Capitulo 37

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Niall atravesó el pasillo de la comisaría de policía a toda prisa. Llevaba casi media hora de retraso y no estaba dispuesto aquella mañana de domingo a soportar las reprimendas de su compañera. Cuando llegó a la puerta de la oficina que compartía con Camila se detuvo un instante. Se arregló el nudo de la corbata y se acomodó dos rizos que le caían sobre el rostro. Esperaba no ser demasiado obvio, pero le era difícil ocultar la dicha que sentía por dentro y que amenazaba con quedar expuesta en cualquier momento. Sobre todo delante de su compañera que a la hora de descubrir lo que pasaba en su interior era más eficiente que él mismo. El olfato detectivesco de Camila Castro, sin lugar a duda, podía llegar a ser un arma de doble filo.

Entró por fin y la encontró sentada detrás de su escritorio leyendo unos papeles.

—Al fin, Horan —dijo y levantó la vista para observarlo—. Parece que se te han pegado las sábanas.

Niall desvió la mirada y caminó hasta su escritorio.
—¿Alguna novedad? —Se sentó y recostó la espalda en la silla—. ¿Ha llegado Jonathan Thomas?

Camila cerró la carpeta que estaba leyendo y se levantó.
—No, no ha llegado todavía, pero tengo malas noticias —dijo preocupada.

A Niall se le hizo un nudo en la garganta. ¿Acaso Phil ya sabía lo que estaba sucediendo y le iban a comunicar, de forma oficial, que lo retiraban del caso? Se removió inquieto en su silla; de repente, el nudo de la corbata comenzó a molestarle demasiado.

—¿Qué sucede? —hasta temía hacer aquella pregunta.

Cami percibió su agitación.

—Las huellas de pisadas encontradas en la habitación de Tessa Hodgins y en el sótano de _______ no concuerdan con las de Jack Gordon.

Podría haber respirado aliviado, pero aquella definitivamente no era una buena noticia.

—No pareces demasiado sorprendido —comentó Camila y frunció el ceño.

—No es solo lo que me acabas de decir. Es cierto que encontramos el bisturí en su casa, pero no tenía sus huellas; tampoco las encontramos en la cabina telefónica y su coartada se la da su propia madre.

—Que puede estar mintiendo. Después de todo, su hijo es lo único que tiene —alegó Camila y miró con atención a su compañero. Estaba extraño, demasiado nervioso tal vez.

Phil Conway entró en la oficina sin llamar.
—Muchachos, acaba de llegar el niño con su padre —les anunció y volvió a salir.

—¿Sucede algo? —Preguntó Cami—. Te has puesto pálido cuando ha entrado el jefe.

—No es nada; no te preocupes. —Se levantó de un salto—. Vamos, no perdamos tiempo.

En la pequeña habitación contigua a la sala de interrogatorios Jonathan Thomas y su padre los esperaban acompañados por un oficial. El niño parecía tranquilo, no así su padre.

—¿Está seguro de que el sujeto no puede vernos?

—Sí, señor Thomas. —Lo tranquilizó Niall—. Él no podrá verlos; tampoco sabe de su presencia aquí.

Cami observó al niño pelirrojo sentado en el regazo de su padre.
—Hola, Jonathan. Mi nombre es Camila. —Extendió la mano.

El pequeño la miró y extendió su pequeña mano hacia ella.
—¿Eres policía?

—Así es.

La atención de todos se dirigió a la sala de interrogatorios. Jack Gordon acababa de ser traído y descansaba en una silla. Tenía los brazos esposados apoyados sobre las piernas y observaba hacia el espejo que tenía enfrente.

Niall notó el nerviosismo en el padre del niño.

—Le repito, señor Thomas. El sospechoso no puede ver el recinto en el que nos encontramos.

Él asintió.
—Jonathan, ¿sabes por qué estás aquí? —le preguntó Niall y se arrodilló junto a él.

El niño asintió y unos rizos color fuego se movieron sobre su frente.

—Quiero que mires bien a ese señor y me digas si lo has visto antes.

Jonathan volvió a mirar a Jack Gordon. Todos se quedaron en silencio esperando escuchar lo que podía que decirles. Pero lo que el niño les dijo no fue, precisamente, lo que ellos querían oír.

—No lo conozco —dijo y acompañó su respuesta con un movimiento de cabeza.

—¿Estás seguro? ¿No es el señor que te pidió que entregaras un paquete el otro día? —insistió Niall.
Jonathan miró con más atención a Jack Gordon.

—No lo creo. Aquel hombre llevaba una gorra de béisbol oscura y una bufanda alrededor del cuello. Casi no pude verle la cara —respondió.

—Míralo bien, Jonathan. Tal vez, si te concentras mejor, logres recordar algún detalle.

Entonces, Jack Gordon levantó ambos brazos y los apoyó sobre la mesa.

Jonathan se levantó y se acercó al cristal de la ventana.

—Hijo...

—Déjalo —pidió Camila.

—El anillo —dijo de repente mientras miraba la mano del detenido—. El hombre del paquete llevaba un anillo.

Niall le hizo una seña a su compañera que abandonó enseguida el lugar. Segundos después la vieron entrar a la sala de interrogatorios para pedirle a Jack Gordon que le entregara su anillo. Ella lo metió dentro de una bolsa de evidencias y regresó con los demás.

Le entregó la pequeña bolsa transparente a Jonathan.

—Obsérvalo bien y dime si es el mismo que usaba aquel hombre.

Jonathan tomó la bolsa entre sus manos y tras observar el anillo durante un instante, levantó la mirada.
—Es el mismo —dijo y le devolvió la bolsa a Niall—. Tiene los mismos dibujos.

Niall le sonrió.

—Gracias, Jonathan. Nos has ayudado mucho.

—¿Podemos irnos ahora? —preguntó su padre y se puso de pie.

—Sí, muchas gracias, señor Thomas. —Apoyó la mano en el hombro del niño—. Eres un buen muchacho, Jonathan.

No me olvides (Niall Horan & Tu) TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora