El inicio

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Tenía 18 años, próximo a los 19, la verdad era que no sabía que hacía, había perdido el rumbo hace unos meses así que ahora no tenía muy claro cómo actuar

- Tengo que abortar Marco, no vamos a perder nuestra vida por esto

Señaló su estómago y yo asentí, después de todo no iba a tocarme a mi parir, así que fuimos a la clínica de donde apenas habíamos salido con la prueba de embarazo en positivo, para nuestra suerte, mala o buena, nos dimos cuenta demasiado tarde, Amelia siempre había sido irregular así que no le dimos la importancia necesaria y ahora estábamos aquí, preguntando si podíamos abortar un feto de casi 7 meses mientras las enfermeras nos ven con incredulidad

Era desesperante, verla llorar y darse golpes en el estómago, no sabía que hacer, estaba en shock y aunque quería moverme, abrazarla, decirle que ya veríamos que hacer, me quedé quieto tratando de asimilar que iba a tener un bebé, yo, Marco Monroe, el chico que quería ser "libre" el chico que jamás quiso ser papá y odiaba esa idea con toda su alma, estaba afuera de la clínica donde en los próximos meses nacería Su hijo
¿Cómo se suponía que criaría y mantendría a un bebé? Si a duras penas podía conmigo mismo, yo no estaba hecho para ser padre

Reaccioné cuando sentí la mejilla caliente y el sabor metálico de la sangre en mis labios, Amelia me había abofeteado y no la culpo, se había tardado en hacerlo pero con todo y cachetada no sabía que hacer

- Me tomaré un tarro de Clorox de ser necesario

Fue lo único que dijo para después hecharse a correr ¿Un tarro de Clorox? Pero si eso no sólo iba a afectarle al feto sino también a ella, podía morirse de una intoxicación, podía quedar con secuelas para toda la jodida vida. Acepto que yo no soy el mejor dando soluciones pero tampoco soy tan malo tomándolas así que corrí hacia mi auto e intenté prenderlo, el muy hijo de puta no arrancaba y lo entendía, lo compré a mis 16 siendo una chatarrita pero era mi chatarrita y no podía fallarme ahora. Intenté una vez más y agradecí a lo que sea que nos cuida de haber podido hacerlo, maneje lo suficientemente rápido para encontrarla saliendo del supermercado con la botella de Clorox, se la veía destruida, rota, tanto por fuera como por dentro. Me acerqué a ella con cautela y la abracé lo más fuerte que pude, al inicio comenzó a golpearme pero luego de unos segundos lloró con fuerza mientras se aferraba a mi, como si yo tuviera la respuesta de saber que hacer con el bebé que venía en camino para cambiarnos la vida.

Pasaron las semanas y al final llegamos a un acuerdo, ella lo tendría pero lo daríamos en adopción, yo no estaba seguro de poder dar a mi bebé después de conocerlo pero todo era mejor a que se quedará con dos desastres como nosotros, todo era mejor a ser un Monroe. Sin embargo las cosas no suelen salir como uno las planea y está vez no fue la excepción, 3:43 am hora de muerte de Amelia Martínez Sánchez y hora de nacimiento de Daniel Monroe, sin Martínez, Monroe a secas.

Resulta que Daniel se aburría en el vientre y decidió que podía salir antes, con 8 meses de gestación Amelia empezó a tener contracciones, no vivíamos juntos por lo que su papá me llamó hecho una furia diciendo que ya iba a nacer el "maldito bebé", de todos él fue quien más se molestó, después de todo mi padre simplemente dijo que " Esperaba que el mocoso arruinará mi vida como yo arruiné la de él " frases motivadoras que suele dedicarme, es un tierno, lo sé.

Para cuando yo llegué a la clínica ella ya había empezado labor de parto, todo iba bien por lo que me dejaron entrar pero se complicó de un momento para otro, ella había hecho mucho esfuerzo, estaba débil y al parecer el bebé venía enredado
Con el cordón umbilical por lo que le harían cesaría. Todo fue una negligencia médica, no suministraron la dosis adecuada de anestesia y fue peor con sus problemas de corazón, todo eso junto a la pérdida de sangre terminó por matarla, mientras sonaba el pitido de la máquina de los signos vitales, un bebé lloraba débilmente, era un pequeño varoncito, chiquito, indefenso, perfecto.

Fue imposible para mi firmar la carta en la que renunciaba a su paternidad para poder darlo en adopción, no podía, él parecía necesitar de mi y yo parecía necesitar de él así que terminé firmando en su registro Civil como su papá. Mi suegro no dijo mucho, simplemente que no quería saber que pasaba con nosotros, que por él se hubieran muerto Amelia y el bebé así que jamás le daría su apellido, yo no tenía la más remota idea de que hacer, ya no vivía con mis padres y no era una opción vivir con ellos, era un estudiante del primer semestre de gastronomía al que el Estado financiaba, me pagaban la renta y un pequeño mercado al mes pero con eso no podría mantenernos a los dos, necesitaba pañales, leche y todo lo que con Amelia nunca compramos porque habíamos Estado lo suficientemente seguros de que no iba a ser nuestra responsabilidad.

Daniel (cómo elegí llamarlo porque me tomaron por sorpresa y no tenía mucha imaginación) no podía ir a casa almenos antes de 3 semanas en el hospital,tenían que estar pendiente de algo que nunca entendí muy bien, eso me dio tiempo para improvisar un baby shower, fueron las amigas de Amelia y un par de amigos míos, no me importaba quien iba, si realmente les entristecía la muerte de mi pareja, me importaban los pañales, los tarros de leche, la ropita y algunas cosas más que llevaban en esas ocasiones, a demás de eso cuando mis profesores se enteraron recolectaron entre todos y me regalaron la cunita y el coche, nunca estuve más agradecido, recuerdo que se me escaparon un par de lágrimas mientras me aferraba a las cosas y me daban palmaditas de felicitaciones en la espalda.

Conseguí un trabajo a medio tiempo como repostero de una pastelería, tenía que conseguir a alguien que cuidara de Daniel mientras estudiaba y trabajaba, almenos hasta  su primer añito y lo aceptarían en la guardería de la Universidad, pero no tenía con quien dejarlo y el tiempo se empezaba a agotar, pero me salvó mi Ángel guardián, mi nana, la persona que me había criado y a la que le debía todo lo que era hoy, dejó su casa por venir a ayudarme con mi niño, incluso lo que ganaba por su pensión solía gastarlo en biberones, pañales y cosas para mi bebé, nunca podré pagarle lo que hizo por mi y me faltarán mil vidas para compensarla pero se veía lo suficientemente feliz con los gorgoritos que le dió Dani desde que la vió en el hospital

Ese día fue uno de los más especiales de mi vida, tenerlo entre mis brazos sintiendo que era la cosita más frágil del universo, pasar mi mano por su carita, sentirlo me parecía irreal, de solo pensar en que hubiese pasado si las cosas se fuesen dado como las teníamos planeadas me daba escalofríos, tenerlo en mi pecho dormidito, sintiendo su corazoncito latir con el mío fue lo mejor que me puedo pasar, ahí me di cuenta que no quería otra cosa en el mundo que no fuese estar con mi bebé.

Tuve que aprender a prepararle el biberón como a él le gustaba, a dárselo, aprendí a cambiarlo y a dormirlo, aprendí a calmarlo cuando su llanto no cesaba, aprendí que todo lo que necesitaba mi bebé era de mi y yo de él. Con los meses fue creciendo cada vez más, ya no era la cosita pequeñita de la que me había enamorado en la clínica, ahora era un pequeñito regordete más risueño que cualquier niño que había conocido y aunque a veces sentía que no podía más, que sentía que debía de dejar la Universidad o renunciar al trabajo mi bebé estaba  para recordarme que lo tenía que hacer por él, por nosotros.

Poco a poco empezó a gatear, a dar sus primeros pasitos, a llenarse de la tierra de las macetas de la casa, empezó a bañarse con harina el pelo, y sobre todo, aprendió a hacer el mejor puchero del mundo y los ojitos de Bambi más irresistibles del universo para librarse de cada travesura que hacía. Esa parte me preocupaba, después de todo yo nunca tuve el modelo de un padre para poder replicarlo, y no sabía como iba a hacer cuando me tocará regañarlo a demás de que era un gran NO castigar a mi osito, quería protegerlo de todo lo que pasé yo, incluso me enojaba con nana cuando lo regañaba pero en el Fondo sabía que yo también tenía que aprender a hacerlo y solo le rogaba al universo que fuese un niño tranquilo para tener que hacerlo lo menos posible.

Las 9 promesas de un MonroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora