Capítulo 8.5

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En una fracción de segundo mis ojos se abrieron de golpe, casi desorbitados, y sentí lo que era el verdadero y crudo terror. No podría describir la cantidad de sangre que había allí. La imagen frente a mí. Las vísceras, las caras distorsionadas de cuatros personas. Y lo bizarro y glotezco de un final digno del peor de los castigos del infierno.

Regresé en mí, cuando sentí que Richard se acercaba. Salí y cerré la puerta de golpe. Mi respiración agitada y mi cara la viva imagen del pánico.

Richard me miró alarmado—!¿Qué ocurre?! ¡¿Qué había ahí dentro?!

Traté de hablar, pero no pude. Lo empujé un poco para que se alejara. Y entonces vomité.

Todo aquel infernal olor a tripas y sangre, mezclada con la peor escena que alguna vez pude haber presenciado, fue demasiado hasta para mí, que creí haberlo visto todo en la armada, o el en hospital.

—Roni...  hey, tranquilo.—me dijo Mabius rodeándome el torso con un brazo  mientras me incorporaba —Trata de calmarte.

Lo vi mirar la entrada—¡Ni se te ocurra entrar ahí!
—¿Pero qué demonios viste?

—¡Una mierda! ¡Nos vamos de aquí! ¡No pienso pasar un minuto más en esta puta casa!

Tomé a Richard del antebrazo y lo obligué a venir tras de mí. Bajamos las escaleras y regresamos con los otros.

—Nos vamos —Les dije.

—¿Qué? ¿Estás loco?—se quejó el hermano de Richard —primero descansemos y comamos algo. Necesitamos hacer algunas rondas de sueño. Tú y yo no hemos dormido ni 30 minutos en casi tres días.

—Pues si te da la gana, vienes. Pero yo no pienso dormir aquí ni un minuto.

—Hey colega, calmate ¿Puedes?—me preguntó el rubio—Y deberías soltar al doctor Richard... vas a romperle la muñeca.

Lo miré confundido. Entonces noté que mi mano aún seguía aferrada a Mabius. La solté de inmediato.

—Lo siento...

—Tranquilo.

Le había dejado mi agarre marcado en el antebrazo...

—¿Ah que viene todo esto de golpe?—preguntó Brison.

—¿Quieres saber? Ve a la tercera habitación del segundo piso. Pero tú no, Kalum. Te e visto, y eso podría afectarte demasiado.

A Kalum no pareció gustarle mi comentario. Pero el chico no era estúpido. No se movió.

Había oído en el camino que Brison fue en su tiempo militar, al igual que yo. Esos  años de servicio te preparan para algunas cosas. Aún así...

El sujeto fue a ver. Y desapareció en la oscuridad. Solo se podía ver el destello de su teléfono hasta que también se desvaneció.

Dos minutos después...

Lo oímos gritar, justo antes de que bajara corriendo como alma que lleva el diablo.

Y sí, vomitó en el rincón más cercano.

Tragó saliva y trató de controlarse.

—¡Nos vamos ya mismo de esta mierda!

Y así lo hicimos.

Habíamos salido de la casa y caminábamos por la avenida. Solo la luna creaba un resplandor fantasmal sobre las paredes y techos de los edificios y negocios. Sentía los efectos del miedo y mis latidos aún no se estabilizaban. Quería borrar aquella imagen de cualquier forma posible.

—¿Qué es eso?—preguntó Kalum.—miré y más allá se podía ver un grupo de personas bailando y celebrando alrededor de una hoguera que parecía estar hecha de ropa, electrodomésticos y libros.

Sus gritos y aplausos se oían con claridad mientras resonaban con eco en los edificios. Algo en su comportamiento era perturbador. Parecían locos y eufóricos.

Unos Crepusculares avanzaron hacia ellos. Primero lentamente, pero luego inundados de histeria y ansias de matar. Se oyeron tres disparos y los tres cuerpos cayeron inertes.

Ellos les habían disparado.

—Debemos tener cuidado con esa gente—Susurró Richard.

—Vale, hay que rodearlos.—propusé y vi las siluetas de los demás asentir.

Doblamos en la esquina a mano derecha. Y luego continuamos en linea recta. Después a la izquierda y regresamos a la avenida principal. Aquél bullicio había quedado atrás.

Mientras continuábamos nos topamos con grupos parecidos al nuestro. Con 5 u 8 integrantes. Cientos de personas habían visto los papeles con la  noticia de Washington DC. Y ya una gran mayoría estaba comenzado a moverse. Habíamos presenciado como algunos mataban a los Crepusculares. Era extraño como la enfermedad dejaba en ese estado  de sonámbulo a unos, pero esos mismos eran como minas explosivas que podían detonar en histeria en el momento menos esperado. Sin embargo, al final solo eran personas dormidas y en trance. No podíamos despertar a tantos cuando apenas lográbamos avanzar y mantenernos despiertos nosotros.

La oscuridad se sentía como un manto negro y pesado que se hacía más denso con cada minuto que pasaba. Cada grupo era como una pequeña nube gris viajando lentamente en la penumbra.

Se oían disparos. Algunos gritos. Golpes secos. Mientras avanzábamos sin detenernos.

En el cielo podían oírse los truenos, cada uno iluminaba esporádicamente el paisaje. Me sentía perdido. Confundido. Y molesto.

Otro disparo. Más gritos.

Todos comenzaron a correr.

Tres disparos más.

—¿Qué está pasando?—preguntó Richard corriendo a mi lado.

—Parece ser que alguien les está disparando a demás.—Respondió incrédulo Kalum.

—Entonces debemos darnos prisa.—espeté.

Alguien, algún psicótico estaba disparando desde atrás. Personas caían como aves mientras los demás se dispersaban en distintas direcciones. Emanando miedo, angustia y pánico.

Más disparos.

Oí un quejido de dolor cercano.

—¡Mierda! —Se quejó Brison.—y lo vi trastabillar y casi caerse. Se sujetaba el hombro con fuerza.

Le habían dado.

—Maldición...—solté sin poder creer nuestra mala suerte.—¡Sigan sigan! ¡Aguanta Brison!

Se oyen algunos pasos. Y los disparos continúan acompañados de una risa histérica.

Busco a tientas un cuchillo de casa que guardé en mi espalda tras la correa.

Oigo dos últimos disparos. Y veo a Richard caer al suelo.
Inerte.

Me paro en seco y lo llamó. Mi voz inundada de pánico.

Una irá indescriptible se apodera de mí. Y cuando la situela detrás se materializa, sus risas alcanzan mis oídos. Mis ojos arden. Y le oigo decir.

—Otra presa fácil.

Cuando logró identificar su ubicación con el sonido de su voz.

Lanzó el cuchillo con todas mis fuerzas.

Y aquel hombre entre sombras cae de un solo golpe.

Con una hoja de acero incrustada en su frente.

Lo había matado sin pensarlo.

Yo, Ronilo Kliben, ahora también era un asesino.





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