Jisung se giró para observar con sus ojos bien abiertos llenos de pánico al hombre castaño quien seguía parado a un lado de él con una notable expresión de nerviosismo mientras mordía su labio inferior. Todo el porte dominante y seguro que demostraba el ojiazul se había esfumado unos instantes pero lo corrigió rápidamente dando un fuerte suspiro antes de dirigir su mirada al menor y mostrarle una pequeña sonrisa de labios juntos.
—Vamos— hizo un ademán para que entrarán juntos a la casa . —No te dejaré— reconfortó acercándose al cuerpo contrario y dejando un dulce beso en los suaves labios de Jisung quién gimoteó ante la falta de contacto cuando Hyunjin se separó de su rostro con un bajo chasquido.
—¿Lo prometes?— preguntó bajito mirando embelesado los ojos azules del magnate. Jisung sabía que sus padres solo lo podían regañar, más no alejarlo de Hyunjin porque él ya era prácticamente un adulto y sabía tomar sus propias decisiones pero solo quería escucharlo de la boca del hombre, quería que le prometiera estar con él porque a pesar de conocerse de muy poco tiempo, de verdad le gustaba aquel hombre y no quería alejarlo.
—Lo prometo— respondió en un suspiro, acariciando una mejilla del chico para después apartar con delicadeza un rizo que caía sobre la piel de su rostro, colocándolo detrás de su oreja.
Jisung sonrió y después tragó duro, la posición de su madre con respecto a la edad es lo que más le preocupaba, no quería hacerla sentir mal haciendo que recordara cosas de su pasado o que ella hiciera sentir mal a Hyunjin, porque sí, él notó la culpabilidad que reflejaba el rostro del ojiazul cuándo personas le daban miradas desaprobatorias.
Ambos hombres entraron a la bonita casa del rizado, al ser de noche, la casa estaba totalmente iluminada y se veía muy acogedora a decir verdad. La mayoría de las paredes eran de color blanco y una que otra de un verde olivo y en casi todas habían colgados cuadros con los rostros sonrientes de la pequeña familia en ellos.
Jisung miró hacia todos lados en busca de algún indicio de sus padres pero no los veía por ningún lado, hasta que un exquisito olor llegó a sus fosas nasales, olía demasiado bien a su parecer y suponía aquel aroma provenía de la cocina en donde seguro su madre se encontraba horneado algún delicioso pastel como era de costumbre.
—Jisung, cariño ¿Eres tú?— se escuchó la suave voz de la mujer desde la cocina.
—Si, soy yo— respondió en un grito con tono dulce pero con su ceño fruncido al deducir que su padre no le había dicho nada a su madre, aún.
Eso lo tenía un poco más nervioso, pero se calmó cuando sintió el toque tranquilizador de una mano dando caricias sobre un rollito que se formaba en su espalda baja cerca de su cadera.
Aquel toque lo hizo sonrojar un poco y volteó a ver a Hyunjin quién lo miraba con una sonrisa.
—¿Podrías ayudarme a poner la mesa?— la mujer iba saliendo de la cocina con una enorme sonrisa, iba vestida con un bonito pantalón blanco holgado con unas cuantas líneas de color negro, una blusa lisa del mismo color que las líneas junto unos zapatos blancos y un delantal del mismo color con amarillo en las orillas amarrado a su ya no tan marcada cintura, el cuál trataba de desatar.
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Be My Daddy | Hyunsung
Fiksi PenggemarHyunjin, un famoso empresario británico que busca agregarle una pizca de diversión a su monótono vida llena de contratos, reuniones y viajes de negocios, así que una noche decide ir a un bar a las afueras de Londres junto a uno de sus amigos, sin es...