Capítulo 3: El Virus

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Había llegado al departamento de epidemiología. Y ellos mientras tanto, revisaban los resultados de los exámenes que había realizado el neurólogo. Estos no arrojaron nada en particular, y yo sabía el porqué.

El paciente que examinó estaba despierto.

Algunos laboratorios también estaban listos. Nada fuera de lo común. Y el forense había constatado que los niños fallecidos habían muerdo dormidos y por causa de un "infarto fulminante", es decir; un infarto agudo del miocardio, al aparecer de causa excitatoria. Las pruebas de sangre de cada uno mostró niveles altos de adrenalina y noradrenalina. Y para producir estás hormonas en gran cantidad significaba que habían experimentado significativos niveles de miedo y terror, por algún evento.

Pero que solo podía haber sucedido en su subconsciente. Ese algo les había generado un pavor mortífero y fatal.

Ahora comprendía esa posibilidad que antes parecía absurda.

Ya algunos hablaban de los sueños y las pesadillas de las que cada paciente hacía referencia.

Interactuar con otros hospitales no era fácil, ni con los entes superiores de la salud. Las comunicaciones presentaban fallas constantemente.

Así que la información que entraba y que salía se presentaba limitada y confusa.

Pero allí todos debatían, teorías y teorías, pero la pregunta era ¿Cómo lo controlaban? ¿De que forma podíamos hacer frente a eso?

Y yo tenía una parte de esa respuesta.

Me acerqué al Doctor Roger; el neurólogo, mientras esté hablaba con la Epidemiología.

—¿Qué ocurre doctor, por qué viene corriendo? ¿Qué más a pasado?

Tomé aire —Señor, creo que tengo una solución temporal y una respuesta importante. Hace unos minutos, logré evitar tres ataques de histeria, por así llamarlos.

Los especialistas se vieron entre ellos. Y regresaron la mirada hacia mí.

—¿Cómo dice...?—Preguntó el neurólogo.— Doctor Mabius, no es momento para bromas ni parar tratar de llamar la atención.

Eso me molestó. Y mucho.

Lo miré fijamente—Mire, Doctor. Que usted no haya encontrado un carajo, no quiere decir que otro no pueda hacerlo.

El doctor Roger abrió los ojos—¿Cómo te atreves...?

—Estudiante, respete a su superior.—Dictó la Epidemiologa, interrumpiendolo.

—Entonces respetenme ustedes a mi. Después de todo, yo también soy doctor. No un simple "estudiante".

—Solo díganos a qué vino. Que el tiempo corre.—Me apresuró la especialista.

—Doctora Elizabeth, la clave es el sueño. Quiero decir... cuando duermen. Los pacientes no muestras signos ni síntomas hasta que no entran en estado de sueño. Aparentemente antes de la etapa 3 No REM. Sin embargo, aunque no alcancen un punto de sueño más inmersivo, sea lo que sea esto, que los está afectando, les impide despertarse. En ese momento la víctima es atormentada por pesadillas que aceleran la frecuencia cardíaca. Lo que explicaría los infartos de los niños por la pérdida de la tonalidad muscular, debido a la alta producción de adrenalina y noradrenalina. Su corazón es muy frágil para soportar el ritmo cardíaco y la presión que genera la exposición al terror puro.

La Epidemiologa parecía interesada en mi teoría. Pero el doctor Marshall no estaba de todo convencido.

—Que sandeces dices, hijo. Sí, ya sabemos que los pacientes tienen pesadillas. Pero ningún sueño viene y mata a más de 45 niños, y Dios sabe cuantos más en los otros hospitales. Además, creo que vi a muchos de tus soñadores bien despiertos e histéricos ¿Cómo explicas eso?

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