Secretos tras la corona ~ Shadonic

1: Rojo y Negro

18 años después

Al paso de estos años, el rey del norte había muerto tras una batalla que tuvo contra el bando enemigo dejándole el puesto a su primer hijo, Dante.

Al año de la muerte del rey del norte, la reina Anat falleció por la gran tristeza que ocultó por mucho en lo más profundo de su corazón.

Por su parte, el segundo hijo, James, sentía rencor hacia su padre por no haberlo nombrado a él como el rey del norte y porque había asegurado el futuro de su hermana menor casándola con el futuro rey de Dumarian. ¿Qué había para él más que las guerras por venir y servir como maestro de moneda?

El, ahora rey del norte, estaba tan ocupado cuidando del norte que el propio James se hizo cargo de atormentar a su pequeña hermana por muchos años.

James caminaba por los pasillos del pequeño castillo en el que vivía y protegía de aquel frío. Entró a una de las habitaciones en donde se encontraba una linda y joven gata blanca de cabello largo y fleco blanco con las puntas café, hermosos ojos cafés y morados.

Estaba siendo acompañada de las demás sirvientas que alistaban la tina para que pudiese bañarse, solo que ella estaba hundida en sus pensamientos que ni siquiera escuchó cuando su hermano entró.

– Verena. – llamaba regresándola a la realidad – ¿Aún no te bañas? – cuestionaba un tanto molesto.

Su pequeña hermana tan solo volteó a verlo sin decir ni una sola palabra y bajando la mirada, pues se sentía inferior a su propio hermano debido a sus tratos.

– Nuestros invitados de honor pronto van a llegar, Vanny. – continuaba su hermano.

– ¿En verdad tengo que hacer esto?... – preguntaba suavemente.

– ¿Y lo preguntas? – se burlaba – Al momento en que el rey te vio recién nacida hizo el acuerdo con nuestros padres, además, ¿Qué otra función tienes? Tú única función será casarte con el futuro rey y darle herederos. – en eso, la miró de pies a cabeza – Ya luces como toda una mujer, Verena.

El erizo blanco no dejaba de mirarla de pies a cabeza, su pequeña hermana solamente permanecía casi inmóvil.

Parecía una pequeña y frágil muñeca disponible para poder controlar y manipular al antojo de quien fuera. No podía ni siquiera protestar por sí misma pues su propio hermano la atormentó por años dejándole en claro cuál era su posición.

– Eso es, Vanny. – sonreía con orgullo – Salgan.

Ordenó a la servidumbre y en cuestión de segundos los hermanos ya estaban solos en aquel baño.