantemente por tus superiores. Y odiado por muchos pacientes.

Por el error de uno pagan todos. Ese casi era el lema del hospital. Ese era mi día a día.

Pero gracias ha aquel chico que compartió su cena ese día conmigo. Él mismo que me brindó su amistad; los días se me hicieron más llevaderos. De pronto, algo me motivaba a no darme por vencido. Y él siempre me aconsejaba como si fuese importante que yo estuviese bien. No importaba que tan molesto, o irritado estuviera. Cada vez que nos topabamos en aquellos fríos pasillos, o en el barcon del sexto piso, en emergencia, en el ascensor, o en el comedor. Mabius siempre me se hacía sentir alivio y bienestar. Era como si solo con verme a los ojos fuera capas de decirme: Has hecho un gran trabajo, todo va a estar bien.

Y ahora, cuando corro con él entre mis brazos, siento que realmente todo mi mundo se desploma. El final de todo al fin llegó para mí. Siento su sangre empapar mis manos. Y cada gota que se desliza entre mis dedos aleja su vida de la mía.

Oigo las voces de los demás que me apremian que siga. Que estámos cerca de un lugar. Una casa, o lo que sea.
Un pequeño grupo insistió en que los siguieramos. Y eso hicimos.

Cuando llegamos, entramos apenas la puerta se abrió.

—Ponlo en el suelo, encenderé velas.—dijo un hombre que jamás había visto.

Puse a mi novio en el suelo con cuidado y lentitud, y por un momento solo me quedé inmóvil. No sabía que hacer.

Veía como su mirada se apagaba, mientras él trataba de mantenerse despierto. Me miraba, y su sangre cubría mis manos. Iba a morir. Iba a perderlo. Yo quería morir con él. Yo no quería quedarme en este mundo de locos sólo, sin mi mejor y único amigo.

—¡IMBÉCIL!—gritó Brison. Lo miré, se sujetaba el hombro con una mano empapada de sangre. Su cara ardía de rabia —¡Eres un puto internista y además un soldado! ¡De todos aquí, eres el más capacitado para hacer algo! ¡Te e visto trabajar en emergencia y esto no es nada para tí! ¡Así que mueve ese culo de una puta vez!

Él tenía razón. Yo había estudiando y entrenado en un hospital militar. Era R2 en medicina interna. Y tenía un diplomado en cirugía que había realizado hace dos años. 

Entonces...

¿Qué mierdas hacia allí pasmado sin mover un dedo?
La imagen de Richard desangrándose me había petrificado. Y mis pensamientos eran incapaces de conectar.

—Roni...—le oí susurrar a Richard y fue como si una corriente me hubiese golpeado.

Regresé en mí y comencé a moverme. Habían encendido unas velas y los chicos usaban sus teléfonos para iluminar.

Kalum estaba a mi lado. Me sujetó por los hombros —¡Tenemos que hacer algo!

Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Estaba asustado. Como yo.

—En mi mochila —le dije —traela y pásame las tijeras de cortar papel y el kit de cirugía en el bolsillo delantero. Atento a todo lo que te vaya pidiendo.

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