¿Cómo llegué hasta acá?

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POV MARCO

- Olivia ¿En qué habíamos quedado?

Silencio. Eso era todo lo que había en la habitación, bueno, eso, mi enojo y su pequeño mohin manipulador. Toqué el puente de mi nariz en busca de paciencia aunque creo que mis suministros se habían agotado, por más que buscaba razones en mi cerebro para lo que había hecho mi pequeña no las encontraba.

Olivia siempre quiso un tatuaje, llegué a pensar que a los 14 vendría con un mostacho en el brazo, a los 16 con un atrapa sueños en la costilla o con un dragón en la espalda. No estoy en contra de los tatuajes, me parecen preciosos, a demás, cada quien es libre de hacer con su piel lo que quiera y si una de las maneras de expresarse que tienen es usarse como lienzo me parece perfecto, yo mismo tengo algunos y cuando Olive me lo pidió le dije que tenía que ser después de la mayoría de edad y con un diseño que le haya gustado por lo menos un año completo sin cambiar de opinión. Hace unos meses cumplió los 18 por lo que me lo había vuelto a mencionar, entre mi trabajo y los niños no había podido averiguar un buen lugar así que todavía no le había dicho nada, una cosa es que esté de acuerdo con los tatuajes y otra muy diferente es que quiera que mi niñita vaya al sitio más cutre que encuentre a exponer su salud y su piel.

- Olivia Monroe te estoy hablando así que vas buscando una buena explicación para esto.

Ni siquiera era el diseño que había dicho que quería, apuesto 50 dólares a que lo vió en esa aplicación de la P blanca con cosas "Aesthetic" y corrió a por encajarse agujas en la piel, caray, ojalá fuera así cuando va a vacunarse. Estaba perdiendo la paciencia pero justo a tiempo para salvar a su hermanita entró mi pequeño Alan entre sollozos estirando sus pequeños bracitos hacía mí, lo cargué gustoso mientras él encontraba el huequito de mi cuello para ocultarse, mientras intentaba que mi peque me explicará, Olivia aprovechó la oportunidad de oro que tenía y se fue más sigilosa que nunca.

Gruñí, odiaba que me dejaran con la palabra en la boca pero tenía un asunto de 5 añitos muy mimoso que atender.
- ¿Qué pasa sanguijuela? Mi niño se limitó a llorar con más sentimiento que antes y me miró con esos ojitos a los que les daría el mundo entero

- S-se comió mi galletita! Bwaaaaaaa!

Tuve que hacer grandes esfuerzos para no soltar una risita y comermelo a besos, Alan era uno de los más mimosos y tierno, amaba estar en mis brazos y yo amaba sostenerlo. Empecé a pasear por la habitación dándole pequeñas palmaditas en la espalda y preguntándole entre susurros quién había sido el terrible ser humano que había dejado sin galleta a mi bichito pero no pudo llegar a responder porque Abbie entró como un torbellino mientras gritaba que todo era una "vil mentira"

- A ver renacuajos, con gritos no os entiendo así que venga, uno por uno.

Alan me quedó viendo como si la situación fuese de lo más obvia y tal vez lo era pero con un puchero decidió aclararmeló

- Papi! Ella comió mi galletita! Snif snif

Mi preciosa hijita puso una cara de indignación digna de un premio y frunció el seño mientras arrugaba su naricita, no voy a negar que a veces buscaba molestarla a posta para ver como se enfurruñaba, pero en mi defensa se veía terriblemente adorable

Iba a preguntarle a Abbie si eso era cierto, pero entonces escuché un llanto desgarrador proveniente del piso de abajo, me alarmé y con Alan en brazos fuí a asomarme, era Leo mordiendo como un pequeño León (Valga la pena el mal chiste) a su gemelo quien era proveniente de los gritos, a la velocidad de la luz bajé las escaleras y deje en el suelo a Alan para acercarme con rapidez y tratar de que Leo soltará el bracito de su lloroso hermano

Las 9 promesas de un MonroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora