Los años han ido pasando, mis mocosos cada vez son más grandes, Olive tiene 15, Dani 13 y las dos peques ya cumplieron sus 5 añitos. Han sido tiempos increíblemente maravillosos al lado de mis chicos, un poco caóticos pero perfectos para mi, las mellis ya van al kinder y a Olive cada vez le falta menos para salir de la secundaria... Es incoherente como han crecido tan rápido aunque, Afortunadamente para mi, siguen siendo unos niños trastos con el corazón de pollito, aún van a mi cama cuando están asustados y aunque Dani remilgue un poco, en el fondo sé que le encanta que lo llene de besos, abrazos y muestras de afecto, muy al contrario, Olivia reclama y exalta a los 4 vientos mi cariño en todas sus formas y bueno, Abbie y Ali aún no están en la fastidiosa adolescencia por lo que me dejan ser su papá encimoso y enloquecido por ellas sin ningún problema.Con el paso de los años nos hemos ido organizando, nos mudamos a una casa más grande y ahora hay una habitación de música, otra de juegos y una más pequeña donde ponemos el reflujo, a demás de las nuestras claro. Como todos ya son escolares decidí dedicar mis mañanas a trabajar, y no me refiero a lo aburrido de administrar las reposterías sino a ser parte de ellas, a cocinar. Suelo ir un día a una y otro día a la otra, ya que en mi ciudad tengo dos sucursales, a las que están por fuera suelo frecuentarlas muy poco, a demás, también me tengo que encargar de lo que no pasa en la cocina sino en el ámbito empresarial como tal pero, es claro que disfruto mucho más tener mis manos en la masa. En las tardes recojo primero a los chicos del colegio, las mellizas ya empezaron en kinder y es parte de la misma institución de los mayores así que no tengo que moverme mucho más, despues vamos a casa y absolutamente todas las tardes son de ellos, les ayudo a hacer tareas, jugamos, vemos pelis o salimos a algún lado, parte de la noche me dedico a hacer seguimiento de las finanzas de las sucursales de la repostería y así mi día a día, bueno, excepto los fines de semana, la mayoría son planes en familia fuera de casa, por ejemplo el sábado pasado fuimos a la cede principal y todos hicimos postres, tartas y más cosas del menú, no se preocupen que fueron solamente para nosotros puesto a que no podíamos ponerlos en venta y porque probablemente nadie hubiese comprado una tarta decorada por mis pequeñitas de 5 años, para mí fue preciosa, pero incluso a mis otros hijos y mi nana se les hizo difícil decirles que les había quedado "bien", aunque jamás olvidaré a Dan, Olive y María negando frenéticamente cuando ellas querían ponerlo en el mostrador o darles a "probar" a los clientes que estaban allí.
Es increíble que hace unos años lo último en lo que podía pensar era en tener hijos o en general, tener niños cerca de mi, el temor que tenía a lastimarlos, a romperlos, como algún día lo habían hecho conmigo me superaba, hoy no me caben las palabras para agradecerle al universo por ponerlos conmigo, sin ellos nada sería posible porque son el motor de mi vida, el impulso de mis sueños y felicidad.
En este momento la masa se cuela entre mis dedos mientras los nuevos reposteros me siguen el paso, me gusta darles la inducción, después de todo, mis reposterías son parte de mi, cada receta a sido probada y aprobada por todos mis niños a demás es el sustento de mi hogar, mientras empiezo a moldear unos gritos bastante agudos llegan a mis oídos, inmediatamente me tenso pero me concentro en recordar que mis hijos están en la escuela pero la pequeña idea de que se hayan fugado, que estén aquí gritando por quién sabe qué, y aclaro, obviamente reconozco cuales son los gritos de mis hijos pero cuando coges práctica en esto de ser papá se te otorga un master en paranoia y sobrepensar. Vuelvo a escucharlos por lo que agarro una toalla y voy limpiando mis manos mientras camino a la parte de exhibición, venta y administración de los postres y pasteles, prácticamente, la parte que era una especie de cafetería, me quedo sin palabras cuando veo a 3 chicos, dos de ellos llorando y uno bastante asustado mientras la administradora les habla con un tono bastante fuera de lugar y les recrimina cosas que por lo rápido que lo dice no logro entender bien, me doy cuenta que el mediano entre ellos es el que estaba gritando y el que parece ser el mayor hace de escudo de los más pequeños, siento una punzada en el pecho de tan sólo ver el miedo en los ojitos de aquellos niños.
ESTÁS LEYENDO
Las 9 promesas de un Monroe
RandomMarco Monroe nunca quiso ser padre, quizá por el mal ejemplo del suyo y su miedo a repetirlo, quizá porque quería una vida sin restricciones ni tapujos, quería ser libre y no tener que pensar en niños o en que está llegando tarde a casa para hacer l...